La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El castigo de sufrir alcaldes absurdos

Desde Altamira está todo inventado en pintura. No digamos en política municipal, donde la gran clave es sencilla

Baile de la motomami del alcalde de Granada

Baile de la motomami del alcalde de Granada / M. G. (Granada)

El otro día nos preguntábamos a cuenta del atentado de Algeciras si vivimos en una sociedad directamente boba en la que diversos líderes se refirieron al desgraciado sacristán como “fallecido” en lugar de “asesinado” por aquello de suavizar la realidad, no llamar la atención de los ofendiditos y maquillar las aristas de la existencia. Hoy leemos que el Ayuntamiento de Valencia ha puesto en marcha una suerte de bautizos civiles para celebrar oficialmente “la incorporación de una persona a la vida en sociedad, de recibir a un niño o niña en nuestra comunidad de forma pública, y de fomentar, desde la edad temprana, el sentimiento de pertenencia en la comunidad”, según el alcalde, el señor Ribó, de nombre de pila Joan. O, perdón, de nombre en su bautizo civil Joan. Ribó defiende la medida explicando que “un nacimiento es el inicio de una trayectoria vital donde se dan cita sentimientos, circunstancias y momentos únicos. Y desde las administraciones públicas tenemos que garantizar la libertad y la igualdad de cada nueva vida, lo que tiene que incluir el derecho a celebrar un acto que oficialice el nacimiento, independientemente de si los padres o tutores profesan o no una fe”.

¡Ha sonado la sirena de premio, que descuelguen el oso de peluche gigante que el señor Ribó se lo lleva puesto en el coche oficial! Algunos alcaldes tienen demasiado tiempo libre, o asesores con un exceso de tardes sin ocupación. No aprenden nunca, no quieren aprender. El otro día sufrimos a un alcalde de Granada bailando al ritmo de Rosalía en Tik Tok. ¿Es necesario? ¿En eso consiste la humanización de la política y la apuesta de proximidad con el ciudadano?  ¿De verdad esa popularidad pueril es rentable? Consultores a sueldo habrá que analicen sesudamente los bautizos civiles, los bailecitos, los tuits absurdos y otras chuflerías. Nosotros nos quedamos con aquel mensaje de cordura, sensatez y verdadera moderación de aquella primera ministra de la Democracia española, Soledad Becerril, que definió perfectamente en qué debe consistir la labor de un alcalde: “Se trata de dejar la ciudad mejor de lo que una se la encontró”. No hay más. Se trata de ser serios, gestionar bien la limpieza, la policía y el transporte, gastar el dinero público con cabeza, mantener con dignidad los servicios sociales y olvidar los histrionismos.

No inventen ceremonias a mayor honor y gloria de sus microegos porque, además de absurdas y de prestarse a análisis antropológicos y sobre fobias ocultas, no aportan nada a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Desde Altamira está todo inventado en pintura. Y no digamos en política municipal. No hagan mamarrachadas. No es necesario ni nadie las pide.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios