En busca de Séneca
ADELANTO EDITORIAL: SÉNECA. CORTESANO Y HOMBRE DE LETRAS. FRANCISCO SOCAS.
Con un estilo ágil y lenguaje al alcance de todos, el autor desentraña algunos de los misterios del filósofo y poeta nacido en la Córdoba romana, interpreta bajo una luz nueva sus pensamientos y revela todo lo que tienen de exotismo y lejanía sus avatares personales
Al morir, Séneca deja a sus amigos una suerte de retrato moral, imago vitae suae, que se basa en el recuerdo de su ejemplo y en el conjunto de sus palabras, mensaje en el tiempo. ¿Qué logró? En el sentir popular, ha llegado a ser sin duda el sabio, pero no el sabio que sabe muchas cosas, sino el que sencillamente sabe conducirse. El listo o el erudito viven en la inquieta avidez de medrar o acumular conocimientos. Por contra, el verdadero sabio vive en el sosiego. Su meta es preservar la paz que ya ha logrado por decisión y actitud. Esta imagen de Séneca, que tanto habría halagado a sus deseos de perdurar, no es muy cabal. Para Séneca la condición humana no es una esencia metafísica, ni siquiera una ideación abstracta, sino el engarce de cada cual con el momento presente, su medio, sus circunstancias. Por eso él mismo fue un individuo de muchas caras: político, gran propietario, hombre de negocios, practicante y difusor de la filosofía, orador, poeta. Cualquiera de estas actividades, llevada en la forma en que las llevó Séneca, con una búsqueda casi ansiosa de incremento y perfección, puede llenar la vida de muchos hombres. Él las abordó todas, si no con éxito, con entusiasmo.
Alguien podría decir que por intentar ser grande en tantas cosas no lo fue de verdad en ninguna. En filosofía no fue un Platón, como poeta trágico está lejos de Esquilo. Pero ¿quiénes en la misma Grecia se acercan a esas figuras? Había pasado el tiempo de los gigantes. Séneca no construye una filosofía, es simplemente un usuario y al mismo tiempo un mediador que la transmite a otros. Como poeta no es un sacerdote de las liturgias trágicas, sino más bien un compositor de piezas verbales de hermosa factura y aplicaciones ante todo políticas y psicológicas. Es el dramaturgo de las pasiones que despiden sus destellos terribles en la atmósfera irreal del poder. Nada más y nada menos.
Los romanos eran un pueblo poco individualista, compacto y casi gregario. A ello debieron el éxito de su expansión y dominio ecuménicos. Estaban convencidos de que el hombre suelto no es nada, que uno se debe y le debe todo a los demás. Pero tenían una expresión con trasfondo religioso que usaban a la hora de hacer algo a capricho. Cuando había que obrar según el propio impulso decían genio indulgere, esto es, dar gusto al propio genio divino. Era condescender a los caprichos de un segundo yo que habita en cada hombre, el más personal y profundo, aquel que no es una construcción social sino un arranque que viene de lo oscuro y misterioso. Nosotros hemos secularizado el genio como carácter, pero para ellos era una entidad divina y autónoma. Séneca sintió y siguió impulsos heterogéneos y los integró en una forma única. Como la de todo hombre, su vida debió experimentar una tensión continua entre las exigencias del yo impuesto por la sociedad y el yo que busca forma propia. Y el legado de una vida siempre presenta esas dos caras. Genio y crianza hacen nuestra figura, y así hasta la sepultura (y aun después).
Pero dejando aparte esta duplicidad esencial, quien, ahora al cabo de los siglos, quiera comprender a Séneca se enfrentará a cuatro obstáculos fundamentales. El primero es la escasez de testimonios cercanos que nos describen su vida. El segundo inconveniente parece contradecir al anterior, y es el caudal de palabras suyas que nos ha llegado, embebidas en escritos pertenecientes a los más diversos géneros y organizados conforme a la más experta retórica. Un tercer impedimento se establece a través de la cosificación escolar a la que se ve sometido todo clásico. La última y quizá la más insidiosa trampa es la mitificación: Séneca ni parece ni es un hombre real y verdadero sino un emblema de múltiples significados. Examinemos estos obstáculos uno por uno para saber que están ahí e intentar, si no removerlos, sortearlos al menos.
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