Exhumando la historia de España
memoria rescatada Los cádaveres desenterrados en la finca El Marrufo remarcan el terror de la época franquista
Unas horas en las excavaciones de la finca El Marrufo reviven la historia de terror vivida tras el golpe de Estado franquista, que convirtió al cortijo en un campo de concentración republicano
La tranquilidad que presentan en la actualidad las tierras de la finca El Marrufo esconde los ecos pasados del terror que vivieron y respiraron los vecinos de pueblos colindantes al territorio hace 76 años, cuando vieron convertido el cortijo en un campo de concentración donde fueron fusilados, según estudios iniciales, alrededor de 300 personas en el paso de las tropas sublevadas de Franco en busca de una de las últimas bolsas de resistencia republicana en España. Muerte, injusticia y la espera de una recuperación histórica se dan cita a partes iguales entre los límites de la parcela situada en el valle de la Sauceda, confluencia de las provincias de Cádiz y Málaga, lugar geográficamente estratégico puesto que el mando militar sublevado tenía especial interés en terminar con la comunicación entre Ronda y Algeciras y salvar los obstáculos de su avance hacia Málaga.
La excavación y exhumación de los cadáveres del Marrufo es la culminación de un proceso muy largo que se inició a finales de los años 80 a través de la recogida de documentos históricos y testimonios personales que avalaran la existencia de los fusilamientos, ya que entre los paisanos de pueblos de alrededor se sabía la tragedia pero había que encontrar pruebas fehacientes. Tres son las materias principales que confluyen en los estudios de los sucesos en la finca. Por un lado, Fernando Sigler Rivera es el coordinador de las investigaciones históricas, así como miembro de la asociación Papeles de Historia, que trabaja mano a mano con el organizador arqueológico de la excavación, Jesús Román Román, y el presidente de la asociación de Familiares Represaliados por el Franquismo de la Sauceda y el Marrufo, Andrés Rebolledo Barreno.
Entre julio y agosto del año pasado se realizó un estudio previo del terreno que consistió en esta consulta de documentos históricos, testimonios personales y catas arqueológicas que terminaron constatando lo que el pueblo sabía desde hacía muchos años, que efectivamente había fosas comunes en la finca tras hallar dos cráneos. Fernando Sigler explica como "tras ese primer paso, se elaboró un proyecto de exhumación general de toda la finca con la idea de que ya sabíamos que había cientos de personas enterradas. Así que este año comenzamos el pasado 2 de julio y ya hemos localizado cuatro fosas con 21 cuerpos que tienen señales de violencia y evidencias balísticas".
Hasta ahora cuatro son las fosas en las que trabajan exhaustivamente los expertos en El Marrufo. En la primera se han encontrado hasta la fecha diez cadáveres. En la segunda ya han sido exhumados y levantados los únicos dos cuerpos encontrados. Una tercera fosa apareció tras detectar los restos de una mujer con una peineta en la parte trasera del cráneo, enterrada con otro cadáver pequeño con un pendiente que parece ser su hija. En esta parcela de dos metros cuadrados, tras estimaciones iniciales, pueden haber enterradas entre 7 y 9 personas. Un cuarto enterramiento ha sido descubierto tras seguir investigando en la primera fosa, donde todavía está por determinar cuántos cuerpos puede haber. Está previsto que dos fosas nuevas sean excavadas en la parte superior del monte debido a las evidencias de balas, fusiles o pistolas encontradas en la zona.
Para estimar cuántas personas pueden permanecer enterradas en la parcela del valle de la Sauceda hay que tener en cuenta que el territorio tenía una población de 500 a 2.000 personas, a las que hay que sumar la población refugiada que huía de los pueblos de alrededor a medida que avanzaban las tropas sublevadas. San José del Valle, Algar, Tempul, Alcalá de los Gazules, Jimena de la Frontera, Ubrique y Cortes son algunas de las localizaciones de las que provenían los republicanos que querían salvar su vida.
Para ajustar la fecha en que se produjeron las matanzas, hay que situar el momento en que se produce el golpe de Estado en España el pasado 18 de julio de 1936. Hasta el 31 de octubre del mismo año, la zona del Marrufo fue una de las últimas zonas leales al régimen republicano, produciéndose la ocupación por parte de los sublevados el día 1 de noviembre con un destacamento militar encabezado por el teniente José Robles Ales, siguiendo las directrices del ejército del Sur encabezado por Queipo de Llano. Fernando Sigler explica cómo "las fuentes sublevadas hablaban en los días previos de esta zona de que había un millar de milicianos armados. Los golpistas necesitaban acabar con el último refugio republicano. En su lógica de 'tierra quemada', no podían permitir la existencia de una bolsa de resistencia que impidiera dejar expedito el avance hacia Málaga". La situación estratégica de esta zona obligó a los sublevados a "coordinar sus fuerzas con columnas procedentes prácticamente de los cuatro puntos cardinales para asegurar su ocupación", explica el historiador, quien también esclarece que "hasta finales de febrero de 1937 se produjeron fusilamientos sin causa previa. Es decir, sin proceso de causa, hasta que la autoridad militar de Sevilla instó a que los republicanos detenidos fueran sometidos a consejos de guerra, aunque la mayoría seguía derivando en fusilamientos".
Una vez concluidas las excavaciones intervienen los antropólogos físicos Juan Carlos Pecero Espín y Juan Manuel Guijo Mauri, especialistas en el estudio de los huesos humanos. Tras hacer el estudio correspondiente, extraen las muestras de ADN para hacer un banco de muestras de los familiares y otro de los fusilados para intentar casar los resultados. Pecero relata su trabajo diario en El Marrufo como una "documentación in situ. Contextualizamos todos los hallazgos relacionados con los individuos y delimitamos si existen evidencias relacionadas con episodios de violencia". El antropólogo especialista señala que las agresiones se hacen patentes debido a "las posiciones anómalas en los entierros. Estos cadáveres presentan unas posturas forzadas, e incluso hemos encontrado extremidades separadas del cuerpo. También tenemos evidencias balísticas, ya que algunos cuerpos tienen proyectiles en el cráneo u otras extremidades, aunque hay otras evidencias que no dejan huellas en el hueso pero sí están relacionadas con la violencia, como alambres con los que maniataban a los fusilados o balas que se alojan en zonas sensibles del cuerpo".
En cuanto al estado en que se encuentran los cuerpos, Pecero señala que el nivel de conservación es "medio. Están fundamentalmente afectados por el terreno, que en este caso disuelve y hace que se pierdan las sustancias de algunas partes más sensibles de los huesos". Barajando unos datos provisionales y "a pie de calle", el antropólogo, señala que "la mayoría de cuerpos hallados son de sexo masculino, aunque también hay de mujeres". La franja de edad es más variable, aunque la mayoría son adultos de edad media por debajo de los 45 años. A nivel histórico, Fernando Sigler relata cómo las mujeres y los niños eran recluidos en "la ermita aún existente en el cortijo, mientras los hombres eran encerrados en los pabellones anejos". Las mujeres eran torturadas para que dieran datos sobre sus allegados, mientras los fusilados eran enterrados en las fosas comunes que las víctimas habían sido obligadas a cavar previamente. El historiador, además, cuenta basándose en los relatos históricos "que el teniente Robles no decidía menos de cinco fusilamientos diarios. Además, obligaba a la banda de música de Ubrique a tocar en la finca para evitar que oyeran los gritos de desesperación de las mujeres torturadas y violadas".
El presidente de la asociación de Familiares Represaliados por el Franquismo de la Sauceda y el Marrufo, Andrés Rebolledo, además de una "implicación como ciudadano", tiene un leitmotiv personal, ya que su abuelo y un hermano de éste fueron fusilados y descansan en las tierras de la finca. El presidente señala la importancia del proyecto en cuanto a la "recuperación histórica y el dar la dignidad que se merecen a esas personas que murieron fusiladas y asesinadas injustamente por defender la legalidad de la república". En el colectivo entienden que "estas matanzas no pueden quedar en el olvido. De alguna forma, esto es una asignatura pendiente que tienen nuestro país desde hace ya muchas décadas". Los encargados de esta excavación "palpamos, respiramos y conocemos la historia, porque de alguna forma, nuestros familiares nos contaron poco de esa época por un miedo todavía calado al régimen. Nuestro objetivo principal es condenar la impunidad, los crímenes de guerra hacia la población civil y contra la humanidad".
Este proyecto se financia actualmente por dinero donado de un familiar de fusilado, que además de sufragar los gastos de las excavaciones y exhumaciones será destinado a otras cuatro iniciativas una vez terminen las investigaciones en la finca el Marrufo. La primera idea es la de la compra y rehabilitación de un edificio del casco antiguo de Jimena para la creación de la Casa de la Memoria, que se convertirá en un entro de investigación sobre la memoria histórica. Otro de los planes para dignificar y homenajear a los fusilados es el de restaurar el antiguo cementerio de la aldea de la Sauceda, que se dejó de usar en los años 60 y donde se pretende dar sepultura a todos los cuerpos hallados y colocar un monolito en forma de homenaje. Los dos último propósitos son la elaboración de una exposición itinerante por todos los pueblos de alrededor explicando lo sucedido en el Marrufo durante la dictadura, así como la publicación de un libro donde se recoja todo el proyecto. Esta obra estará dividida en tres partes: Un estudio histórico, los resultados de las excavaciones arqueológicas y el proceso de reivindicación de las víctimas desde el punto de vista de los familiares y asociaciones memorialistas.
La publicación de este libro supondrá la conclusión del difícil trabajo de recuperación de memoria histórica realizado por el grupo coordinador de las excavaciones y exhumaciones, con la única pretensión de dar a conocer la historia más reciente de España y dignificar a las víctimas de la Guerra Civil.
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