Feria de Jerez

El botellón se come la Feria

  • Aumentan las quejas de vecinos y comerciantes cercanos a La Rosaleda, habilitada como botellódromo juvenil

El botellón avanza imparable. El fenómeno social del botellón, ampliamente arraigado en Jerez, se extiende como una marea por La Rosaleda, donde desde primeras horas de la tarde se concentran miles de jóvenes pertrechados de bebidas espirituosas y refrescos -el hielo lo pone a un euro la bolsa un futuro emprendedor que se está haciendo de oro- hasta no dejar un hueco del parque libre hasta altas horas de la madrugada.

Los más atrevidos se aventuran incluso dentro del Real, el miércoles, por ejemplo, en la calle José Mercé, por la que daba miedo incluso pasear ya entrada la noche, pese a la amplia presencia policial, por la tensión que se respiraba en el ambiente.

Es la gran asignatura pendiente de los últimos años para un gobierno local que no da con la clave para hacer frente a un problema que en la presente edición ha desatado numerosas quejas vecinales y de establecimientos hosteleros y otros comercios próximos al recinto ferial, principalmente porque muchos de los jóvenes utilizan los servicios de estos locales o realizan sus necesidades directamente en la vía pública.

La alcaldesa, María José García-Pelayo resta importancia al problema, que encuadra entre los asuntos que atañen a la seguridad de la Feria. "Estamos intentando cuidar todos los aspectos que tienen que ver con la seguridad, aunque es imposible controlar todo al mínimo detalle", explica Pelayo en alusión al botellón, para el que "hemos habilitado un espacio a fin de que los jóvenes disfruten a su manera de la Feria". "Y lo que tenemos que intentar es que lo pasen bien sin que alteren la seguridad", apostilla la alcaldesa.

Pero el problema persiste y, lejos de menguar, cada año recluta más adeptos.

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