"Acudo al crédito para poder comer"

Antonia Cordero. Trabajadora de Acasa

La situación económica de Acasa está llevando a sus trabajadoras a situaciones extremas · Ayuda psicológica, comedores sociales y números rojos que permanecen incluso tras haber cobrado

J.p. Lobato

19 de julio 2011 - 06:58

Para Antonia Cordero, de 54 años y trabajadora de Acasa (concesionaria municipal de ayuda a domicilio) desde hace casi dos décadas, resulta imposible no emocionarse mientras cuenta la situación por la que está pasando. Divorciada, hace frente a los gastos de una convivencia con su hija de 26 años. Debido a los retrasos en los cobros, ha tenido que recurrir a ayuda psicológica: desde hace año y medio son las pastillas las que la ayudan a dormir. Con cartilla en mano y haciendo un repaso de cómo hace frente a una convivencia sin sueldo, sólo quiere lo necesario para seguir adelante.

–¿Cuándo empezó todo?

–En una época donde el nivel de vida está encareciéndose, se necesita de un dinero extra para poder mantenerte, al menos, de julio a diciembre, cuando solemos tener las pagas extras de verano e invierno. Y es precisamente lo primero que perdimos. No quiero lujos, sé que mi sueldo es mínimo y lo básico para subsistir, pero estoy llegando a un punto donde no tengo dinero ni para comer, tengo la nevera casi vacía.

–¿Llevan mucho tiempo soportando esta situación?

–Siempre hemos sufrido retrasos, pero desde hace dos años, cuando la empresa anterior, Sergesa Hogar, nos dejó a deber 1.800 euros por un mes de trabajo más la paga extra, empezó nuestra lucha. Desde entonces no hemos levantado cabeza y los retrasos se han sucedido mes tras mes. Todo el que trabaja es por necesidad, no se hace por gusto, aunque cada una tenemos una situación diferente en casa, yo hablo por mí.

–¿Cómo afronta un día normal de trabajo?

–Es duro ir a trabajar sin haber cobrado, y encima prestando un servicio donde hay que poner buena cara y animar a personas mayores que precisan de tu ayuda. Además, con el calor hay que ir andando de una punta a otra de Jerez para prestar el servicio a las 4 familias que solemos llevar cada trabajadora, porque no tengo ni para el autobús.

–¿No ha pensado buscar otro trabajo para salvar la situación?

–El problema es que me gusta mi trabajo. Me siento realizada ayudando a las personas que más lo necesitan. Precisamente eso es lo que me ayuda a desconectar mientras trabajo y, aunque esté muerta por dentro, seguir para adelante, aunque al final de mi servicio me quede sin energía. Es algo que me encantaría disfrutar en un futuro, a mis 54 años no me planteo ya cambiar de trabajo.

–¿Ha pedido ayuda a alguna organización?

–Ya le he pedido alimentos en varias ocasiones a Cáritas y me estoy planteando seriamente ir a un comedor social como algunas de mis compañeras. El banco es quien no te ayuda. Trabajas, cobras y pagas, es lo único que entiende.

–¿Cómo es su situación familiar?

–Mi hija de 26 años es la que vive conmigo, hace cuatro años que es maestra en Audición y lenguaje, pero tal como está la situación actual de empleo, no encuentra trabajo. Gracias a sus becas y a un poco de esfuerzo por mi parte, conseguí que al menos tuviera una cualificación laboral. A pesar de todo lo que he luchado, me encuentro sola y sin ningún tipo de ayuda. Llevo divorciada muchísimos años y siempre he hecho frente al mantenimiento de mi casa y mis hijos yo sola. Mi otro hijo está casado y tiene una hija, pero también está en paro. Todo el núcleo familiar nos encontramos en la misma situación, es la pescadilla que se muerde la cola.

–¿De qué forma afrontan todo lo que conlleva una vivienda?

–Le hago frente comprando a crédito. Es una vergüenza, pero el otro día para comprar cuatro mandados tuve que pedir un crédito a Carrefour, aunque llega un punto que hay que pagar los intereses, y si siguen creciendo no hay forma de ponerse al día. Debo un año entero de comunidad y me da vergüenza encontrarme con algún vecino en el ascensor. Agacho la cabeza por si me dicen algo, porque están en todo su derecho de quejarse y exigirme el dinero, pero no depende de mí, me siento impotente ante esa situación.

–¿Cómo reaccionaría ante un imprevisto económico en casa?

–Mi sofá está hecho polvo. No hago más que enmendarlo y ponerle forros, no me queda otra opción. La mayoría de enchufes de mi casa están rotos, tengo la lavadora con una alargadera desde hace varios meses y temo que se estropee mi única televisión, porque no tendría dinero para arreglarla. En el caso de mi cuarto de baño, los azulejos se están cayendo, y rezo porque la vecina de abajo no se moleste y se queje.

–¿Cuáles son las consecuencias anímicas de esta situación?

–Llevo en tratamiento psicológico hace un año. Son las pastillas las que me ayudan a dormir. Una vez que te acuestas e intentas relajarte para conciliar el sueño, el pensamiento de que no sabes si vas a tener para pagar la hipoteca y el banco puede ponerte en la calle te atormenta y entras en un estado de ansiedad y estrés que no puedes controlar.

–¿Qué siente al cobrar?

–Sinceramente no disfruto a la hora de cobrar, porque enseguida empiezas a pensar cuándo será la próxima vez, si lo que has recibido va a ser suficiente para un mes, mes y medio o dos meses. Además, no te enfrentas sólo a un mes, afrontas el anterior y el siguiente: te descuentan los intereses de lo que has comprado y tienes que pensar que no sabes si cobrarás el mes siguiente. Es una locura.

stats