Muere Antonio Gala

Antonio Gala, ministro de Creación

  • El poeta Ben Clark, becado en la tercera promoción de la Fundación Antonio Gala, recuerda la "generosidad" de un autor que apostó por los jóvenes

Antonio Gala, en un acto de su fundación.

Antonio Gala, en un acto de su fundación. / Juan Ayala

Querido Antonio, llega la noticia de tu muerte en plena Feria del Libro de Madrid, donde "tu cola" reinaba e intimidaba a los demás, y en una jornada electoral. Nadie me convencerá de que no lo has hecho a propósito. Ojalá la noticia sirva para que muchos recuerden en este día de decisiones tu manera de alertarnos de los peligros de la demagogia, tu manera de prevenirnos contra la palabra falsa utilizada para servir al poder.

Este país tiene muchas cosas que agradecerte, Antonio: tus obras, tus artículos, tus entrevistas, tus libros y tus poemas. Sí. Pero también tiene que agradecerte, y mucho, que crearas tu propio "Ministerio de Creación", ajeno a colores políticos y con músculo y alianzas para resistir las puñaladas de la economía: la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. En un país donde poca gente se toma en serio la labor y la función que tiene el artista en la sociedad, supiste crear un lugar donde los creadores y las creadoras jóvenes pudieran sentirse apoyados, cobijados, acompañados. Has muerto pocos días antes de que nosotros, los que configuramos el patronato que tiene el honor y el deber de cuidar de tu sueño, empecemos las entrevistas para la promoción número 22 de la Fundación. Tu proyecto imposible lleva, pues, 21 años siendo una realidad tangible y "evaluable" (los y las residentes han recibido los premios más importantes de sus respectivas disciplinas, son más de 300 los becarios que siguen desarrollando su carrera profesional tras recibir el apoyo de la Fundación), aunque tú nunca creíste en los fuegos fatuos del reconocimiento, más allá del reconocimiento sincero y discreto de los lectores y de los amigos. Y, ya que estamos hablando de reconocimientos y como ahora estamos solos, te confieso que me apena que te murieras sin recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras. ¿Para qué?, me espetarías. Bueno, pues porque nos hubiera hecho muy feliz a los que tanto te quisimos, Antonio, aunque solo fuera por eso. Y por escuchar tu discurso, claro.

Es un día triste, Antonio. Pero también es un día para celebrar tu alegría, para atender las llamadas y los mensajes de los amigos que llaman porque todos necesitamos sentirnos cerca, porque sintiéndonos cerca te sentimos cerca a ti, recordamos y reímos y lloramos también, claro, por sentirte cerca una vez más, como siempre te hemos sentido cerca cuando nos hemos juntado en presentaciones de libros, en exposiciones, en conciertos… o simplemente para vernos los unos a los otros y reconocernos, a nosotros, a los que tuvimos la suerte de conocerte y de disfrutar de tu generosidad. Gracias, Antonio.

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