ESTOY tranquilamente en una terraza de la plaza del cine leyendo el periódico, atento también a mi copa de oloroso, que ya ha refrescado, cuando de repente dos parroquianos que están a mi lado empiezan a hablar de república o monarquía. No son amigos, son conocidos de barra, de hola y adiós. Uno está muy ufano con el tema de la república, que si es más democrático, que si tal, y al otro le da lo mismo. De repente oigo que me piden mi opinión con el típico, interrogador y a la vez infantil "a que sí". Total, que de repente me veo envuelto en un foro-debate sin comerlo ni beberlo. "¿Pero qué modelo de república, presidencialista, como Francia o EEUU, que tienen un rey con contrato temporal, o de las que nadie conoce al jefe del Estado, ni su cónyuge a la hora del papeo, como Alemania?", digo, consciente de que me estoy sobrando. "Pues... no sé, la república, una república", contesta. Pues vale. Así está el debate.
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