Francisco Pacheco Romero, promotor y artífice de la afición por el motociclismo en Jerez e impulsor del actual Circuito de velocidad, falleció ayer a los 93 años de edad.

Según explicó a Juan P. Simó en una entrevista publicada en este diario, un buen día, entrados los ochenta, Francisco Pacheco Romero, Paco, le explicó sus planes a un jovencísimo alcalde Pacheco: "Pedro, esto puede ser la mejor publicidad de tu vida, para ti y para Jerez". Y así fue. Francisco había chocado siempre con la negativa de los alcaldes de turno. Al principio, Pedro Pacheco puso muchas pegas, pero su ambición le pudo y se entregó a la iniciativa de Paco. Ahí empezó todo. Y acertó en la apuesta.

Paco se puso manos a la obra. Empezaron a buscar terrenos y una comisión se encargó de ir a Madrid para trasladar la iniciativa al Consejo Superior de Deportes. La idea salió adelante y el 8 de diciembre de 1985 el Circuito permanente de velocidad se inauguraba con una prueba del Campeonato de España de Automovilismo.

Unos cincuenta años antes de todo esto, Francisco Pacheco trabajaba en un establecimiento del número 33 de la calle Arcos, 'Casa Pacheco', y con la exclusividad en las ventas provinciales de las primeras marcas de motos españolas bajo el brazo, siembra la ciudad de bicicletas, motos y velomotores. "Cuanto más vendía, más afición había. La respuesta de la gente fue una de las cosas que a mí me hicieron luchar por el motociclismo en Jerez", explicaba Paco.

Luego vinieron las primeras carreras de motos en la playa de Valdelagrana, después en la Avenida y La Constancia. Se pasó más tarde a un trazado urbano en el polígono de San Benito, pero las quejas del vecindario trasladaron las competiciones a El Portal, que desde 1963 tuvieron carácter internacional con la celebracióndel 'I Trofeo Nuestra Señora de la Merced'.

Francisco 'Paco' Pacheco nació en la plaza de San Miguel en 1917; cuarto hijo de catorce de una familia media de agricultores, vivió en Jerez y Lebrija. La redacción de Deportes de Diario de Jerez se une a las muestras de pesar por tan irreparable pérdida.