Educación | Psicología

No, me da vergüenza

La vergüenza.

La vergüenza.

No hay emociones buenas y emociones malas. Todas las emociones sirven para algo. Pero, sin embargo, en muchas ocasiones tratamos de evitarlas porque nos pueden resultar desagradables. La vergüenza es una de esas emociones que tratamos de eliminar de nuestras vidas desde que somos niños y, a veces, con la total complicidad de nuestros padres y familiares.

Cuántas veces habrás evitado en tu infancia afrontar ciertas situaciones, para evitar sentir vergüenza. Como si esas situaciones fueran las que provocan tus emociones. Pero cómo es posible que te generen esa emoción a ti y no a otras personas. Si verdaderamente fuera esa situación la que generara la vergüenza, lo lógico sería que no te la generara sólo a ti, sino que se la generaría también a todos los demás.

Aunque parezca obvio, hasta que no te des cuenta de esto, no utilizarás todas tus armas para empezar a superar esas circunstancias que tanto te vienen costando desde que eras pequeño. Una de las más habituales es decir lo que piensas, aunque los demás piensen lo contrario.

En estas circunstancias, puedes llegar a sentirte inferior o ridículo y, por ello, tiendes a callarte y a dar la razón a los otros, aunque pienses completamente lo contrario. Te da vergüenza que los demás piensen que estas equivocado o que eres un inculto o, incluso, que eres un anticuado.

Insisto, sólo cuando descubras que la vergüenza no viene provocada por las creencias, pensamientos o comentarios de los demás podrás superar la timidez. Pero, entonces ¿qué es lo que provoca la vergüenza?

La respuesta es sencilla, son nuestros propios pensamientos. Cuando piensas que has hecho algo muy mal o algo que no deberías haber hecho sólo porque ellos te lo dicen o simplemente porque estés convencido de que es así, surgirá esa emoción de vergüenza. Entonces, aparecerá la tensión en tu cuerpo que te llevará a ruborizarte, a agachar la mirada y a tratar de desaparecer.

Cuando eras pequeño y no ibas a comprar el pan porque te daba vergüenza, empezaste a convencerte de que no sabías hacerlo y que si te arriesgabas algún día lo harías mal. Salvo que tus padres te enseñaran y animaran a hacerlo y luego te explicaran lo bien que lo habías hecho. Entonces, pensar que comprar el pan era algo que sabías hacer bien, te hubiera llevado a hacerlo con facilidad y con confianza.

Es la pescadilla que se muerde la cola, si evitas hacer las cosas porque crees que te provocan vergüenza, nunca las prácticas y entonces nunca compruebas que puedes hacerlas bien. Como escribe Brene Brown -una gran experta en el estudio de la vergüenza- afrontar las dificultades, a pesar de la vergüenza, es una importante muestra de valentía.

En el colegio, muchos profesores, desde la primera infancia, ya trabajan las emociones con el alumnado. Enseñándoles desde muy pequeños que las emociones no son malas y que cuando aprendan a hacer esa tarea que tan difícil les parece, las emociones como el miedo o la vergüenza terminarán desapareciendo y entonces ellos se sentirán un poco más importantes, un poco más autónomos y un poco más felices cada día.

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