Flamenco de padres a hijos

De casta le viene a Méndez

  • El cantaor, heredero de la dinastía encabezada por La Paquera, ha acompañado en esta edición de la muestra a Kojima y protagonizará junto Belén Maya ‘Tres’, en La Compañía · “El flamenco es transmitir o no transmitir”, afirma contundente

El video del expediente ICHo/2, el que resumía por qué el flamenco tenía necesariamente que ser considerado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, empezaba con unos viejos flamencos y acababa con un grupo de niños en la calle cantando y bailando. No se representaba otra cosa que el legado, una de las grandes cualidades que atesora el ‘arte jondo’, junto con el arraigo, el respeto a las minorías, la proyección exterior…, que le hacían merecedor de la designación que tuvo lugar en Nairobi. Jerez es un ejemplo de tradición y herencia genética flamenca. Sus barrios más señeros, Santiago y San Miguel, se representan por sagas y castas ‘jondas’ que, a su vez, mantienen vínculos de parentesco e interrelación entre sus miembros que han ayudado a la preservación y continuidad en la cadena de la transmisión oral que caracteriza al flamenco. Una de las sagas más representativas es la de los Méndez, encabezada por la inmortal Francisca Méndez Garrido, Paquera de Jerez, que elevó a obra mayor la bulería y un cante visceral y dulce al tiempo. Primo suyo fue Francisco Ruiz, cuya madre fue hermana de la de La Paquera. A sus 63 años, este hostelero de profesión, ya prejubilado, y cantaor íntimo que incluso ganó una copa flamenca en la plaza de toros de Jerez, mira con indisimulado orgullo a su hijo, Jesús Ruiz Cabello, Jesús Méndez, quien con apenas 27 años se ha erigido en el gran estandarte contemporáneo de la saga. El círculo se cierra ahora con él, pero que nadie dude que volverá a abrirse.

¿Imaginaba que Jesús tendría esta llave legada de su tía Paquera? “Qué va, yo no me lo imaginaba, no le inculqué nada, pero él lo ha vivido desde chico, desde mi madre... Siempre estaba cantando y bailando. Ella estaba mala, le llamabas y le preguntabas que cómo estaba: ‘estoy muy mala, hijo, me duelen las piernas…’. Y yo le decía: ‘No, mira es que vamos a ir a tal sitio a comer y hay una fiestecita...’ ‘Ahh, pues hijo ven por mí, ven por mí...’, me decía y se le olvidaban los males”. “Lo de Jesús era impensable”, insiste su padre, mientras recrea la vida en La Asunción, el barrio intermedio que aglutinó a gitanos y flamencos de San Miguel y Santiago sin distinción y en comunidad. No es que desmitifique la herencia recibida, de la que no reniega, pero asegura que nadie le forzó a tomar decisiones que no fuese propias. Así lo cuenta Jesús Méndez: “Yo no me lo creía, ni yo me lo imaginaba, pero me quedé tranquilo. Lo llevaba dentro, viví fiestas muy buenas, en la Feria, en el Rocío... Desde chico escuchaba a Moneo, al Marsellés... De no cantar nunca, sacaba la boca fuera del micro por vergüenza. Me llamaron para la peña Chacón y me lo creí un poco más y fui preocupándome por esto. Todo lo que he hecho ha sido por decisión propia”. A lo Mairena, Francisco Ruiz dice sentirse gitano pese a que “sólo tengo el 50% de mi madre”. Eso sí, “como gitano lo único que defiendo es el cante”, sentencia. ¿Y se está perdiendo? “Se han ido todos los grandes, el último monstruo fue Chocolate. Un día, de niño, me metí en el Volapié a fregar, también hacía los mandados, y en una fiesta en la que estaban Curro Romero, El Beni, Fernanda, Bernarda... había un gitano que le decían el moro que era mutilado de guerra. Nada más que hablaba de su trabajo del matadero, de Paula y del cante. Tenía una muleta antigua y una pierna menos, se puso a escuchar apoyado en una esquinita de la barra a Fernanda y qué le entraría a ese gitano que no se acordó que le faltaba la pierna y salió a bailar; y se cayó de cabeza... Todos se lo comieron a besos, qué sentimientos le entrarían... De eso ya no queda”, remata entre risas.

“Cuanto más estudio y más escucho, más pena me da de no haber nacido antes. Escucho a Mojama y Manuel Torre y digo: ‘esto no es normal’. Ahora la gente no se fija ni en eso, no saben ni que existen, cantan lo primero que escuchan y le llaman flamenco”, afirma concienciado el menor de los Méndez. Y añade: “Voy mucho al Centro Andaluz y me pongo a escuchar cosas de Torre y Mojama, con una velocidad increíble en la voz. Son más modernos que nosotros. La Niña por bamberas alcanza una velocidad que no tiene nadie”. “Escuchar mucho, documentarse, es imprescindible para un cantaor que empieza”, apostilla dejando claro que el cante ‘jondo’ no tiene fin ni horizonte, sólo atraviesas coyunturas más o menos pujantes. “Hay cantaores que han muerto en la miseria por no doblegarse”, proclama su padre. Y contesta Jesús: “Chocolate murió sin hacer tangos y luego ganó un Grammy Latino con un taranto. La moda dice lo que es flamenco y se puede poner de moda al soleá y la seguiriya, por qué no. A lo mejor no pueden ser una moda porque llevan cantándose casi 200 años. El flamenco es transmitir o no transmitir”, remarca.

¿Para qué debería servir al flamenco el reconocimiento de la Unesco? “Para quedarme tranquilo, relajado y tocarle las palmas, sería que sirviese para que se defendiese la pureza del flamenco, acabar con los malos rollos del flamenquito. Cada uno que defienda su tradición”, sostiene el antiguo dueño del Coto y ‘mairenista’ y ‘moneísta’ confeso. Y su hijo Jesús apostilla: “Lo de la Unesco debería de ser favorable. Debe cambiar la forma de mirar a los flamencos, siempre con prejuicios... Esa imagen negativa se sigue viendo, hace poco viniendo de un avión desde Sarajevo, lo notas en cualquier parte, y con que cambiara esto me conformaría”.

Jesús Méndez ha actuado en el elenco del Ballet Kojima, dentro del espectáculo La celestina; protagoniza este jueves junto a Belén Maya el espectáculo Tres, obra de la prestigiosa bailaora; y ofrecerá un recital en solitario el próximo sábado en el ‘off festival’. Será desde la medianoche en El Duende Copas.

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