XXIV Festival de Jerez

La obsesión del movimiento

La obsesión del movimiento

La obsesión del movimiento / foto© Miguel Ángel González

Después de su periplo en el Ballet Flamenco de Andalucía, Rafael Estévez y Nani Paños han retomado su compañía, apostando por un proyecto ambicioso, ‘El sombrero’, una obra basada en el proceso creativo de El tricornio, para muchos, El sombrero de tres picos.

Fieles a su manera de concebir el baile, ambos han creado, a modo de fantasía coreográfica, un universo paralelo a la figura de Félix Fernández, un bailarín al que los ballets rusos que visitaron España al principio del siglo pasado, contraron para enseñar a su estrella, Léonide Massine, en el aprendizaje del folklore español. Sin embargo, lo que iba a ser un sueño para el bailaor, realizar el papel principal en la obra, ‘El sombrero de tres picos’ de Falla, se convirtió en pesadilla, al entrar éste en un estado de shock tras conocer que finalmente no lo haría. El escenario de toda esta situación sucede en Londres, donde Félix, producto de su frustración, sufre episodios de locura que acaban en un asilo, en el que permanecería el resto de su vida (1941).

Toda esta particular historia, se pone en pie con el bailaor isleño Alberto Sellés interpretando el papel de Félix, además de Rafael Estévez haciendo las veces de Serguéi Diaghilev, y Valeriano Paños metiéndose en el papel de Léonide Massine. En torno a ello girará este espectáculo, de casi hora y cuarenta minutos de duración, en el que ambos coreógrafos han desarrolado un trabajo de investigación excelente, no en vano, y bajo un ritmo vertiginoso (que va de más a menos conforme avanza la obra) y un toque más teatral que otras veces, recopilan bailes y cantes de siglos anteriores, personalizándolos incluso en figuras de otras épocas como Juana La Macarrona, Ramirito o el maestro José Otero.

A través de once pasajes, y utilizando, como marca su estética habitual (donde se alternan coreografías corales, con pasos a dos y momentos solistas), constantes movimientos escénicos, van construyendo una fantasía con momentos brillantes, y donde Sellés (que ejecuta una labor encomiable, emulando incluso la histórica anécdota de Félix en la iglesia de San Martin bailando desnudo una farruca hasta quedar exhausto) y Nani Paños asumen gran parte del protagonismo, sin olvidarnos de la siempre particular presencia de Rafael Estévez, que aporta jerarquía encima del escenario.

No obstante, si en la primera parte de la obra, todo transcurre con especial intensidad y relativa velocidad, manteniendo al espectador en constante tensión, a medida que avanza el montaje, todo va decayendo hasta el punto de que el último tramo de la misma se hace eterno.

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