Un nuevo registro artístico protagoniza este espacio de clara vocación educativa. Se trata de una obra abstracta realizada con una técnica muy especial, con la encáustica como elemento principal. La encáustica es la utilización de ceras como aglutinante de los pigmentos. Lo mismo que la pintura al óleo utiliza aceites mezclados con los pigmentos, en este caso, el autor ha utilizado la cera para efectuar una mezcla que tiene como consecuencia plástica una masa densa y pastosa. Mediante ella el artista ha ido extendiendo distintas capas sobre el lienzo para, posteriormente, ir despegándolas, consiguiendo una deconstrucción de lo ya construido. El resultado es un bello espacio escénico lleno de colorido, de mucho y determinante colorido, que abre las máximas perspectivas para que el espectador encuentre en esa mezcla cromática una referencia para posibles evocaciones.

La obra, de gran formato y con una disposición muy especial en forma de arco de medio punto, nos lleva a pensar en las grandes obras realizadas para retablos de templos pretéritos. Garikoitz Cuevas nos sitúa en una ambientación casi religiosa. Sorprende un espacio que recuerda los rompimientos de gloria de aquellas obras donde una representación evangélica nos relataba un pasaje protagonizado por personajes sacados del santoral. Aquí el artista ha renunciado a la presencia humana pero, sin embargo, deja abiertas muchas puertas para que nuestra mente organice el final de la escena. Un colorido paisaje de gamas que interactúan unas con otras nos sitúan en un bello campo de visión que, al mismo tiempo, nos transporta a un universo lleno de espiritualidad.

La obra nos define fielmente esa técnica deconstructiva que tan felizmente caracteriza la obra de este artista. La mirada se ve inundada de materia plástica, de capas imprevisibles con formas coloristas; las texturas juegan un papel primordial. Distintas capas de masa pictórica han sido literalmente desprendidas del lienzo para que intervengan con otras series mucho más densas. Esta interactuación provoca un misterioso juego de formas, una fusión de colores y, sobre todo, nos sitúa ante la realidad de un proceso compositivo lleno de entusiasmo plástico y particularidad formal. En la obra la materia, la encáustica perfectamente integrada con los pigmentos y su posterior desprendimiento forzado, nos envuelve con el misterio de la forma para, desde ahí, la emoción que produce tal poderosa formulación plástica, llevarnos a posiciones infinitamente más íntimas, más emotivas; casi espirituales. Es como si la forma nos indujera hacia universos presentido, hacia posiciones que evocan, que crean expectativas e inquietudes y que someten al espíritu desde las formas volubles del color y la materia.

Con esta obra el espectador se introduce en el universo del abstracto pero dejando abiertas compuertas que nos inducen a la sugerencia, a la evocación, a lo presentido, a las marcas de lo mediato a través de la inmediatez absoluta de esas texturas conformadoras.

Piensen, por un momento, en esta obra como retablo de una iglesia cualquiera. La espiritualidad no ofrece dudas. Imagínense, incluso, una escena religiosa envuelta en el misterio que ofrece las gamas y las texturas de la obra.

Consideraciones didácticas

Muchos elementos nos pueden servir para un acercamiento total a la obra de este artista. En primer lugar, se puede investigar sobre la técnica de la ENCÁUSTICA; esencial para el conocimiento del lenguaje técnico de Garikoitz. Asimismo sería interesante insistir en el prefijo DE, pues en la obra nos encontramos registros técnicos como DECONSTRUCCIÓN, que alude al proceso por el que se manipula lo CONSTRUIDO. También al término DECOLLAGE, como antónimo de COLLAGE, siendo éste la utilización de elementos ajenos integradores de la obra artística.

Garikoitz Cuevas