La crítica

Recuerdo, luego existo

  • 'Cuando yo era...' un impactante y redondo montaje de la granadina, pone el broche de oro

´Me dejó anclado en la butaca ese disparo brutal, nihilista, descorazonador. Abrumador. Un olor a pólvora acompañado por el puñetazo certero de Eva Yerbabuena a una pella de arcilla de la que emana sangre. Es el crudísimo desenlace de Cuando yo era..., descomunal trabajo que anoche clausuró el XV Festival de Jerez y con el que la autora granadina se reivindica como uno de los faros medulares de cuantos alumbran la creación dancística española contemporánea. Este nuevo y arriesgado trabajo de Eva, muy superior en cuanto a redondez y puesta en escena a su anterior montaje Lluvia, puede resultar incómodo e incomprensible para muchos, pero, ante todo, le agradezco ese ímprobo esfuerzo por mantenerme agitado, por invitarme a reflexionar y a recordar. Porque, al fin y a la postre, la memoria es lo que nos salva de no cometer los mismos errores del pasado. Por ello, le doy las gracias por dejarme  acompañarla en esa travesía inestable, escarpada, donde confronta la angustia con la soledad, el silencio con el ruido y la furia, la tristeza con la frustración, la rabia con el miedo. Y donde aparece  físicamente como una bailaora a ráfagas, con presencias/ausencias constantes, en pos de una creación redonda y brillante.

Volúmenes y expresiones corporales imposibles, espacios redescubiertos y la arcilla en el torno del alfarero como metáfora de cómo la vida nos impregna con sus miserias y alegrías, y nos va modelando con sus azarosos misterios mientras nosotros nos empeñamos en hacer planes triviales  —por ejemplo, la feria y el carnaval entre solanesco y zarandiano  que casi se suceden en el espectáculo—. Ese sentimiento trágico de la vida que destila en toda su trayectoria artística la granadina y que aquí se ve elevado a su máxima expresión. Lo cierto es que aunque nos ahogue por momentos, nos lleve al desasosiego más asfixiante, al mismo tiempo Eva  nos conmueve y conmociona  por su arrolladora intensidad y su brutal fuerza dramática.

Yerbabuena nos golpea en la boca del estómago con esta creación inspirada en la ignominia de la Guerra Civil, más concretamente en una historia real que conoció a través de su bisabuela y la terrible pérdida de su marido, aunque se trata en realidad de una historia extrapolable a la infamia de cualquier otro conflicto bélico. Lo hace con la inteligencia de no recurrir a tópicos ni a histéricas memorias políticamente correctas. La bailaora y coreógrafa va más allá y el enfrentamiento entre bandos queda, como mucho, esbozado por una pelea de gallos (azul contra rojo) en un reñidero que levantan con maestría y mucho talento los bailarines Eduardo Guerrero y Fernando Jiménez. Tan protagonistas y necesarios en el montaje como la protagonista y el resto de un elenco totalmente integrado en la propuesta, con roles dramáticos decisivos en la evolución del relato.

El tenebrismo caravaggiesco del diseño de luces se funde con el expresionismo abstracto del que parte y se alimenta el concepto dancístico y teatral de Eva, un ballet posmoderno, a lo Bausch, donde las líneas que separan la danza, el teatro, lo plástico y la literatura quedan prácticamente diluidas en favor de una propuesta de arte libre y de alta pureza.

Después de salvar al principio de la obra a uno de los tres cantaores arrodillados cual fusilamiento goyesco, Yerbabuena revive la atmósfera opresiva e inquietante del Café Müller, con ese pelo suelto y camisón negro que mancha de arcilla, como en una fuente de abluciones que la purifica del horror de la guerra al compás de la malagueña de Chacón que frasea con solvencia Pepe de Pura. Ahora su soleá ya no es punto y final,   ahora es punto y seguido. Severa desde el principio, ondulada y obsesiva en esa soleá. Pájaro herido en sus alas, apóstata de la vanguardia mal entendida, del falso modismo y lo anodino. Sería imperdonable no ensalzar la soberbia partitura musical de Paco Jarana, que aporta un hilo esencial en el discurso de Yerbabuena. Música en la que a veces destaca la percusión para enfatizar los momentos más dramáticos.

Como en el tramo final, cuando la serrana de un Pepe de Pura maniatado —excelente terna de cantaores— sólo conduce al estallido final, con una bailaora agitándose con estremecimiento, haciendo de sus formas algo cada vez más angustioso. El juego formal cobra toda su dimensión en esos espejos cóncavos y convexos del valleinclanesco callejón del gato que Eva inserta como barraca de esa feria ambulante donde, sólo por un momento, la algarabía vence al pánico y a la catástrofe.

Baile ‘Cuando yo era...’             

Eva Yerbabuena Ballet Flamenco. Baile: Eva Yerbabuena. Cuerpo de baile: Mercedes de Córdoba, Eduardo Guerrero, Fernando Jiménez. Cante: Pepe de Pura, Jeromo Segura, Moi de Morón. Guitarra: Paco Jarana, Manuel de la Luz. Percusión: Manuel José Muñoz ‘El Pájaro’, Raúl Domínguez. Idea original y coreografía: Eva Yerbabuena. Dirección musical: Paco Jarana. Letras: Populares, Horacio García. Escenografía: Vicente Palacios. Iluminación: Fernando Martín. Vestuario: López de Santos. Telas: Chonín Ruesga. Sonido: Manu Meñaca, Ángel Olalla. Máscaras, pájaros y peleles: Sandra Díaz. Dirección escénica: Juan Ruesga. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 12 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno con las entradas agotadas.                   

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