“Escribir del toreo y de poesía es igual de innecesario”

Jesús Soto de Paula. Escritor

Jesús Soto de Paula.
Jesús Soto de Paula. / Manuel Aranda
Arantxa Cala

Jerez, 24 de marzo 2022 - 05:00

–¿Por qué ‘Galleando y Belmonteando, Aforismos Luzbelianos’ (Libros Canto y Cuento)?

–Escribo para salvarme de la vida y, este libro, como los anteriores, me hacen gozar de otra realidad que no es ésta, la de la vida misma. Si lo pensara demasiado no publicaría ningún libro, pero todo pertenece a una necesidad de espíritu. ‘Galleando y Belmonteando’ es una sucesión de pequeñas ausencias que se salvan de la tediosa vida.

–¿Un libro para todos, taurinos y antitaurinos?

–Escribo para mí mismo y jamás pensando en que pueda ser para pocos o para muchos. Es un libro de sentimientos y para todo aquel que tenga ojos y oídos para el arte y su sufrimiento.

–¿Qué otras artes acoge la obra?, usted que es tan amante de la pintura.

–En ‘Revoluciones y Revelaciones Toreras’ había una fuerte vinculación con la pintura y la tauromaquia, por ello invité a ese hermano mío de lo divino que es el pintor Diego Ramos. Y en este libro esa vinculación con las otras artes sigue presente. Empecé escribiendo sobre el arte en general (toros, pintura, escultura, vida, poesía…) y poco a poco se fue metamorfoseando en esa extraña dicotomía espiritual entre el duende como posesión y el duende como poseído. En esa misteriosa revelación se me aparecen Joselito y Belmonte, y es en ellos en los que me encuentro y me pierdo para ahondar en los aforismos. Porque el aforismo encierra mucho de toreo, aunque el toreo no lo sepa. Todo se produce en un visto y no visto, en esa mágica conjunción entre la vida y la muerte que es el toreo. Y el aforismo en su esencia es eso mismo, un juego de ver y no ver, y que oculta en su escueta dimensión de dos líneas una revelación. Ya Cúchares toreaba por aforismos en su juego y burla, por eso se le llama el arte de Cúchares. Él toreaba con una bella travesura, toreaba entre ironías y sarcasmos, o sea, toreaba por aforismos.

–¿Todavía tiene sentido escribir sobre el toreo o es una apuesta romántica?

–Escribir del toreo es algo tan innecesario como escribir de poesía. Pero justo por eso, yo lo encuentro muy necesario. El romanticismo, para mí, es más esencial que las cosas denominadas esenciales en la vida. Mis últimos libros son precisamente un halo de rebeldía que se salen y repudian las modas imperantes, pues están escritos en otro pulso y otro ritmo a los tiempos que corren. No temo decir que me horroriza la vida actual. Por ello, creo que ya es en mis libros donde vivo y más aún donde muero. Pero en una muerte gozosa, sin esperar nada a cambio.

–¿Cómo ha sido la documentación, tan intensa como ‘Torerías y Diabluras’, que duró cinco años?

–La documentación de este libro la encontré hace muchos años quemando periódicos viejos. De repente vi quemarse, sin yo quererlo, una foto de Joselito el Gallo. Tuve el impulso de levantarme y salvarla del fuego de la chimenea, pues no sabía cómo había llegado ahí. Pero vi tanta belleza en cómo se iba quemando aquel lance de Joselito, que preferí pararme y observar. En aquel instante se empezó a fraguar este libro. Nunca mejor dicho, a fuego lento. Pues descubrí que el toreo era eso mismo, una imagen que, como aquella fotografía, se nos quema en lo efímero de un instante para convertirse en cenizas. Y fíjese, que en esa nada, y en ese gris de las cenizas, es donde yo encuentro el infinito y su milagro.

–¿Cómo se ha sentido tras escribir esta obra?

–Está escrita entre ojos cerrados y abiertos. Sobre Joselito he escrito con los ojos bien abiertos, porque su toreo era todo claridad en ese pensamiento que ocultaba la tragedia, y que tal como escribo en este libro, fue su tragedia en Talavera la que lo encontró a él. Pienso que Joselito murió por su propio exceso de inteligencia. Con Belmonte escribo con los ojos cerrados, como me ocurre con Paula. Precisamente porque en ellos veo esa tragedia que sólo vemos con los ojos del alma. Lo resumo en un aforismo: “en Joselito vemos y en Belmonte oímos”.

–¿Qué opina su padre de este libro?

–Se lo di y vi que le hizo una enorme ilusión. Tengo por norma no preguntar a nadie eso de qué te parece mi libro. Prefiero que me lo diga él si le da la gana.

–A propósito, ¿cómo se encuentra él?

–Anda con muchos achaques ya. Va tirando. Lo que es Rafael de Paula es lo que sólo podría haber sido un torero tan inigualable e irrepetible como Rafael de Paula, que jamás diré que es mejor ni peor que ninguno, porque para mí, decir que Paula es el mejor torero al que yo he visto torear es una banal vulgaridad y una estúpida comparación. Lo de Paula es otra cosa. Es esa razón del espíritu que no precisa de ninguna explicación. Creo que sólo los que le hayamos visto sabemos que Paula está en otra dimensión, donde quizás yo sólo he encontrado paralelismo con la literatura de Goethe, la música de Beethoven o la pintura de Caravaggio. Son ese tipo de genios que trascienden lo puramente humano, y que a su vez, muestran con el mayor vigor la más bella debilidad del ser humano.

Con sentido y sensibilidad

Nacido en Jerez en mayo del 74, Jesús Soto de Paula fraguó su sensibilidad hacia la tauromaquia desde pequeño, acudiendo a las plazas, y hacia la literatura, fruto de la necesidad de escribir sobre lo que había visto en ellas. Es amante también de la pintura, el flamenco y la filosofía. Entre sus obras destacan sus dos últimas, ‘Torerías y Diabluras’ y ‘Revoluciones y Revelaciones Toreras’. Con ‘Galleando y Belmonteando’ se estrena con el aforismo como medio para introducirnos en su mundo literario.

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