Jerez

Manolo Valle, 'el marciano del dibujo'

  • Junto a Juan Montes Pina y Rafael Virués de Segovia formó un triunvirato único en el mundo de la publicidad de nuestros vinos Algunos recuerdos de un hombre singular

A mediados de los anodinos años cincuenta, surgió en Jerez un jovencísimo grupo de artistas gráficos, perfectamente dotados y capacitados en el dibujo y la creatividad, que tomaron el testigo de aquellos grandes pioneros del diseño. Autodidactas o estudiantes en la antigua Escuela de Bellas Artes, su pasión por la litografía y el dibujo hizo que metieran cabeza en la entonces poderosa 'Jerez Industrial', el alma de un grupo de empresas dedicado a las artes gráficas. La sociedad 'Jerez Industrial', JISA, aglutinaba las ramas de tipografía, litografía, cartonaje, cartelería y hasta las etiquetas o imagen del vino que aquí se produce. Lamentablemente, como ya se sabrá, el devenir del negocio vinatero hizo caer como fichas de dominó el grueso de sociedades auxiliares del sector bodeguero.

Años después, aquellos entusiastas jovencitos coincidirán en un grupo irrepetible, 'Programa' ('Proyectos Gráficos Mamelón'). Entre ellos destacaba un nombre, el del sanluqueño Manuel del Valle Cortés quien, en compañía de Juan Montes Pina y Rafael Virués de Segovia formaron un trípode único en el mundo de la publicidad de nuestros vinos. A Manuel del Valle, Manolo, dedicaré estas páginas.

Cuando Manolo Valle cumple los 6 años ya se encuentra en Jerez, envuelto en un ambiente artístico. Su abuelo, Gabriel Cortés, un valenciano que vino a Jerez para trabajar como grabador litógrafo en la reputada Litografía Hurtado y en la bodega Domecq, fue quien inició a Manolo niño en su amor por el dibujo y quien le familiarizó en los secretos de la litografía. Luego estaba su madre Aurelia, gran aficionada a la lectura, el dibujo y la pintura.

Con todo a su favor, aquel niño tenía que hacer carrera. Con catorce años, ya metió cabeza en 'Jerez Industrial'. Un duro al mes. Poco dinero pero suficiente para que destaque ganando un concurso de Correos por el diseño de un sello relacionado con el deporte. Con un buen aprendizaje bajo el brazo, trabajó para otra institución de las artes gráficas, 'Orla', hasta que, algo más tarde, se asocia a Montes y Virués en 'Programa', donde transcurriría gran parte de su vida laboral y profesional.

Y bien. ¿Cómo era Manolo Valle? Se ha dicho que estamos ante un artista que se caracteriza por su amor al trabajo bien hecho, por la perfección del dibujo, por una estética armónica y un gusto exquisito en la composición. No importa la técnica que empleara en sus bocetos, ya fuera lápiz, rotulador o guache, que aquel trabajo siempre resultaba brillante.

Manuel del Valle Pérez es uno de los tres hijos que Carmen Pérez le dio a Manolo. Es profesor de Secundaria de Dibujo en el 'Santa Hungría'. En esto del arte siempre hay mucha genética. Le pregunté por su padre Manuel pero, cuando habló de su personalidad, ¡zas!, me sorprendió al hablar de un hombre "poco expresivo, poco hablador, que no 'servía' para la vida".

Pero, en el fondo, escondía a... ¡un marciano!

Un marciano, sí. Un 'marciano del dibujo'. Recordó entonces la anécdota de una etiqueta que tenía que dibujar mostrando un carruaje del siglo XVIII. "Entonces, se sentaba al tablero, afilaba el lápiz, encendía un cigarrillo y después de estar mirando durante algunos minutos el papel, comenzaba ya a dibujar sin dudas, completando todo el carruaje con el cochero, los cuatro caballos que tiraban de él, una dama con un pelucón y un abanico asomando la cabeza por la ventanita del carro. Todo eso de una tirada. Es decir, parecía que la mano lo único que hiciera fuera trasladar la imagen que él tenía perfectamente formada en su cabeza. Nunca he visto a nadie con esa facultad para el dibujo".

Perico Carabante, otro enamorado de esto del dibujo con quien coincidió en 'Programa', destacaba de Manolo Valle su singular forma de trabajo: "Era de una gran meticulosidad. Fumaba y fumaba y las colillas las disponía, en mismo tamaño, una tras otra, en el cenicero. Tenía además una técnica muy peculiar. Nunca le vi esbozar un dibujo. Observa esa estampa en plumilla de vendimia. Seguramente, cuando dibujó la cara de la vendimiadora, comenzó a hacerla por los ojos, luego haría la nariz, luego el cabello..."

Bueno, y si hablamos de su obra, ¡uy!, es tan larga que nos perderíamos. Lo que ocurre a estos artistas es que casi todos sus trabajos son anónimos. No podían dejar su rúbrica. Cierto día, preguntó Manolo a su padre si no le hubiera gustado firmar sus trabajos con su nombre o, al menos, que su autoría se reconociese.

"Pero él siempre decía que eso no tenía importancia, que para él había sido una suerte continuar con la tradición de su abuelo y su madre. Él se sentía un privilegiado de haber podido vivir toda la evolución de la publicidad del siglo XX aquí, en Jerez".

Pero bueno, gracias a Dios, hay trabajos que son fácilmente identificables. ¿Cómo no vemos sus manos y su cabeza tras la célebre vidriera de vendimiadoras que ocupa lugar preferente y es orgullo en la sede del Consejo Regulador? Aunque, muy posiblemente, algunos habrán conocido hoy de qué cabeza salieron aquellas vendimiadoras de caderas anchas, fina cintura, ojos grandes y cabezas cubiertas con sombreros de paja que, muy seguramente, crearon escuela en años posteriores. Impecable por donde se mire, fue motivo de un cartel de la vendimia y de la emisión de un valor postal conmemorativo de las Fiestas de Septiembre. Y no me olvido del logotipo del arrumbador que coronaba 'Valdespino', o su serie sobre los caballos de la Escuela Ecuestre, los oficios y la elaboración del vino, los dibujos de don Quijote o la renovada y tantas veces imitada estética de la Virgen de El Rocío. Y así podríamos seguir y seguir...

El 25 de septiembre de 2006 se nos fue Manolo Valle. Cerca de setenta y cinco años entregado a lo que más quiso, lo cual ya es suerte. Pero pienso yo que poco tiempo para un marciano. El 'marciano del dibujo'.

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