Festival de Jerez

Maneras de vivir

  • La jerezana María del Mar Moreno estrenó en Villamarta ‘Quiero tu cante’, un espectáculo en el que rindió homenaje a la voz bajo un elenco artístico de ensueño, con Malena, Lagos, Juana la del Pipa y La Macanita.

Ocho días después de arrancar el Festival vimos al fin bailar por seguiriyas en Villamarta. Danza desoladora que María del Mar Moreno, que estrenó anoche Quiero tu cante, llevó al paroxismo apretando los dientes y agarrando su negra bata. Movimiento que hace light todo lo visto en este apartado hasta ahora. Borrasca en la oscura noche de los tiempos con la áspera queja de Malena entonando los siete dolores, acordándose de Francisco La Perla y Mairena. Razón incorpórea, que diría el maestro. Un escalofrío que no regresó hasta bien entrados los tangos, cuando el afilado cuchillo de Antonio parte en dos el alma del Titi y Pastora Pavón, mientras la Moreno encara nuevamente ese baile épico, grandilocuente a veces, sentido siempre. Vivido.

Creo que sobra mucho 'metraje' en Quiero tu cante, con pasajes para los cantaores extensos sin razón de ser, pues la bailaora no sale de escena hasta el tramo final; y opino también que quizás el regusto naïf, ese punto cándido e ingenuo, que contiene el discurso que plantea Moreno -una historia de amor, frustración, aceptación, liberación- pueda aburrir a algunos. Pero todos esos puntos flacos, esa falta de pulido que provoca levantar un montaje por primera vez, se suplen con mucha calidad, sabiduría y entrega más que generosa. Basta recordar, en este sentido, cómo se vaciaron Juana la del Pipa y La Macana, pletóricas y abnegadas, que apenas acabar la función del Villamarta corrieron sin aliento a la Bodega Los Apóstoles para defender un recital propio.

La carga simbólica que Moreno imprime a Quiero tu cante es la mayoría de las veces explícita y, en otros momentos, se soterra bajo la letanía de unos cantaores que son tan protagonistas del espectáculo como la propia bailaora jerezana. Habla Moreno de frustraciones, rebeldías, fatigas, tragedias, atracciones, deseos y concesiones. En definitiva, habla de lo que habla el flamenco. Porque a veces, las fragancias más bellas las tenemos tan cerca que ni las olemos.

No acude a paraísos lejanos ni a libretos ininteligibles, sino que simplemente se limita a dar categoría y color al sepia de la tradición. Un ejercicio de librar de la carcoma y el moho a lo genuino que, por desgracia, salvo que lo haga Poveda con sus coplas, es rechazado sin más discusión por muchos que alardean de una vanguardia trasnochada que lo único que incita es a la vergüenza ajena.

Por eso, hay que ser muy osado para mantenerse fiel a los principios esenciales mientras no haya nada mejor que proponer. ¿Para qué diablos necesitará un piano la malagueña del Mellizo que paladeó rebuscándose David Lagos (una vez más soberbio)? ¿Para qué un cajón cuando la garganta de lija de Juana la del Pipa arañó por sí misma en los tientos lo más profundo de nuestras entrañas? ¿Para qué escenografía barata, si con artistas de esta dimensión basta y sobra para llenar de cabo a rabo un escenario?

El abanico rojo que mece María en la refrescante guajira-ranchera que le regala Lagos es un corazón vibrante que revolotea la escena. Una vez más aquí, el privilegio de vivir con sólo lo básico, con lo que de verdad importa para que todo tenga el sentido que le corresponde. Un giro de muñeca, un escorzo, un golpe de cabeza, una mirada furtiva, unas caderas generosas... Todo el repertorio de una María dominadora absoluta de su baile. Una bailaora con una capacidad expresiva e interpretativa que crece, desarrolla y madura año tras año.

Probablemente dejándose llevar por su intuición, María haya pensado que cuanto más, mejor. En cambio, apreciamos mucho más esos números concisos, más pensados, que esas secuencias donde el cante se apoderó de las tablas sin un sentido claro: la excesiva ración de soleá al golpe o la letra de malagueña del Mellizo que hace un aguerrido Manuel Malena, como ejemplos más evidentes. Por el contrario, fueron esos instantes precisos en los que vimos a María en un éxtasis inducido por el cante los que más nos emocionaron. Las pasionales alegrías de Córdoba y cantiñas del Pinini que recreó Lagos bien pudieron ser el clímax de un montaje en el que María nuevamente desgrana su obsesión por el cante y por que su baile cobre voz. La petenera que ella mismo interpretó fue prueba de lo anterior. De nuevo, una artista en el alambre, desembarazada de todo tipo de prejuicios.

Sea como fuere, el relieve que cobraron los cantaores, como se ha dicho, pudo llegar a resultar exagerado y cargante. Por ejemplo, una gran Macana interpretó la canción por bulerías Adiós tristeza de su Jerez, Xerez, Sherry, que bien pudo encajar en el concepto si al final no hubiese habido una ración de más de quince minutos de bulerías en las que participó el elenco al completo. Gestos que el público agradeció sobremanera pero que restaron equilibrio, agilidad y coherencia al planteamiento del espectáculo.

Un lustro después, la fórmula quintaesencial de Jerez puro sigue teniendo el mismo sentido, la misma vigencia. Y es verdad que muchas veces la opción más fácil termina siendo la más arriesgada. Porque tan respetable es innovar desde la raíz como mantenerse leal a unos preceptos, a una forma de entender el arte y el espectáculo. El verdadero problema surge cuando el inmovilismo no es deliberado sino derivado del estancamiento. A María, en todo caso, necesariamente hay que exigirle más que la eterna reedición de lo que mejor le sale. ¿Por qué no experimentar otras formas de vivir sobre el escenario?

Compañía María del Mar Moreno. Baile: María del Mar Moreno. Cante: Antonio Malena, David Lagos, Manuel de Malena, Juana la del Pipa, Tomasa Guerrero 'La Macanita'. Guitarra: Santiago Moreno, José Luis Montón, Malena hijo. Palmas y baile: Luis de la Tota, El Bo. Guión: María del Mar Moreno. Iluminación: Marcos Serna. Vestuario: José María Núñez. Dirección escénica: María del Mar Moreno, Marcos Serna. Dirección: María del Mar Moreno. Día: 6 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

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