Festival de Jerez

El tiempo no pasa en balde

Cante: Pedro Peña e Inés Bacán. Artistas invitados: Pepe Torres, Antonio El Pelao, Fernanda Funi y Diego de la Margara. Guitarra: Pedro María Peña. Día: 5 de marzo. Lugar: Bodega Los Apóstoles. Aforo: Lleno.

Ni la lluvia impidió que la bodega Los Apóstoles registrará un lleno total para presenciar el cante más puro de Lebrija, representado en las voces de Pedro Peña e Inés Bacán, dos emblemas fundamentales del arte de su tierra. Sin embargo, sólo a cuentagotas, pudo romper la linealidad que tomó el espectáculo, donde apenas hubo puntos de inflexión. Fue todo plano y ni siquiera las aportaciones de Diego de la Margara, impecable en su braceo, ni las de Pepe Torres, exquisito en el baile pero flojo en el cante, terminaron por despertar a un público que con el paso del tiempo fue aletargándose hasta caer en la indiferencia, lo peor que puede pasar a un espectáculo o a un artista.

Acompañados a la guitarra por Pedro María Peña, la noche arrancó de la forma más tradicional, con aires por bulerías. La voz cuajada de Pedro Peña arremetió con fuerza en los primeros compases con esa forma romanceada y cadenciosa propia de este cante autóctono. La réplica la puso Inés con una nana acompasada y en la que su quejío, ancestral donde los haya, asumió protagonismo.

Pintaba bien la cosa. A golpe de nudillos en la mesa y marcando compás por soleá, Pedro se metió en los cantes matrices. Con Juaniquí sobrevolando el ambiente, el lebrijano, bien arropado por la guitarra de su hijo, apuntó momentos de jondura. Dosificando su voz, fue calando hasta rematar con letras de José Illanda. Bien. Cortito y efectivo, y sin alardes pues de facultades anda ya un tanto escaso.

El formato de 'Primos y hermanos', como se denomina este espectáculo, es similar al formulado hace unos días en el mismo escenario, hablamos de Gaditanías, es decir, con un cante tras otro alternando al cantaor. No obstante, si algo diferenció al primero fue el dinamismo empleado, la diversidad de palos utilizados sin que diera tiempo a caer en la monotonía, algo que aquí no ocurrió, ya que si Pedro interpretó soleá, Inés continuó con lo mismo resultando la velada algo cargante.

De cualquier manera, no por ello hay que despreciar su cante, al menos por soleá pues si algo tiene la veterana artista es su extrema profundidad. Marcó bien los tercios, adornando algunos como los de Joaquín el de la Paula con gran profesionalidad. Su sabiduría cantaora quedó plasmada de un trazo.

Instantes después tocó el turno a Pepe Torres, un artista polifacético pues además de bailar ejecutó varias letras por bulerías. Entregado en cuerpo y alma, su concurso pasó desapercibido, al menos en cuanto a cante, bastante mediocre, porque de pataíta anda sobrado.

Los intentos por levantar el ánimo y cambiar el ambiente de desasosiego fueron en vano. Pedro Peña prosiguió con el Romance del Conde Olinos, unos versos que fueron bailados por Diego de la Margara, uno de los artistas invitados. El jerezano, con ese empaque que tiene al bracear y ese característico juego de muñecas, bailó en el sitio, como debe ser, arrancando los mayores aplausos de toda la noche.

Por cantiñas salieron a relucir los clásicos sones del Pinini. Inés Bacán tiró de galones para imprimir al cante esa pausa y ese regusto tan suyo, aunque en ocasiones, al menos en algunos altos, sufrió considerablemente para poder concluir.

De los aires de Cádiz se pasó a la solemnidad de las seguiriyas. De nuevo fue Pedro Peña quien abrió. Al golpe y sin guitarra, siguió con los cantes de la tierra, haciendo las seguiriyas atribuidas a María Borrico y rematando con las de Diego el Lebrijano. Como en otras partes del recital estuvo muy al límite, un problema que también sufrió Inés al ejecutar, de seguido, el mismo palo.

La actuación finalizó por aires festeros de Lebrija.

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