España

Pedro Sánchez coge la patata caliente

  • El líder del PSOE intentará desde hoy ser investido A la espera de que fracase, Rajoy mantiene su candidatura. Iglesias critica el juego socialista en la otra banda con Ciudadanos.

Un mes y medio después de las elecciones generales del 20 de diciembre empieza a haber algo de luz en un túnel al que sigue sin verse la salida ante la falta de entendimiento entre las dos grandes fuerzas, PSOE y PP, por un lado, y el rechazo mutuo que se profesan las dos emergentes, Podemos y Ciudadanos, para formar Gobierno, una tarea que el rey Felipe encomendó ayer a Pedro Sánchez a la vista de la falta de apoyos de Mariano Rajoy, que se ha apartado a un lado como el que espera sentado ver pasar el cadáver del enemigo.

El Monarca podría haber optado por abrir un tercer periodo de reflexión, pero lo ha hecho, como sugería el guión a priori, por dar la alternativa al secretario general del PSOE. "Gracias Majestad, acepto", fue su respuesta cuando el Monarca le llamó por la tarde por teléfono tras haberle mostrado horas antes, durante su segunda reunión en el Palacio de la Zarzuela dentro de la ronda de consultas, su disposición al reto mayúsculo de formar Gobierno con 90 de los 350 diputados de una Cámara Baja fragmentada como nunca.

Necesitará al menos tres semanas o un mes, según expuso ayer el presidente del Congreso, Patxi López, pero la patata caliente la ha cogido con brío. "Yo voy en serio", espetó el líder socialista en rueda de prensa tras recibir la buena nueva, dispuesto a formar el Gobierno "de cambio" que los españoles "se merecen y necesitan", un desafío ante el que abogó por desterrar la política de "frentes". "A cualquier mal, buen ánimo reparar", dijo parafraseando a Cervantes.

No sólo va a necesitar buena presencia de ánimo, también deberá hacer juegos malabares para entenderse con sus dos socios potenciales, uno naturalmente más que el otro. "Vamos a tender la mano tanto a derecha como a izquierda", dijo Sánchez, en respectivas alusiones a Ciudadanos y Podemos. "Todas las fuerzas del cambio estamos llamadas a entendernos para que ese cambio se haga realidad", agregó.

Puede, pero entre Podemos y Ciudadanos, al margen del buen rollito que se profesan sus líderes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, hay diferencias programáticas que los convierten en agua y aceite y ambas formaciones ya han proclamado su incompatibilidad manifiesta.

Iglesias se declaró ayer "perplejo" ante la "ambigüedad" de Sánchez con su negociación a dos bandas. "Es evidente que un Gobierno con el apoyo de Podemos y Ciudadanos a la vez no es posible", repitió como un soniquete hasta tres veces. Si Sánchez obtuviera el apoyo del grupo de Pablo Iglesias y la abstención de Ciudadanos, tendría la presidencia en sus manos. Rivera está dispuesto a facilitar la gobernabilidad absteniéndose, pero siempre que los morados no formen parte del Ejecutivo como reclama Iglesias, que le exige la mitad de las carteras ministeriales y la vicepresidencia, para él.

La variable que más agrada a los barones socialistas es la de que Ciudadanos apoye la investidura de Sánchez con la abstención de Podemos -no va a pasar-. En todo caso, ambos encajes de bolillos requerirían de los hilos independentistas catalanes, ERC y Democràcia i Llibertat (marca de CDC en el Congreso), que con sus 17 escaños tendrían la llave, votando en blanco o a la batasuna, el tradicional desplante de antaño de la izquierda abertzale. "Nosotros no participamos en la elección de un presidente español", argumentaba HB para explicar su pertinaz ausencia en los debates de investidura de las seis primeras legislaturas.

Ahí entra la gran piedra de toque de la negociación en ciernes, ese referéndum de autodeterminación en Cataluña que exige Podemos y que pone de los nervios a sus otros dos posibles socios. Por eso, Sánchez se apresuró ayer, ya embutido con el traje de aspirante, a puntualizar que nunca pondrá en riesgo la integridad de España y que en todo caso, su solución, la reforma federal de la Constitución, la hará con el consenso de todos. Que no es una graciosa concesión, sino una manera de hacer de la necesidad virtud, puesto que la mayoría absoluta del PP en el Senado aboca al líder socialista a entenderse con los populares, con Rajoy.

Un presidente en funciones que mantiene contra viento y marea su candidatura. Ayer estuvo apenas 45 minutos con Felipe VI y se marchó como vino, sin recibir el encargo del Monarca de formar Gobierno que declinó doce días por su falta de apoyos. Pero ello no significa que renuncie a la reelección. "Vamos a esperar acontecimientos. No renunciamos a presentarnos a la investidura, pero no tengo todavía los apoyos porque el PSOE se niega al diálogo y no puedo garantizar la constitución de un Gobierno estable". Incansable, ayer volvió a pregonar la necesidad de la gran coalición de PP, PSOE y Ciudadanos.

La formación naranja va a poner toda la carne en el asador de la negociación en aras del consenso y a hasta suavizará sus compromisos programáticos mientras no se toque la unidad de España, lo que le pone enfrente de Podemos, con un modelo de reforma constitucional y territorial que sobrepasa a Rivera, que ayer elogió, como los demás, la "sensatez" del Rey.

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