Feria de Jerez

Una mañana bajo doble toldo

  • Las nubes del Sábado de Feria se recibieron con benevolencia en el Real · Fiestas ya ha advertido a cuatro casetas que eso de poner música para todo el Real se va a acabar

Todo comenzó al abrir los ojos. El ruido del toldo, empujado por el viento, al impactar contra el raíl de aluminio lacado se asemejaba demasiado al que hace esa primera gota otoñal al impactar contra los cristales. "¿Está lloviendo?", preguntó él y ella, tras unos segundos de duda, dijo que así lo parecía, que las previsiones lo indicaban de antemano y que si comenzaba a caer agua del cielo en el recinto del González Hontoria tampoco se iban a preocupar demasiado los que allí dentro se ganan la vida estos días. Las posibilidades de que una gota fría haga flotar la noria y los 'Caballitos de la Reina' son prácticamente nulas. Medio dormido, medio despierto y asomado a una ventana en la que aún no daba el sol comprobó que no, que no llovía, que la calle seguía igual de seca y que tan sólo el viento seguía empeñado en machacar, como si del martirio de la gota china se tratase, ese armazón que impedía al pobre toldo volar libre al viento.

Llega la hora de ir a la Feria y el primer dilema se hace presente ante el armario: ¿un polo, una camisa fina, una más gordita, la de franela, quizás el forro polar, abrigo, gabardina...? Tal es la inestabilidad meteorológica que dependiendo de la componente del viento -ora más al oeste, ora de repente del norte en toda regla- hace la decisión especialmente dura.

Tomada una decisión firme y cruzados los dedos para confabularnos con los hados y con el mismísimo primo de Baco -que pasaba por allí camino de un lagar cualquiera- apostamos por una vestimenta que minutos más tarde se tornará infame. Es cuestión de dar media vuelta a casa pero nadie es capaz de asegurar que una vez cambiados de ropas el tiempo no dé media vuelta y lo aconsejado se torne locura.

Llegar al Real y ver un repertorio de jóvenes transportando mercancías como si de reponedores de supermercado en peregrinación se tratara es todo uno. No hay grupo de chavales que acuda al parque González Hontoria sin su buen par de bolsas repletas de refrescos, hielos y botellas de licor para, acto seguido, disfrutar de la Feria del Caballo con una tajada extranjera de padre y señor mío en la cabeza y ni un vaso autóctono en las manos.

Arriba, en los cielos, las nubes se han encargado durante buena parte del sábado de tapizar el espacio celeste de tal forma que, abajo, los toldos se han convertido en meros colaboradores de esa tarea tan esencial en la Feria como es rebajar la temperatura en las casetas. La Feria, tal y como ya informara este medio la semana pasada, acabó siendo una fiesta celebrada entre temperaturas agradables, algo que siempre conviene a los mercaderes del vino de Jerez. Aquellos que hacen negocio con el zumo de cebada se ven más perjudicados, aunque, a fuerza de ser sinceros, son los que ganarían en caso de que se plasmara en un papel el resumen histórico de ferias celebradas y temperaturas 'padecidas'. El calor es enemigo de vapores enológicos.

La Feria del Caballo entró el pasado viernes en su recta final y ya va tocando hacer balance. Es algo que el Ayuntamiento, tradicionalmente, hace el lunes o el martes posterior a la noche del apagón definitivo del Real de la Feria, aunque todavía es posible adelantarse de alguna forma a los designios políticos.

Ayer mismo, la delegada municipal de Fiestas y Cultura, Dolores Barroso, aseguró a este medio que cuatro casetas ya habían sido multadas por excederse en el volumen de sus equipos de música y megafonía. Es más, Barroso señaló que se les advirtió de que si no desistían de su actitud funcionarios municipales procederían al precintado de los equipos, dejando sin música a dichas casetas durante el fin de semana grande la Feria del Caballo, algo que además no sería óbice para la adopción de medidas más 'dolorosas' en forma de multas económicas durante las próximas semanas.

Otro de los asuntos donde el Ayuntamiento incidió ayer fue en que el llamamiento municipal a la contención de precios fue bien recibido por algunos establecimientos del Real y no por otros, lo que provocó que se den casos en los que hay grandísimas diferencias y contrastes entre lo que se pide por "una media botella de fino y una de pimientos" en una caseta normal y en lo que te exigen que pagues en otras donde la carta de precios está escondida debajo de la barra para, de esta forma, garantizarse una mínima afluencia de víctimas-clientes.

La crisis, lejos de vaciar la Feria, permitió que ayer se disfrutara del primer lleno. Hubo que pedir permiso para entrar en la práctica totalidad de las casetas del parque y, de paso, emular a Cristiano Ronaldo a la hora de driblar flamencas, taconeos y faralaes.

Quienes aún estén dispuestos a despedirse de esta embajada del 'Todo Jerez' sobre el albero que se apresuren: hoy, como es bien sabido, en cuanto caiga la tarde, ya no habrá fiesta. Comenzará el desmontaje. La Feria del Caballo sigue teniendo un día menos. Más valdría recuperar el lunes de resaca y cambiarlo por el Día de San Dionisio. (Quizás es que los políticos locales se mueren de gusto por ir detrás de un Pendón. No sé...).

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