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Umtiti provoca una noche de éxtasis en París

Varios jóvenes franceses siguen la semifinal en París.

Varios jóvenes franceses siguen la semifinal en París. / petit tesson / efe

La hinchada francesa festejó en París el pase de su selección a una tercera final del Mundial. En la capital gala, a unos 2.100 kilómetros de San Petersburgo, el ambiente futbolístico hirvió como no lo hacía desde hace tiempo.

Si la Asamblea francesa detuvo los trabajos legislativos "por razones de unidad nacional" para que los diputados siguiesen el partido, las calles de la ciudad estaban en ebullición en los prolegómenos. En un ambiente extrañamente febril, los bares y restaurantes del centro estaban ya repletos una hora antes del encuentro. También registró lleno la plaza del Ayuntamiento parisino, a las orillas del Sena, donde se agolparon miles hinchas frente a una gigantesca pantalla.

Al inicio de la segunda parte los temores de la hinchada se disiparon gracias al cabezazo de Samuel Umtiti. "Nadie se esperaba que fuese él", reconoció un joven en medio del delirio que provocó el central del Barcelona.

En los minutos posteriores al gol, cánticos dedicados a Mbappe, una interpretación del himno francés de la Marsella y olés a cada toque del conjunto galo calentaron el fresco atardecer parisino.

La tensión se palpaba en los últimos diez minutos, sobre todo en el saque de una falta lateral a favor de Bélgica en la que rondó el empate. Entre coros dedicados a Mbappe y al goleador Umtiti, los seis minutos adicionales se les hicieron eternos, pero el pitido final provocó el éxtasis.

On est en final!" ("¡Estamos en la final!", exclamaron los aficionados, mientras se abrazaban, mandaban mensajes a sus familias o se movían frenéticamente. Todo bajo el intenso olor a pólvora y los destellos de bengalas que se encendieron al término de las semifinales.

"Ya lo había dicho. Esto será como en 1998 (cuando Francia ganó su único Mundial). Vamos hasta el final. Somos un equipo, lo demuestra que hoy marcó Umtiti, un defensor", contó con la voz entrecortada Jean-Baptiste que, como el resto de seguidores, trasladó la fiesta posterior a otro lugar emblemático de París, los Campos Elíseos.

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