7 Pecados Capitales de la Feria

Avaricia sin freno

EN Jerez tenemos un parque natural donde anidan todo tipo de rapaces: el González Hontoria. Hoy nos pararemos a analizar a los avariciosos, una especie singular que a su vez se divide en dos. Si el individuo en cuestión lo es, pero del linaje de los que disfrutan por el método de acumulación, encontrará en el recinto ferial un completo surtido de baratijas, a cual más escalofriante. Porque allí puede llegarse ligero de equipaje, y al rato, a poco que se proponga uno dar rienda suelta a su síndrome de Diógenes, ir arrastrando cachivaches suficientes como para ser confundido con un buhonero.

Muy socorrido para esos casos de coleccionismo extremo son los carritos de bebé. Independientemente de que se disponga de un nene llorón que lo justifique, llevar un cochecito con capota es de enorme utilidad, ya que en el habitáculo el avaricioso podrá ir amontonando cuantos muñecos de peluche consiga rapiñar en tómbolas y papeleras. Le sobrará sitio para los catavinos y jarras que afane, para los claveles, los sombreros de paja y las tabletas de turrón. Incluso podrá amarrar un globo de esos con forma fálica que no caben por la puerta.

Pero no debemos olvidar que hay otro tipo de avariciosos, los auténticos, cuya máxima ilusión está en volver a casa de madrugada, sin haber estrenado la cartera, y con la satisfacción de haberse puesto las botas por la vía del parasitismo desenfrenado. De este que, para entendernos, se podría llamar gorrón de tarifa plana, es conveniente huir cuanto antes. Y no ya porque su borrachera vaya a repercutir en nuestra economía, sino porque el método que suele emplear esta gente para compensar consiste en demostrarnos su cariño a base de pescozones, en darnos coba y contar chistes hasta sacarnos de quicio. Advertidos quedan.

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