"Llega a ser unos pisos más abajo y nos quedamos en la escalera"

Vecinos del bloque 'Puerto Rico' de San Joaquín narran la terrible experiencia del incendio

"Llega a ser unos pisos más abajo y nos quedamos en la escalera"
"Llega a ser unos pisos más abajo y nos quedamos en la escalera"
Manuel Moure

Jerez, 19 de diciembre 2013 - 01:00

El de ayer fue un día de escobas y fregonas en el edificio 'Puerto Rico' de San Joaquín, donde los vecinos intentaban devolver en la medida de lo posible la normalidad a las plantas 10, 11 y 12 de este bloque de viviendas, las más afectadas por el incendio acaecido la noche del pasado martes. Los vecinos atendidos por inhalación de humos fueron dados de alta conforme avanzaba la madrugada. Los últimos salieron a las nueve de la mañana tras pasar la noche en observación. Entre los afectados también estuvieron dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía que inhalaron humos cuando ayudaban a vecinos a llegar a la calle en las inmediaciones de la décima planta, donde se declaró el incendio. A las 4 de la madrugada de ayer retornaron los policías a sus hogares.

La experiencia padecida por los vecinos fue verdaderamente traumática, especialmente la de Carmen de los Ríos que aseguraba a este medio que "si el incendio llega a estar unos pisos por debajo nos quedamos en la escalera". Ella y su esposo se pusieron toallas mojadas en la boca para escapar de su vivienda, en el piso 12. "Dos plantas más abajo ya no podíamos respirar". Pero la salvación llegó en forma de número: 'planta 9'. Allí el aire era limpio.

El piso afectado por el incendio era ayer la viva imagen de la desolación. El pequeño -y desocupado en aquellos momentos- cuarto de estar era la viva imagen del interior de una chimenea tras un día a pleno trabajo. Entre las cenizas se veía el armazón de una tabla de planchar. Poco más se mantenía en su sitio donde apenas unas horas antes había un sofá, un televisor y unas estanterías. Justo al lado, el dormitorio principal aparecía prácticamente inmaculado, con la Virgen del Desconsuelo y su San Juan presidiendo el cabecero al lado de Jesús del Prendimiento. La razón no es otra que la puerta: ésta permaneció cerrada.

Cuando acaeció el incendio, la única persona que ocupaba la vivienda era la señora Mijenz. Su marido, a esas horas, se dedicaba a su trabajo como ordenanza municipal de Cultura en Pescadería Vieja. "Cuando me avisaron volví como pude. Creo que no paré ni en los semáforos", señalaba ayer. Poco después atendía en su piso a la visita de un agente del departamento científico del Cuerpo Nacional de Policía junto a Pepi y Rosa Aliaño, dos de sus hijas.

"A mi madre tuvieron que sacarla los vecinos -dice Pepi- después de que intentara apagar el fuego con un abrigo empapado en agua". Cuando vino a abrir la puerta, la humareda era terrible. Y el fuego se vio alimentado y se desató. Ese cuartito es el que utilizan los nietos cuando pasan a ver a sus abuelos los viernes. "Allí tienen su tele para distraerse mientras el abuelo ve el fútbol en el salón". Todo comenzó con un olor a goma quemada. "Ella creía que venía de fuera, pero el fuego estaba dentro", señala Pepi.

A partir de ahí todo fue una locura de carreras y decisiones más o menos acertadas. Quienes bajaron por las escaleras, precisamente, fueron los que más riesgo corrieron. Tanto Bomberos como Policía Nacional recordaban ayer que en estos casos "lo mejor es permanecer en la vivienda, taponar la entrada de humo en el interior (mediante trapos mojados) y hacerse ver por las ventanas".

Una vecina que lo pasó realmente mal fue Rocío Valencia, madre de un pequeño bebé que, afortunadamente, no inhaló gases. Cuatro miembros de su familia tuvieron que ser trasladados al hospital. "No se podía salir del piso", relataba esta vecina de la décima planta. "Los bomberos a gritos nos decían que no lo hiciéramos. La verdad es que fue abrir la puerta y tener ante ti una humareda que no te dejaba ni ver ni respirar". Rocío fue una de las vecinas que se dirigió a la azotea del edificio, es decir, la planta decimotercera.

Los propietarios del piso siniestrado buscaban ayer una vivienda de alquiler a cargo del seguro. Mientras cierran el arrendamiento se quedarán en casa de su hija Rosa, que ayer apenas podía reprimir las lágrimas al recordar que "se han perdido recuerdos, muchísima ropa... y a pesar de todo hay que dar gracias porque si esto sucede tres horas más tarde no sé qué hubiera pasado".

Todos los vecinos ya han regresado a sus hogares a excepción de dos. Se trata de los propietarios de las viviendas 11-A y 12-C. Uno de ellos se ha marchado a vivir estos días a su campito "porque su mujer está sufriendo un cuadro de ansiedad que le impide volver al bloque".

Quien igualmente sufre un ataque de ansiedad es la propietaria del inmueble siniestrado. "Ayer vimos unas imágenes por la tele, concretamente en La Sexta, y comenzó a llorar. No queremos que venga a ver el piso porque se va a derrumbar", señala una de sus hijas.

Mientras tanto, en un entorno presidido por las paredes negras del piso 10 al 12, las vecinas se afanaban ayer en devolver la limpieza al menos a los suelos tras tirarse "todo el día con las fregonas en la mano".



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