Adiós a una mirada llena de humanidad
Obituario
Adrián Fatou Valenzuela, director de Patrimonio, investigador y fotógrafo, fallece a los 53 años
De negro carbón. Como aquellas miradas que captó. De negro carbón se tiñeron ayer Jerez y su mundo. Le llora su amada Venecia, su vibrante Habana y su sagrada India. Le echan en falta la Sala Pescadería Vieja, los Claustros de Santo Domingo, las paredes de ArteaDiario y Los Arcos de la plaza del Arenal. Le extrañan sus compañeros del Ayuntamiento, sus amigos de la Agrupación Fotográfica San Dionisio y los académicos de la Real Academia de Ciencias, Artes y Letras.
Adrián Fatou Valenzuela nació en Jerez en 1962. El mayor de tres hermanos, supo adaptarse bien a los cambios de residencia por el trabajo de su padre, pasando algunas temporadas en Madrid y Jaén. Con nueve años volvió a Jerez y cada mañana se levantaba para ir a estudiar al colegio La Salle Mundo Nuevo. Pero ni Matemáticas ni Lengua, no había mejor lectura para Adrián que todo lo escrito sobre Tintín. Cuando llegaba la 'biblioteca itinerante', Fatou no descansaba hasta conseguir lo nuevo de la aventuras del niño del flequillo rubio.
Amigo de sus amigos, pasó a cursar Bachillerato a La Salle Buen Pastor y fue ahí donde comenzó a enamorarse de la fotografía. El hermano Warleta le transmitió al inquieto Adrián el gusanillo de captar momentos únicos. Desde entonces, la cámara y él se convirtieron en uña y carne, imaginándose como un Tintín reportero por el mundo con su cámara al hombro.
Tras La Salle decidió ir a la Escuela Técnica de Aparejadores en Sevilla. A ello hay que sumarle su Máster en Patrimonio y el título de Ingeniero en Edificación por la Universidad Camilo José Cela. Sus primeros trabajos fueron entre El Puerto y Jerez, y a principios de los noventa sacó su plaza como inspector de tributos en el Ayuntamiento. Fue director del Zoobotánico durante más de un año, donde realizó un inmejorable trabajo en el parque antes de ocupar el puesto de director del Área de Patrimonio. Sin embargo, su camino siempre estuvo marcado por la fotografía.
En febrero de 2007, Adrián se quitó la capa del pudor y mostró por primera vez, de forma individual, sus trabajos. Durante cinco días estuvo pegado a la cámara en Venecia y las más de 5.000 fotos que llegó a realizar dieron fe de ello. El Carnaval de la ciudad de las góndolas siempre le atrajo y tras su viaje reconoció a este periódico, que "de alguna forma volveré a Venecia, ya sea vivo o hecho cenizas".
Investigador incansable, Adrián ingresó en 2014 en la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras, dictando la ponencia '175 años de fotografía en Jerez'. Aquella tarde de verano reconoció que "es para mí un motivo de orgullo y satisfacción ser académico, una responsabilidad a la que espero corresponder con modestas aportaciones, que contribuyan al bien hacer que a lo largo de muchas décadas esta Academia viene acreditando en la vida cultural de la ciudad".
Fatou suena a 'Fotojenia', el Festival Nacional de Fotografía del que fue comisario en Los Claustros, y a la memoria vienen las palabras de Mercedes, quien en la muestra que Adrián organizó sobre Francisco Hernández-Rubio, hace ahora dos años, le dijo: "Creo que mi abuelo se sentiría encantado de esta exposición, primero por el día tan maravilloso que hace, y segundo, porque aunque tenía su genio, estaría feliz y satisfecho de Fatou".
Hace unos meses, recorría los Claustros ultimando la muestra por el 80 aniversario de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, y tanto el Consejo como el público alabó una muestra atractiva y novedosa. Era raro que fallara.
Adrián y 'La otra mirada', sección que captaba cada semana en las páginas de Diario de Jerez desde 2005, nos han dejado. Falleció en la madrugada de ayer a causa de una grave enfermedad. Su mujer, Ana María Bernal, de la que se enamoró cuando estudiaba en La Salle, así como sus hijos, Ana, Adrián y Marta, recibieron ayer el cariño de todos los que un día le conocieron. El Tanatorio se quedó pequeño para el adiós a este 'urbanita', fotógrafo e investigador. Y así, de negro como sus 'hombres de carbón', se tiñó ayer la cultura.
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