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Festival de Jerez

Jerez, un destino insustituible

  • Hablamos con dos de las pocas cursillistas que no se han perdido ninguna edición del Festival

Maïté y Francisca Gamoy se marcan una pataíta en plena calle larga.

Maïté y Francisca Gamoy se marcan una pataíta en plena calle larga. / manuel aranda

Fue en mayo de 1997. Entonces, Maïté y Francisca Gamoy, tras una recomendación del maestro Manolo Marín, decidieron viajar a Jerez. "Van a hacer un festival nuevo y yo voy a dar un curso, creo que puede estar bien", les comentó el propio bailaor trianero a estas dos hermanas francesas meses antes.

Así fue. "Siempre hemos sido muy decididas y por eso vinimos", cuenta Maïté. Su primer curso, curiosamente, fue con Matilde Coral y a partir de ahí su presencia en Festival ha sido anual. "Llevamos 21 años viniendo, no hemos faltado ningún año", asegura.

Tal es su devoción por este Festival y por Jerez que Francisca sostiene que "para nosotros venir cada año es como un renacer, es como si consiguiésemos aquí renovar nuestra energía".

Su afición por el flamenco les viene en la genética. Descendientes de emigrantes españoles a Francia, la menor de las hermanas, Maïte no oculta que "de pequeña yo no quería ser bailaora, ni cantaora, quería ser Lola Flores", recuerda entre risas. Por eso, "cuando llegué por primera vez a Jerez, la tierra de Lola Flores, para mí fue increíble".

En este ir y venir al festival durante más de dos décadas, Maïté ha visto "muchos cambios, sobre todo en la ciudad". Francisca va incluso más allá y asegura haber sentido "mucha tristeza cuando hace cinco años veía que estaban cerrando muchos establecimientos. Han sido años difíciles con la crisis y aquí en Jerez lo he notado bastante. Ahora, afortunadamente, parece que hay más alegría, todo está cambiando".

En estas más de dos décadas como cursillistas han pasado por las clases de maestros como Matilde Coral, Javier Latorre, Angelita Gómez, José Antonio, Antonio Márquez, Mercedes Ruiz, Alfonso Losa, y han vivido experiencias "inolvidables aquí".

Una vez concluida esta edición, ambas admiten que durante varios meses "llegamos a temer por la continuidad del Festival", de hecho reconocen que muchas cursillistas "viendo la incertidumbre decidieron gastar sus ahorros en otros festivales".

A pesar de todo, esta ciudad "es distinta, la gente del flamenco de Jerez tiene una gracia y un arte que no hay en otro sitio, tiene su propia identidad. Además, vas por la calle y ves a los artistas y eso se ve en poco sitios, creo que aquí y en Triana", asegura Maïté. Por ello, "nosotros seguiremos viniendo, no nos gusta la playa ni nada de eso, ahorramos el dinero para disfrutar del flamenco, aquí en Jerez y en otros sitios. Con el dinero que he gastado durante estos años podríamos vivir como marquesas", recalcan entre risas.

El Festival ha terminado, pero Francisca y Maïté, que tiene una academia de baile en Bayona, ya piensan en la próxima edición. Para ellas, Jerez y su muestra "no necesitan muchos cambios, creo que como festival ofrece un amplio abanico de posibilidades, el que viene puede aprender lo que quiera. No cambiaría nada, ya estamos deseando volver, aunque a veces, cuando podemos, venimos en otras épocas del año".

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