Jerez Íntimo

Jerez: Lourdes, Lete, Proust…

Alfa: Todos los pasodobles de la chirigota ‘Mi suegra, como ya dije', del siempre magistral Selu García Cossío -uno de los más certeros escritores costumbristas de Andalucía Occidental- mantienen la misma entradilla: “Vaya por delante que…”. Pues eso mismo: vaya por delante que no lo digo yo, sino textualmente Mario Vargas Llosa. Atentos a la frase: “No todo el mundo puede leer a Proust. No es elitismo: es una realidad”. Blanco y en botella: sin ufanías ni diptongos. Lo que traducido resulta: cualquier hijo de vecino no puede leer a todo quisque. El catón. Lo contradictorio es leer a Proust bajo cuerda, cultivar la imitación con indisimulable descaro y criticarlo -coram populo- por control remoto. Cosas veredes, querido Sancho. Beta: Viene a colación. En Jerez acontece a menudo cuanto Antonio Burgos aseveraba sobre Sevilla: “En esta ciudad pasa como en los buenos pueblos: que tampoco somos tantos y todos nos conocemos”. Y olé. Para enmarcar el entrecomillado en moldura de oro viejo.

Gamma: Los mensajes, las confesiones, los avisos a navegantes, los susurros cariñosos, los gritos de auxilio o las reflexiones unipersonales -según los casos- de los estados del WhatsApp (de propios y nunca extraños) a menudo riegan la pantalla del teléfono móvil con lecciones de vida. Con cátedras de filosofía existencial. Con másteres -ay, perdón- de beneméritos códigos de conducta. Los estados de WhatsApp –ya sean indistintamente fotografías, imágenes prefabricadas o escritura confesional- retratan el ánimo de quienes los elevan a la visión pública y publicada. Así me encuentro, así pienso, así siento. Así soy yo, que mal cantara Kiko Rivera.

Coincido a pies juntillas con muchísimos titulares que leo a diario en los dichos estados de WhatsApp (un servidor posee además un imperdonable número de contactos telefónicos que mas temprano que tarde hará reventar la capacidad del denominado aparatito inteligente). Me encantan, verbigracia, los carteles de Lourdes Barra, que es una mujer surtidora de valor y valores contra viento y marea. Una jabata capaz de sortear cualquier zarpazo -siempre pasajero- del destino. Lo suyo es vencer a porta gayola.

Lourdes deposita tarjetones digitales en el buzón abierto de los WhatsApp: “Calma, todo está marchando a su tiempo", “Anota todo lo que tengas pendiente de hacer, distánciate, medita diariamente, aprende a decidir con un margen de error, tú no eres tus pensamientos sino tus acciones, anota lo que te preocupa, pide otro punto de vista…”. “Si no eres humilde, no eres nadie".

Lourdes ejercita el músculo cordial (el corazón). Su tono literario guarda concomitancias con el estilo escultórico de Policleto: postura relajada y equilibrio de peso o contrapposto. Y es que la belleza de las cosas, según los clásicos, no sólo se reconoce a simple vista, también se puede reprogramar e incluso crear. A cada paso. A cada WhatsApp.

Delta: Lete fue un cofrade según Dios. ¡Cuánto se echa de menos su presencia -su intervencionismo, su liderazgo- en el hoy devaluado carisma cofradiero de la ciudad! En su talante primaba el consensus (omnium). Casi ningún semejante como él supo traducir el valor trascendente de la estación de penitencia. Ni espigar lo esencial de lo accidental. Ni significar la sagrada lealtad al hábito nazareno. Nadie ose -ni de soslayo- emborronar su integridad. Pues entonces respondo con uñas y dientes, ¿verdad que sí, Eduardo, Manolo Montenegro, Pepe Soto Rodríguez, Antonio Soto Peña?

El espíritu Lete nada tiene que ver con el espíritu Pilatos. El primero está basado en la integridad, la valentía y el amor al prójimo. El segundo en la ambigüedad, la cobardía y el doble rasero. ¿O no, Manolo Serrano, Fernando Fernández-Gao? No elucubremos en falso: el Consejo de Lete no hizo dejación de sus funciones ni tampoco miró a otro lado cuando de Hermandades se trataba. ¿Estás conmigo, Ana María Salas? La diferencia entre Lete y Pilatos es que el cofrade de las Angustias siempre tuvo las manos limpias

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