Jerez

Don Juan y su amigo Miguel

  • La respuesta de Miguel Primo de Rivera a la abdicación de su gran amigo el Rey: "Si Su Majestad lo ha decidido, bien decidido está"

La historia va y viene y, caprichosa como es, anda salpicada de casualidades. Miguel Primo de Rivero y Urquijo, un vasco nieto del general jerezano, sobrino del fundador de la Falange y ahora alcalde perpetuo de Jerez, siempre mantuvo una grandísima amistad con el rey Juan Carlos. Su padre don Juan también  pisó esta tierra años antes. En José María Pemán tuvo el 'rey que no reinó' a su consejero privado. Cuando no se desplazaba el autor de 'El Divino impaciente' a Estoril, lo hacía don Juan a Jerez. Visitaba a consejeros como el recordado Gabriel Navarro Rincón o pasaba largos días en la finca 'Fuenterey' de Fermín Bohórquez y Mercedes Domecq, cuando no viajaba por aguas de la bahía.

 

Pero la amistad entre Miguel, Miguelito o Miguelón, con don Juan Carlos fue muy temprana, con pantalones cortos. Miguelito y Juan fueron educados juntos en 1949. Y esa amistad perduró y perdura para siempre. La verdad es que sus caminos se separaron pero, paradojas de la vida, vuelven a encontrarse en la juventud. Miguel recuerda las ocasiones en que visitaba al príncipe cuando este estudiaba en la Academia Militar de Zaragoza. "Llegué al Gran Hotel, donde se alojaba los fines de semana. Yo conducía un MG rojo, espectacular, regalo de mi tío Miguel, y estrenaba carné de conducir. Al aparcar frente al hotel, me encontré con el duque de la Torre, que me dijo:  "Ni se te ocurra dejar tu coche al príncipe; si no, aténte a las consecuencias". 

 

"Hola, Miguelón -le saludó el príncipe-. Déjame conducir tu coche'. No le dejé, pero nada más salir y al ver que no nos seguía nadie, paramos y empezó a conducir loco de alegría y sin carné". De regreso al hotel, Martínez Campos nos dijo sin más: "Subid a vuestras habitaciones, de las que este fin de semana no saldréis ni un segundo".

 

Franco siempre ejerció influencia sobre el jovencito Miguel. Hubiera sido un buen hijo, un hijo perfecto. Las familias del Régimen vieron en el apellido Primo de Rivera una larga trayectoria de servicio a la comunidad y se pensó en Miguel para convertirse en alcalde de Jerez. Franco, que siempre mostró envidia del vasco  "porque ser alcalde de su pueblo es lo mejor  que le puede pasar a un político", logró convencerle. Miguel aceptó pero  rechazó con éxito la obligación de desempeñar el cargo de jefe local del Movimiento.

 

Hay un  dato  que a veces escapa: Miguel asume la alcaldía entre 1965 y 1971, un año más del mandato obligado. Franco se lo pidió. Así podría el general visitar la ciudad  siendo alcalde Miguelito. En octubre de 1970, Franco llegó a Jerez, inauguró el Monumento al Caballo, descubrió un busto dedicado a su memoria y presenció un a exhibición ecuestre. 

 

Don Juan Carlos y doña Sofía lo harían meses después, en 1971. Venían de recorrer casi toda España y en algunos lugares sólo recordaban sinsabores: "En un pueblo de Valladolid -contaba el príncipe-, hubo gentes que nos tiraron patatas cuando pasamos con los coches. El ministro de Agricultura, con el que viajábamos, estaba horrorizado. Tuve que tranquilizarle: 'Cálmese, señor ministro, a quien se las tiran es a mí, no a usted". 

 

Un año después, 26 de marzo de 1972, los príncipes vuelven a Jerez. Acuden a la Feria, donde Alvarito estrena el espectáculo 'Cómo bailan los caballos andaluces' en la carpa de la Semana del Caballo. Terminado el acto, el príncipe se acercó a Alvarito, 'Caballo de Oro' aquel año,  y le animó: "Sigue con esto, Álvaro, nunca lo dejes".

 

Sus hijos cuentan que desde que dejó la política el que fue alcalde de Jerez y miembro del Consejo del Reino, en 1978, siempre ha mantenido una lealtad inquebrantable a la persona que él siempre llamaba Su Majestad, pese a ser amigos de la niñez y durante muchos años jugar juntos al squash en La Zarzuela o compartir cacerías. 

 

La discreción política de Miguel durante toda la transición fue absoluta, pero mantuvo encuentros frecuentes con el Rey después de que, de algún modo, él fuera el muñidor de lo que se conoce como el 'hara kiri'. "Tras su apoyo a la reforma política fue tachado por parte de las Cortes de rojo, y lo cierto es que mi padre tenía una conciencia social y un ideario político que quizá no se haya reconocido", lamenta su hijo Michi. "A mi padre se le han tenido que pasar esta mañana (por ayer) muchas cosas por la cabeza, pero siempre ha sido tan discreto en su relación con el rey, incluso dentro de la familia, que se las habrá quedado para él...", afirmaba ayer su hijo Miguel.   

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