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LA discreción significaba para los escritores del Siglo de Oro el buen juicio para analizar las cosas y el hablar y obrar con inteligencia y, también, la cualidad de expresarse con ingenio y oportunidad. Sin haber perdido las acepciones clásicas, que debemos conocer para leer, por ejemplo, a Cervantes, hoy llamamos discreta a la persona prudente y reservada. La palabra ha evolucionado lentamente hasta expresar un concepto nuevo. "Genocidio" es una expresión nueva, un cultismo, para referirnos al exterminio de un pueblo, o de un grupo social definido y cohesionado, de manera deliberada y sistemática. Para que haya un genocidio ha de existir previamente un pueblo o un grupo social reconocibles con claridad, y otro pueblo o grupo que los persigue hasta no dejar uno con vida. La tendencia genocida es muy humana, y sólo puede ser humana, pero rara vez se ha llevado hasta el fin con éxito.

Los genocidios son muy raros. Los libros de historia hablan algunas veces, no muchas, de intentos de genocidio, pero de genocidios de verdad no he leído más que sobre alguno llevado a cabo por los criollos americanos, después de la independencia, contra pueblos indios aislados y minoritarios, que no querían ser independientes porque perdían la protección de la Corona de España y de la Iglesia y caían en manos de la burguesía egoísta criolla, discípula adelantada del liberalismo salvaje. La desaparición de un pueblo por mezclarse con otro más desarrollado no es un genocidio, sino un proceso natural en la historia de la humanidad desde siempre. El que en una guerra civil o entre Estados haya muchos muertos tampoco es un genocidio, es una matanza, un escandaloso número de víctimas mortales, propio, por lo demás, de las guerras, sobre todo de las guerras modernas.

Para darles énfasis a los muertos de las guerras y añadir villanía a los verdugos, en la prensa aparecen genocidios y genocidas como lo más corriente. España hizo un genocidio en Marruecos cuando era protectorado suyo, y ahora Marruecos ha hecho otro genocidio con los saharauis. Estados Unidos, genocida por excelencia, tiene muchos en su haber y dos, que se sepa, en marcha: el de los iraquíes y el de los afganos. Curdos, armenios, tártaros, palestinos, los pueblos del rompecabezas balcánico, entre otros muchos, tienen su genocidio que enarbolar y su genocida que perseguir, pero ellos siguen vivos como tales pueblos, no han sido borrados del mapa y de la historia. Genocidio y fascismo son dos palabras que han perdido su primer significado y ya expresan otras ideas. Tenemos una lengua manca: faltan vocablos para designar a un verdadero fascismo y a un genocidio de verdad. La confusión de las palabras ayuda a la confusión de las ideas.

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