No fue hasta diciembre de 1992, cuando pudimos contar con un Día Internacional de las Personas con Discapacidad, mediante la resolución 47/3 de ese año.

Es un evento que pretende dar visibilidad a las personas con discapacidad debido a las actitudes de rechazo que cierta parte de la población tiene hacia estas personas. De hecho, entre otros, un reciente artículo publicado por la Revista Española de Discapacidad y realizado por varias investigadoras de la Universidad de Oviedo (Moreno et al 2022), pone de manifiesto esta necesidad de visibilizar la discapacidad ya que la mayoría de los colectivos estudiados, incluso los colectivos docentes, manifestaban algún tipo de actitud negativa frente a la discapacidad. Lo más importante de sus conclusiones es que este rechazo no venía provocado por variables como el sexo, la edad o el nivel socioeconómico, sino principalmente por una variable fundamental, la familiaridad con la discapacidad. A mayor familiaridad menor frecuencia de rechazo.

Pero, aunque el día se celebra en conmemoración de todas esas personas que tienen algún tipo de discapacidad, creo que deberíamos celebrarlo todos como un reto más que la raza humana consigue. Es todo un logro que en lugar de dejar de lado a los que tienen más dificultades, consigamos que todos avancemos juntos. La sociedad no está formada por personas con discapacidad y personas sin discapacidad, la sociedad somos todas las personas con diversidad funcional, con distintas formas de conseguir, cada vez más, objetivos similares.

Por ello, el concepto de diversidad funcional puede resultar útil para quien todavía no ha empezado a entender la discapacidad, la antigua minusvalía, desde perspectivas más actuales. Este concepto de diversidad funcional pone el foco en una forma de funcionar diferente para lograr ciertas metas. Sin embargo, el concepto de discapacidad pone su foco en la falta de capacidad para conseguirlas.

Así, ocurre con el concepto de distimia, esa tristeza que algunas personas experimentan de forma estable a lo largo de sus vidas. El prefijo “dis” proveniente del griego significa mal o dificultad y “timia” significa ánimo, con lo que la distimia sería un mal o dificultad del ánimo. Por analogía, la discapacidad podría entenderse como un mal o dificultad en las capacidades de una persona.

Para insistir, en esta visión de la diversidad funcional (casi a modo de mitin), nada mejor que poner algunos ejemplos, aún a riesgo de que alguno de ellos pueda impresionar a quien lea con interés. Uno de los ejemplos de superación más conocidos es el de Gennet Corcuera, que en la actualidad debe de tener unos 40 años. Si se consulta la prensa del 6 de abril del 2019, se puede leer una entrevista en la que cuenta cómo a pesar de ser sordociega, esta joven ha conseguido terminar sus estudios universitarios de magisterio y está trabajando como profesora de educación especial. Sin pretender quitarle mérito a todos sus esfuerzos, cualquiera se debería preguntar si este mérito es sólo de ella o también nuestra sociedad puede sentirse orgullosa de este logro. Otro ejemplo más podría ser el del conocido Nick Vujicic, protagonista del famoso y muy recomendable cortometraje ‘El circo de las mariposas’. Nick nació sin ninguna de sus cuatro extremidades y a pesar de ello, ha escrito varios libros, ha impartido conferencias motivacionales por todo el mundo y ha conseguido protagonizar este estupendo cortometraje.

Una de las organizaciones que más contribuye en nuestro país al logro de estos retos de superación que implica la diversidad funcional es la ONCE, que a través de sus distintos equipos de profesionales facilitan el apoyo psicológico necesario para ganar la confianza suficiente para alcanzar ciertos retos, los trabajadores sociales se esfuerzan en proporcionar información sobre los recursos a los que pueden acceder, los técnicos de rehabilitación proporcionan todos los recursos necesarios para las actividades de la vida diaria, la movilidad y el máximo nivel de autonomía posibles, los instructores tiflotécnicos que facilitan la adquisición de competencias digitales, los técnicos de empleo que facilitan el acceso al mundo laboral y, para los estudiantes, los maestros que les ayudan, desde una perspectiva constructivista, a que resuelvan las dificultades que por su diversidad funcional pueden encontrar en algunos entornos académicos aún poco accesibles.

Existen otras muchas entidades que también pueden sentirse orgullosas por su contribución a incrementar el bienestar y la salud de la población, consiguiendo que la discapacidad se convierta en una forma más de funcionar, en una de las que componen la gran diversidad funcional que hay entre cada una de las personas que forman nuestra sociedad.