Galería del crimen

Hermanos de sangre

  • El brutal crimen en 1992 de tres miembros de una familia fue perpetrado por dos hermanos con numerosos antecedentes l Dos niños de cinco y seis años se salvaron por mantenerse dormidos

CADA noche pienso una manera nueva de matarte. El día que me tengas ante ti verás al diablo en persona. Olvídate de lo de hermanos, traidor, porque te has echado al peor de los enemigos". Algo definitivamente se había roto en la familia de los 'Carapapa' cuando Luis terminó de redactar esa carta dirigida a su hermano Rafael en la celda de la prisión. Luis se había empeñado en mantener la unión fraternal y tuvo siempre bajo su protección a Rafael, especialmente desde que murió Pepe, el mayor, el primero en contar con una ficha policial, y desde que Pedro, el pequeño, había entrado en la espiral de la jeringa. Rafael era débil y él era fuerte. No sólo fuerte, era temido. Rafael era el más parecido a sus padres, gente trabajadora que nunca había hecho daño a nadie. Pero la genética no es una ciencia exacta. Los cuatro hijos les salieron por el lado oscuro. Como diría posteriormente Luis en un juicio, "yo estoy enganchado a todo, pero eso pasa en las mejores familias". La suya, por ejemplo. Posiblemente fue la muerte de Pepe la que le dio esa personalidad patibularia. El admiraba a Pepe, sabía vivir la vida. Y a Luis no le importaba nada, excepto la familia. Ahora, quién lo iba a decir, Rafael se había vuelto contra él. La sangre se lava con sangre.

La mañana del 1 de septiembre de 1992 sonó el timbre del piso de la barriada Las Torres de Jerez en la que Luis sumergía ropa ensangrentada en un cubo de lejía. Sabía que irían por él. Había dejado un testigo, esa maldita vieja. Ahí supo que la había cagado. Algo imperdonable. Sin embargo, al cerciorarse por la mirilla, al que vio fue a su hermano Rafael. No se fió cuando él dijo 'ábreme'. "Vete de aquí. Aquí no hay nadie". La puerta se abrió a patadas. Estaba detenido. Rafael, rodeado de policías, miraba al suelo. Rafael, al que él había acorazado de los presos más salvajes cuando estuvo en la cárcel por una reyerta en Rompechapines donde dejó lisiado a un tío. Eso estuvo bien, pero, desde entonces, Rafael parecía amariconado. No pasaba nada, para eso tenía a su hermano Luis, que nunca permitiría que nadie le hiciera daño. Ya no, Rafael, ya no.

El primer antecedente de Luis databa del año 84, cuando tenía 24 años. Todavía vivía Pepe. Atracó una gasolinera en Sanlúcar, pero eso no era nada comparado con su golpe más audaz, cuando robó una Smith & Wesson del 38 de un coche de la policía militar de la Base de Rota. Flipaba con los buenos 'cacharros'. Su plomo lo había probado en la cárcel de Jerez otro recluso, al que liquidó de un disparo. Pese a su espectacular currículum, el último fin de semana de agosto del 92 recibió un permiso de tres días y lo pasaría con su hermano .

Rafael tenía un colega con coche, Arturo, y les planteó hacerle una visita a un viejo amigo, Pedro Bernal. Si tenía que volver a la cárcel al día siguiente, sería conveniente llevar una buena cantidad de hachís para venderlo dentro. No es recomendable estar en la cárcel sin un chavo. Bernal seguía con el negocio, pero intentaba llevar una vida algo más respetable que en sus tiempos de Jerez y ya se limitaba al trapicheo. Ahora vivía en Puerto Real, en la carretera del Iryda, muy cerca de la venta El Algarrobo, con una mujer, una niña y dos críos. Cuando Bernal vio al 'Carapapa', el tío más bragao de Jerez, casi un mito andante entre el lumpen, se sorprendió. Le hacía en la cárcel. Luis propuso tomar unas copas y Bernal ir a visitar antes a su madre, que vivía cerca. Rosario, la madre de Bernal, recibió a los invitados con simpatía y Luis le dio dos besos en la cara. "Nos vamos a tomar algo". Rosario volvería a escuchar la voz de Luis diez horas más tarde, a las cuatro de la madrugada, cuando empezó a aporrear la puerta. "¿Quién es?". "Abra Rosario, nos ha dicho Pedro que nos deje las llaves del coche..." "No puedo hijo, no puedo moverme", dijo temblando de miedo. Y sonaron más golpes y apareció una mano, la de Luis, entre los barrotes de la ventana intentando llegar al cerrojo de la puerta. "Que abra, Rosario. Abra ya". No abrió Rosario hasta tres horas después cuando escuchó a sus nietos pequeños, Pedro y Cristóbal, de cinco y seis años. "Abuela, abuela, ábrenos". Lloraban. Pedro, el mayor, asumió el papel de hombre de la casa. "Han matado a papá". "No digas eso. ¿Por qué no ha venido mamá?" "La han matado también". "¿Y Bárbara dónde está?". "Muerta también. Ya no hay nadie". Pedro y Cristóbal se abrazaron a la abuela con ese extraño despertar aún en la cabeza, cuando saltaron descalzos de la cama y resbalaron con sangre y vieron a Bárbara, y luego a mamá en la cocina. Y papá.

La anterior fue una tarde de sábado larga, muy larga, y bien regada. Algo de cocaína, muchos canutos y cubata tras cubata. La última parada, sobre las diez de la noche, fue en el antiguo bar La Cabaña del Tío Tom, donde cayeron cinco whiskies más. Todo parecía ir bien y hasta Rafael se mostraba un poco sorprendido del buen talante de su hermano. Pero había que cerrar la operación. Luis no había pagado nunca y no iba a pagar ahora. Haciendo eses por el carril, Pedro Bernal logró llegar hasta su casa en su Suzuki Santana con sus acompañantes. Entonces miró a Luis y se encontró con un machete ante sus ojos. "Me vas a dar todo el hachís y todo el dinero". No le dio tiempo a Bernal a decir que sí cuando ya tenía una puñalada en el muslo. Asustado, dijo que se lo daría todo, salió del coche y se arrastró hasta el porche, donde cayó. Con sorpresa en los ojos encajó tres puñaladas más en el pecho. Tanto ruido... María José abrió la puerta y se encontró ese hombre con el machete y su hombre en el suelo. Corrió a refugiarse en la cocina y Luis detrás, mientras gritaba a Rafael métete ahí y Rafael obedecía y se encontraba de bruces con Bárbara, una chica de suaves rasgos de diez años con los ojos espantados de terror. Unos segundos, el tiempo de otras dos puñaladas, y allí estaba otra vez Luis. "Deja a la chica". "Lo ha visto todo, aparta". Y Luis acuchilló el cuello de la niña. Rafael, en su declaración, aseguró que estaba horrorizado, pero que en ese momento tenía miedo por él, su hermano estaba como loco. Esperaba el amigo de Rafael con el Ford Fiesta en el lugar indicado. Se fijó en la sangre en las ropas de Luis. "He tenido que matar a tres y da gracias que no te mato a ti porque me lo ha pedido mi hermano y lo que dice mi hermano es sagrado", explicó tranquilo. "Ahora, amigo, nos vamos a ir al Calvario a por cocaína". El conductor tragó saliva y se encaminó al Calvario... Y entonces el error le asaltó. "La vieja, joder, la vieja". Una raya para tomar impulso y un volantazo. Fuera de aquí. Esto lo haría solo. "Que abra, Rosario". Nunca abriría... Regresó a Jerez, a casa de su abuela. Luis no quería volver a la cárcel sin antes dar noticias suyas a la familia.

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