ana maría 'la jerezana'. artista

"¿Machismo? Ser artista era complicado para la que quería"

  • Llevaba el arte en las venas, y a los 9 años ya cantaba saetas

  • Ha sido una de las grandes voces de esta tierra durante décadas, y siempre llevó Jerez por bandera

Un viejo patio de una casa de vecinos de la calle Isla, en pleno corazón del Jerez antiguo, sirve de punto de encuentro con Ana María Domínguez Algeciras, conocida artísticamente como Ana María La Jerezana (Jerez, 1930). Ha venido de Sevilla para pasar unos días con sus hermanas Mercedes y Pepa, que lleva más de 50 años en Palma y para ver a su hermano Andrés. A sus 88 años, es puro nervio, e irradia una vitalidad fuera de lo común. Arreglada y coqueta, un lunar en la mejilla izquierda nos recuerda que fue una mujer hermosa. El tiempo ha pasado, sí, pero su fresca memoria nos traslada una y otra vez a épocas pasadas, épocas de hambruna y de ingenio, épocas que ahora tratamos de recuperar con esta charla.

-¿Qué es de su vida?

-Bueno, llevo tiempo viviendo en Sevilla en una casita que tengo en el barrio de Nervión, junto al campo del Sevilla. Vivo sola, porque mi marido murió y el único hijo que tengo vive en Alcalá. Pero vamos que en Sevilla me quiere todo el mundo, no le debo nada a nadie y estoy tranquila (risas).

-Usted llevó siempre el nombre de Jerez allá donde fue...

-Y lo sigo llevando (risas). He trabajado en muchos sitios, en el extranjero, en Sudamérica y Francia, y también por toda España, en Sevilla, Madrid, Barcelona, en Canarias, en Palma...Y siempre he llevado el nombre de Jerez por bandera. Había veces, sobre todo en Sudamérica, que la gente no lo conocía y me ponía a contarle los buenos vinos que había, y los caballos que hay aquí.

-¿Por qué 'La Jerezana'?

-El nombre me lo puso Luis Gómez, que escribía coplas a Lola Flores. Fue él, porque a mí me hubiera gustado ponerme María Mercé, pero él me puso ese y ahí se quedó. A veces la gente, cuando escuchaba lo de La Jerezana, se pensaba que era más vieja, pero yo era muy jovencita, no como ahora, que soy la que limpió la obra de la Catedral después de hacerla (risas).

-¿Se acuerda de su primera actuación?

-Claro que me acuerdo. Fue con un mariquita muy gracioso que había en Jerez. Hacíamos pareja y actuábamos en el café 'Plata y oro', que estaba en la calle Caballeros, porque un día fuimos a pedirle trabajo al dueño y aceptó. 'Mariquilla Montoro y Riquer Moreno' ponía en el cartel. Hacíamos 'Con una caña y un cubo', 'Dos gitanillos caminan', en fin, a la gente le gustaba y el hombre siguió contratándonos.

-Y qué decía su padre 'El Batato' sobre su decisión de ser artista...

-Mi padre no quería, ni muerto. Un día, estábamos actuando en el 'Plata y oro' y apareció por allí mi padre. 'Batato, tú hija está en el Plata y oro cantando', le dijeron. 'Si a mi hija la he dejado yo acostada...'. Y allí se presentó. Yo me iba con mi hermano Andrés. En la cama colocábamos la almohada tapada y en la puerta poníamos un cepillo de los dientes para que no se cerrara. Cuando yo me vi a mi padre, salí corriendo con mi hermano pa mi casa. Y cuando llegó mi padre me tiró un botijo (ríen todas las hermanas, presentes en la entrevista).

-Supongo que al final tendría que acatar su decisión...

-Sí, y hasta fui con él muchas veces a trabajar. Recuerdo que la primera vez fue en El Cuervo. Íbamos con El Borrico y El Troncho, mi padre y un violinista que trabajaba en el Monte de Piedad. Yo me ponía un delantal antes de empezar y cobraba las entradas. Fíjate que nos iluminaban con carburo, salimos de allí con la cara casi negra (risas).

-Dicen que usted ya cantaba saetas cuando era una niña...

-Sí, yo con nueve años ya hacía saetas. Todos los chiquillos que cantábamos, por lo menos cinco, nos íbamos a casa de un señor que se llamaba Don Manuel y él nos decía dónde teníamos que cantar. Tú al Cristo, tú al otro...y después al final de la semana nos daba 20 duritos, que entonces era...

-Estamos en el Jerez de la posguerra, ¿cómo se vivía?

-Pasando mucha hambre, la verdad. Yo intentaba siempre buscarme la vida para llevar algo a casa, y además de las saetas cantaba en la calle para que la gente me echara dinero y pudiera ir con algo a casa. También a veces ayudaba a mi abuela a vender huevos. Como yo era muy atrevida y no tenía verguenza de ...Una vez vendí hasta las cortinas de saco que había en mi casa como josifa.

-Todo el mundo, cuando se habla de Ana María 'La Jerezana' automáticamente piensa la saeta. Digo yo que será por algo...

-La saeta ha sido muy importante dentro de mi vida artística. He grabado muchos discos y he cantado mucho en Jerez y en Sevilla, a veces me ha sacado de apuros.

-Y encima se hizo popular gracias a la radio y haciendo saetas...

-En un programa que tenía Bobby de Glané. Un día me llevó, a mí y Antoñita Moreno. Yo canté la saeta y bueno, con aquella fuerza y con aquellas ganas de ganar dinero y comer, tuve un gran éxito. Eso me abrió muchas puertas.

-Hábleme más de aquellas saetas cuando apenas era una niña...

-La primera saeta que canté fue ahí en San Dionisio. Estábamos, mi madre y todos mis hermanos, sentados. Yo cantaba siempre la misma letra, que era la que me sabía: 'To las mares pasan penas/pero la tuya es mayor/que delante lo lleva/a tu hijo el Redentor. Cuando el paso llegó a nuestra altura me puse a cantar y mi madre, de la verguenza, se quitó de en medio. Después de cantar me llamó una señora de un balcón para que subiera. 'Nena, ¿tú le quieres cantar al paso que viene ahora?' Y yo le dije que sí. Me dio 5 duros de entonces. Mi madre cuando cogió aquello, tos esmayaos que estábamos...Así, cada vez que llegaba la Semana Santa decía: 'mi Ana me va a sacar to la ropita del Monte (de Piedad) cuando cante' (risas).

-¿Y en Sevilla? Porque allí también se recuerdan sus saetas...

-La primera vez que canté saetas allí fue casi de casualidad. Me fui a Sevilla con Isidro de Sanlúcar, que había montado un espectáculo con una compañía, 'Alegría de Puerto Lucero'. Sin embargo, al poco tiempo de estar allí, los que lo habían contratado, se quitaron de en medio y nos dejaron tirados. Yo estaba alojada en una pensión, que era de un cura, y mi maleta era pa verla, con una guita y dentro cuatro calzoncillos blancos de mi marío y un chal mío antiguo. 'Mira hija, págame algo que ya llevas tiempo aquí alojada y no me has dado ná'...

-(...)

-Dio la casualidad que iba a empezar la Semana Santa. Me encontré a un cantaor que yo conocía y me propuso ir con él a cantarle a Santa Marta. Cuando llegué allí estaba La Marta, El Niño Salas, en fin, todos los saeteros buenos. Yo llegué, canté, y no veas la que formé. Me daban 200 pesetas, pero me dijeron que volviese a la recogida. Pero saliendo de la casa, se me acerca una mujer con unas pieles...¡Era la marquesa de Urquijo, la que mataron! 'Ven conmigo'. Y me llevó al balcón del Banco Urquijo, y allí estaba Juanita Reina y Enrique El Cojo. Canté, y la marquesa me dio 1.000 pesetas. De allí me llevaron a la calle Sierpes con un pintor famoso de Sevilla. Era otra casa, y allí coincidí con Carrión, que era un empresario importante, y con el que fue presidente del Sevilla, Sánchez Pizjuán. Me dieron otras mil pesetas. Ya en años posteriores seguí cantando, he cantado a todos, a La Macarena, a Los Gitanos...

-¿Y en Jerez? ¿Ha venido mucho a cantar saetas?

-Si que venía, sobre todo a la Plaza de San Lucas para cantar a los Judíos. Recuerdo que el hermano mayor me decía siempre 'Ana María es tan necesaria como las flores'. Estuve viniendo a cantar veintitantos años.

-En aquel tiempo para ganarse la vida como artista había que hacer de todo...

-Sí, había mucha necesidad. Yo he grabado hasta una canción para un anuncio. Eso me lo propuso el de la Farmacia Onofre Lorente, para hacer un anuncio con un vino que se llamaba 'Quina La Enfermera' (un vino dulce especialmente estudiado contra la anorexia, que se les daba a los niños sin apetito antes de las comidas en pequeñas dosis) de 'Laboratorio Lukol'. Me pagaron los gastos, fui a Madrid y lo grabé. Era muy gracioso y muy pegadizo y este hombre regalaba los discos en la farmacia. Por ahí tengo alguno.

-Volvamos a su carrera. Fue dar el salto a Sevilla...y la fama.

-Sí, en Sevilla estuve, a principios de los 50, en sitio que se llamaba La Terraza, y después, ya con Rafael Farina, estuve en Madrid, en el Teatro la Latina y en el Calderón, con Imperio de Triana y Marisol Reyes.

-O sea que empezó a vivir su mejor momento artístico...

-Sí, incluso grabé mi primer disco, que fue uno de saetas con Hispavox. Luego vinieron muchos más, incluso alguno lo grabé estando en Brasil y no llegaron a España. Con Hispavox quise grabarle un disco a mi padre, que no tenía grabado nada, a él y a Javier Molina pero ya estaban malitos y no pudieron. Me quedé son esa pena.

-Hasta le compuso temas el maestro Quiroga, una persona especialmente relevante en la copla de aquellos años...

-Sí, el maestro Quiroga me compuso mucho, pero sobre todo quien me escribió más fue Ignacio Román que fue muy amigo mío. Vivía en la Plaza del Arenal con su madre pero él era malagueño. Él me hizo muchas cosas, igual que Segovia y también Antonio Gallardo y el maestro Jaén.

-¿Y qué pasó entonces?

-Mira, estando en Madrid me salió una oportunidad de marcharme a Argentina con un contrato. Era para un teatro en Buenos Aires. Iba para un mes y estuve cerca de un año. Allí también actué en el Colmao El Tronío que era muy famoso.

-Un año le daría para mucho...

-Imagínate. A Argentina le guardo mucho cariño porque me trataron muy bien, tengo hasta un club de fans. La gente decía, aunque está mal que yo lo diga, que los tres mejores artistas que habían pasado por allí era Estrellita Castro, Miguel de Molina y Ana María La Jerezana. Yo caí bien y a veces es mejor caer bien que ser muy buena. A partir de ahí estuve también en Montevideo, donde fui para quince días y me quedé tres meses. Después me marché en Brasil y estuve allí casi un año, otra vez a Argentina y a Chile, en Viña del Mar.

-¿Se ha arrepentido de haberse marchado a Argentina cuando empezaba a brillar en España?

-Sinceramente sí. Dejé España cuando más éxito tenía. De hecho, me llamó Antonio del Amo, el director de las películas de Joselito, pero yo estaba ya en Argentina. Si no hubiera hecho películas aquí.

-Usted sobrevivió a la posguerra y luego a vivió en una España difícil, muy machista. ¿Era complicado ser artista en aquel tiempo?

-No era complicado, era complicado para la que quería. Yo, como me casé a los 16 años, iba siempre con mi marido. Pero a veces pasaba que admiradores te mandaban cosas. A mí me han llegado a mandar un papel y dentro había piedras preciosas, y era un admirador. En Brasil, por ejemplo, lo pasé mal porque una persona importante de allí se enamoró de mí. Quería que dejase a mi marido, 'no vas a ser la primera ni la última', me dijo. Imáginate mi marido (Juan Luis Jaén, qpd), yo pensaba que de allí no salíamos por la obsesión que aquel hombre tuvo conmigo.

-¿Y con la censura, cómo le fue?

-Tuve problemas, sobre todo con algunas canciones. Me acuerdo de un bolero precioso que nunca pude cantar. Además, cuando tenías que presentar un espectáculo iban los de la censura a verlo. Una vez en el Teatro Calderón salí a cantar y me dijeron que no podía salir como iba vestida. Otra vez, en televisión, tampoco me dejaron salir a cantar porque decían que iba muy destapada cuando yo siempre he sido muy jerezana, muy clásica.

-Tiene usted aún buena voz...

-Sí, la voz la tengo estupenda, lo que pasa es que cuando una no la ejercita, se nota. Si yo cantara más, tendría mi voz perfecta. Porque ya tan mayor... ¿Dónde voy? Si tengo más arrugas que la bota de Enrique El Cojo (risas).

-¿Cuándo decidió retirarse?

-Cuando me vi mayor. Tenía 60 años, que no eran muchos porque hoy día hay gente con esa edad actuando, pero yo ya no tenía ganas de viajar tanto. He viajado en todo, lo único que me falta es viajar en globo (risas).

-Para ir terminando, ¿cómo ve ahora mismo la copla?

-Bueno, hay de todo. Sigo el programa de Canal Sur y la verdad es que hay algunas voces que me gustan mucho, la que más Joana Jiménez, que se parece mucho a mí. Pero también veo que hay mucho robot, se transmite poco.

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