Jerez

Encierros a caballo

  • En pleno verano se sucede esta práctica por muchos pueblos de España. Así es una de las artes más viejas que aún sobreviven en la cultura vaquera de la piel del toro

Estamos en verano y es ahora cuando se suceden por muchos pueblos de nuestra geografía las fiestas populares en honor de santos y santas, patrones y patronas de diversa índole y condición. La mayoría de ellas están inexorablemente asociadas al festejo taurino, y éste, al traslado y encierro de reses a caballo. Es verdad que la modernidad ha traído nuevos modos de transporte del ganado pero allí donde se conserva, la tradición se vive y se disfruta como la propia fiesta de los toros.

'Los encierros en las plazas de toros, en las ciudades, se hacen siempre de noche, y aunque con la costumbre de conducir los toros en cajones va desapareciendo, aún se practican (…). En muchos pueblos se celebran aún previamente a la corrida y es celebrado como la propia fiesta'. Este testimonio de la 'biblia' de los toros, 'El Cossío', demuestra la historia y la tradición de los encierros. Hay que remitirse a las autoridades que han hablado y han escrito sobre el tema de modo claro, ameno y divulgativo, como José María de Cossío o Álvaro Domecq y Díez. Este último decía: 'Allá en el horizonte un caballo galopa. Y pienso cuánto debieron influir aquellos milenarios 'finos y elegantes jinetes' (tal como los describía Pemán) en los orígenes del toreo a caballo. Sin ellos no habría posibilidad de realizar las faenas que precisan las ganaderías de reses bravas'. Y así es. En las faenas diarias el caballo es el mejor modo o vehículo para ojear y revisar la ganadería, comprobar qué ha ocurrido y qué ocurre… El caballo permite al vaquero 'colarse' entre los animales y ver, de modo pausado y silencioso, qué pasó durante la noche y qué pasa; qué vaca ha sido cubierta, cuál ha parido; examinar a cada animal y ver si alguno presenta heridas o secuelas de alguna pelea, o síntomas de alguna enfermedad (tristeza, falta de apetito, orejas mustias, lánguidas…). Un adecuado repaso de la ganadería es crucial para un estado óptimo de la misma.

El campo es la mejor escuela del toreo a caballo. La convivencia diaria con los animales enseña cómo se deben tratar, ayuda a conocer su carácter y el comportamiento de cada animal, sus costumbres, sus reacciones, sus manías, su bravura, su modo de embestir…

Los vaqueros deben tener una monta natural, nada forzada; de otro modo no soportarían las largas jornadas de trabajo. Un buen vaquero ha de montar derecho, firme pero relajado. De hecho, avezados y experimentados vaqueros cruzan las piernas sobre el caballo para descansar en las paradas que se hacen en la marcha, e incluso son capaces de quedarse dormidos sobre la montura.

En la actualidad, y a pesar de que las paradas han disminuido considerablemente en número de ejemplares y los encierros no son ni tan largos ni tan peligrosos, los cabestros todavía siguen siendo necesarios. Un cabestro, en palabras del gran viajero del siglo XIX, gran etapa de exploradores y aventureros que trataban a España como un país exótico, el barón Charles Davillier, caballerizo mayor de Napoleón III y autor de 'Viaje por España', es: 'Un buey grande, ordinariamente de pelo claro y perfectamente inofensivo a pesar de la longitud de sus cuernos. Pasta en los prados en compañía de los toros, que lo siguen con asombrosa docilidad; abre la marcha y es ayudado por los vaqueros, que con la garrocha en la mano cargan en los animales más recalcitrantes'. El cabestro es un animal al que la castración le ha dejado sin bravura. Se distingue fácilmente del ganado bravo y es fácil de ver desde la distancia. Con todo, antes que verlos se escuchan, pues el sonido de sus cencerros definen el campo español. En este sentido, hay que aclarar que para oídos privilegiados es posible distinguir varios tipos de cencerros, según Álvaro Domecq en su obra 'El toro bravo': 'Los cabestros delanteros llevan más que cencerros una campanilla, no mayor que una esquila, sujeta a un collar de cuero; los de en medio, cencerros pequeños, y serán los de 'la zaga' aquellos que usen los cencerros grandes, los de sonido bronco, lento, ya que por ser los de más peso, incitan a que anden lentamente, recogiendo detrás los animales, los toros que quieran volverse'.

El encierro a caballo consiste en trasladar los toros que van a participar en los festejos taurinos, encierros en las calles y corridas de toros. La primera función es el apartado de las reses que van a ser trasladadas, y aquí la colaboración de los cabestros es imprescindible. El mayor riesgo es que alguno de los toros se desmande y se vuelva. El toro, cuanto más acompañado va, mejor obedece, aunque esta afirmación es cierta sólo con matices. El exceso de gente y, sobre todo, de gente poco formada y entrometida, puede ser nocivo.

Recorrido ya el camino, por cordeles y cañadas reales como antaño, se llega a las inmediaciones de la plaza, y al momento más complicado del encierro. Tras pasear a campo abierto de modo tranquilo y pausado los animales se ven forzados a entrar por un paso angosto y lleno de gente. Para suavizar la entrada se coloca una manga consistente en dos palanqueras o estacadas a ambos lados de la puerta formando así una especie de embudo que facilita la entrada de los toros. Al comenzar la manga se ha de forzar la marcha, arreando o acelerando cada vez más para, con el aturdimiento, evitar que el toro se vuelva. Aún así no son pocas las ocasiones en que algún toro encuentra una salida entre los caballos, los bueyes y la gente y se vuelve hacia su querencia, la dehesa. Estas situaciones son celebradas por el público, que disfruta del espectáculo, pero nada gustan a los vaqueros: trabajo extra para todos, caballos y jinetes, cabestros y cabestreros e incluso los perros, que desarrollan un trabajo insustituible en el manejo de los toros. Todos ellos actúan sometidos al mando del mayoral. En estos casos, volver el toro es harto complicado. El buen hacer de los profesionales logra en la mayoría de los casos encerrar al toro escapado y finalizar con éxito la faena, lo que ocurre de puertas adentro es cosa distinta y propia de ser narrada en otro lugar.

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