Juan José Millás, escritor: "No me gusta dejar cabos sueltos en las tramas y lo he llevado a mi vida"
El autor, a través de su protagonista, busca el reportaje perfecto en ‘Ese imbécil va a escribir una novela’ (Alfaguara)
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"No protesté porque el periodismo está lleno de colaboradores que protestan y sé lo que se piensa de ellos en las redacciones, pero esto es lo peor que te pueden decir: que escribas sobre lo que quieras". Con este encargo cargado de libertad -a veces un privilegio y otras una condena- se embarca el incombustible Juan José Millás en su nueva obra: Ese imbécil va a escribir una novela (Alfaguara). El protagonista, también Juan José Millás, viaja por los momentos de su vida. Lejos de tirar de una nostalgia melancólica, el Millás del libro se empeña en cerrar círculos. Con su característico humor, recuerda su juventud universitaria por Madrid, su paso por el seminario, su relación con la profesión y su aterrizaje en la vejez. Ese país que, como la adolescencia, es desconocido hasta que se pisa.
Pregunta.¿Cree que se puede escribir el reportaje perfecto?
Respuesta.No sabemos cuál sería el reportaje perfecto porque siempre se pueden mejorar las cosas un poco, pero se pueden escribir reportajes muy buenos. Siempre hay un momento, cuando uno está escribiendo un reportaje o una novela, que tiene que decir: ya está, este es el límite. Uno debe tener el criterio para saber si está bien o está mal. Pero quien diga que ha escrito un reportaje perfecto o una novela perfecta, pues...
P.Tiene un gran amor propio.
R.Sí, se tiene en mucha estima.
P.¿Es más importante el tema o el enfoque?
R.El enfoque. No hay tema que no sea digno de un cuento, de una novela o de un reportaje. El problema es el modo en que lo abordas. Se suele decir que, en el fondo, solo hay forma.
P.¿Cree que el daño colateral de vivir el actual boom editorial es que hay cada vez más imbéciles tirándose a la piscina de escribir sin ton ni son?
R.Ahora hay más soportes para escribir, pero tengo la sensación de que aquello que valga saldrá a flote. No lo veo como una competencia mala, pero preferiría que fuera más fácil abrirse camino en esta selva de productos.
P.Buscando el tema perfecto para su reportaje, el protagonista se empeña en cerrar círculos.
R.La relación que tiene con su pasado es la de querer saber qué ocurrió. Yo soy un tipo de novelista al que no le gusta dejar cabos sueltos en las tramas y eso lo he llevado a mi vida. Llegas a una edad en la que te preguntas qué puertas que debería haber cerrado se quedaron abiertas y qué puertas se han quedado abiertas debiendo haberse cerrado. Aquí hay un ejercicio de cerrar círculos. Una especie de examen de conciencia de tu propia vida. No podemos cambiar las cosas que ocurrieron, pero sí modificar la relación que tenemos con ellas.
P.En el libro hace un paralelismo entre la adolescencia y la vejez y los considera dos países totalmente desconocidos hasta que uno se adentra en ellos. En este pasaje también aborda el aterrador vacío cuando la vida laboral se acaba.
R.Un psiquiatra gerontólogo me contó que ese momento de la jubilación es catastrófico para algunas personas, porque sus vidas estaban muy ligadas al mundo del trabajo. Las mujeres lo llevan mejor, porque son capaces de inventar actividades alternativas a la vida laboral.
P.También aborda su etapa universitaria por las calles de Madrid. ¿Era tan frecuente estar rodeado de informantes? Si lo piensa en frío, es una traición por parte de supuestos amigos.
R.Éramos tan ingenuos que no se nos ocurría que, entre nuestros compañeros, pudieran haber informantes de la policía. Estaban infiltradísimos, pero eso lo he sabido de mayor. Eran buenísimos. Además, la característica del informante es que no eran policías. Con mucha frecuencia era alguien a quien habían chantajeado.
P.El libro sabe a despedida de la profesión. Esperemos que no sea así, pero ¿cómo ha sido su relación con el periodismo?
R. La gente de mi edad hemos tenido la suerte de vivir unos momentos gloriosos que fueron los de la Transición y de muchos años después. Se hacían periódicos estupendos, los sueldos eran fantásticos y había una ebullición enorme. De repente llega la crisis del papel y ahora la diferencia es brutal. Sin exagerar, se están pagando sueldos más bajos que hace 30 años. Encima, se compite con todas estas plataformas que dan noticias sin ningún rigor. Todo hace que el periodismo esté pasando una crisis, desde mi punto de vista, atroz. El lector de periódicos de papel es, prácticamente, testimonial y el de periódico digital es un lector de titulares.
P.¿Hay esperanzas?
R.No sé responderte a esto. Ojalá haya, pero la esperanza pasaría por hacer mejores periódicos y no abaratar el producto.
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