Dia de la Mujer y la Niña en la Ciencia

Mujeres, niñas y el derecho a hacer ciencia

Josefa Masegosa, astrónoma e, investigadora científica del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía y presidenta de AMIT Andalucía. Josefa Masegosa,  astrónoma e, investigadora científica del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía y presidenta de AMIT Andalucía.

Josefa Masegosa, astrónoma e, investigadora científica del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía y presidenta de AMIT Andalucía.

Escrito por

María Luisa Parra

Los mecanismos responsables del encendido de la Formación Estelar Violenta, Estudios Multifrecuencia, Formación y Evolución de Galaxias, Cartografiados extragalácticos y eventualmente de la Actividad Nuclear en las galaxias han sido uno de los objetos principales de estudio de la astrofísica Pepa Masegoga (Almería, 1957). Solo escribirlo ya provoca escalofríos a una simple mortal. Resulta llamativo todavía en la segunda década del siglo XXI que una mujer lleve la batuta en ciencias. Masegoga realizó un máster de ciencias, con especialidad en Astronomía, en la Universidad de Sussex (Reino Unido) y, en 1988, obtuvo un doctorado en Ciencias Físicas en la Universidad de Granada. Ha publicado un centenar de artículos en revistas del Scil que acumulan más de 3.000 citas, y ha realizado más de 70 contribuciones.

Resulta cuando menos loable, teniendo en cuenta que proviene de una época en que a las chicas no se les enseñaba matemáticas. “Nos enseñaban a coser y a rezar en escuelas segregadas. Un día nos llevaron a la escuela de los chicos y vi que les enseñaban otra cosa. Yo siempre había sido muy buena en matemáticas y me gustaba muchísimo leer. Empecé a reivindicar que el mundo no era justo”, afirma la científica. No en vano, fue cofundadora de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas en Andalucía (AMIT- Andalucía). “Es importante que los problemas de las mujeres se visibilicen y trabajar en red con mujeres que provienen de otros ámbitos de conocimientos, investigadoras de sociología, hasta temas de ingeniería, física, matemáticas. Es muy enriquecedor trabajar con mujeres y tener un foro de discusión”, apunta Masegoga.

“Es igual que los modelos del tiempo meteorológico que vemos en la tele. Detrás hay unas ecuaciones que se resuelven con parámetros que ya se tienen y pueden predecir lo que va a ocurrir. Con la información de células, los datos clínicos de pacientes... hacemos modelos matemáticos. Estos nos ayudan a predecir lo que va a ocurrir o a elegir el tratamiento para alargar la supervivencia o para que sea un éxito. En lugar de hacer experimentos en personas, los hacemos en ordenadores”. De esta forma sencilla, la matemática María Rosa (Jerez, 1979) resume su logro científico fruto de la propuesta de otra mujer dedicada a las ciencias, la hematóloga del Hospital de Jerez de niños Cristina Blázquez. “Ella me preguntó si la podía ayudar con la leucemia y a evitar la recaída del cáncer más común entre niños. Fue el momento cumbre de mi carrera porque podía aplicar las matemáticas a problemas reales”, subraya Rosa.

La matemática María Rosara junto a Cristina Blázquez con quien emepezó el proyecto de matemáticas contra la leucemia infantil. La matemática María Rosara junto a Cristina Blázquez con quien emepezó el proyecto de matemáticas contra la leucemia infantil.

La matemática María Rosara junto a Cristina Blázquez con quien emepezó el proyecto de matemáticas contra la leucemia infantil.

Se puso la bata y se marchó con ella al hospital. Estudió todo el proceso desde el diagnóstico de la enfermedad a la evolución, extrajo los datos de estos pacientes, y de las pruebas, clasificó la enfermedad. Así empezó a diseñar el proyecto físicamente y se creó el Instituto de Investigación e Innovación Biomédica de la provincia de Cádiz (INIBICA). En 2018 iniciaron un programa de ‘crowfonding’ llamado Precipita. “Hicimos historia porque en tres meses recaudamos 86.000 euros para lanzar el proyecto. A día de hoy tiene un equipo de tres personas que se dedican a investigar y cuenta con fondos europeos.

Rosa Durán (Cádiz, 1968), otra docente e investigadora de la UCA, reconoce que nunca estuvo en sus planes ser investigadora. Sin embargo, en la actualidad, saca adelante varios proyectos. Trabaja con productos naturales en micro orgánica, con fines terapéuticos. Una de las líneas es la neurogénesis, es decir, favorecer la regeneración cuando se produce un ictus, por ejemplo. También participa en otro proyecto con hongos marinos a partir de los cuales obtiene productos con actividad fitotóxica para tratar el cáncer o elaborar antibióticos, y en la búsqueda de fungicidas. “Mi jornada laboral es de nueve a seis de la tarde, pero el 80% de las veces continúo en casa”, afirma Durán.

La química Rosa Durán, docente e investigadora de la UCA. La química Rosa Durán, docente e investigadora de la UCA.

La química Rosa Durán, docente e investigadora de la UCA.

Masegoga, Rosa y Durán son solo tres de las mujeres andaluzas dedicadas en cuerpo y alma a la ciencia. Forman parte del menos del 30% de las investigadoras en todo el mundo, según datos de la Junta correspondientes a 2021. En Andalucía, la matrícula de estudiantes femeninas es particularmente baja en el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) con un 3%; ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con un 5%, y en ingeniería manufactura y construcción con un 8%.

Ser o no ser

El padre de Masegoga, lejos de frenarla la animaba. Tenía un pensamiento bastante avanzado para esa época. Desde muy pequeña la alentaba a formarme para no tener que depender de nadie. “Eso se me grabó”. Su madre le recordaba constantemente que nadie podía ponerle barreras. “Creo que fui afortunada”, asegura. A pesar de eso, no faltaron en su entorno otros comentarios cuando dijo que quería ser astrónoma. “Me dijeron: eso qué es. Veían que tenía poco futuro, vivimos en una ciudad en la que todo se mide en dinero y como astrónoma no me iba a hacer millonaria”. En el caso de R. Durán, al acabar la carrera de Química, su profesor de Microbiología le propuso ser alumna colaboradora en su departamento, también a otro alumno, ambos tenían las mejores notas: “Me fui incorporando poco a poco al mundo de la investigación sin habérmelo planteado. Me fue gustando cada vez más. Me movió más la investigación que la docencia”. M. Rosa, por su parte, tuvo peor experiencia. Desde pequeñita le gustaban y quiso estudiar matemáticas, era su vocación, no pensaba que llegaría a enfocarlo desde una perspectiva científica. “De mis amigas del instituto yo fui la única que cogió la rama de ciencias. Me estaba apartando un poco del mundo por hacer una carrera de ciencias. Me transmitían miedo. Mi madre me decía que era una carrera muy difícil”.

Las tres coinciden en que la conciliación es uno de ellos. Masegoga, la más veterana, subraya que procede de “una generación en la que nos ha tocado dos conciliaciones: cuidar a los hijos y, luego, el cuidado de nuestros mayores. Como casi siempre, los cuidados están en manos de las mujeres. Ahí andamos, haciendo equilibrios como podemos”. La matemática, comenzó su trabajo en la Universidad siendo madre de un niño pequeño. En el camino de su tesis doctoral quedó en estado de su segundo hijo. “Esto es importante -matiza- porque las mujeres se piensan que si te dedicas a una carrera científica no se pueden tener hijos”, cuenta. Ella ha logrado desarrollar una ardua investigación y tener una familia. “Se puede”, dice y para ello ha contado con la enorme ayuda de su madre, afirma emocionada: “Tener una madre que te apoya en todo, es fundamental para que las niñas se animen y sean científicas”. “Recuerdo a mi directora decirme: te va a costar sangre. Todavía hay una mentalidad muy machista. Hay personas muy machistas que te ponen trabas en una carrera científica. Cuestionan tu investigación por el hecho de ser mujer. Tengo referentes a mujeres como Gandarias Núñez y María de los Santos, que se han encontrado con muchas trabas para llegar a ser catedráticas y por ser mujer”, apunta la investigadora jerezana quien presume de sentir que casi todas esas barreras las ha saltado. “Hemos sido capaces de conseguir proyectos, de generar conocimiento, de generar ciencia, pero todavía encuentras barreras por ser mujer en muchos aspectos, pero no se pueden decir nombres”.

La química reconoce que, por fortuna, cada vez son más las mujeres que se incorporan al mundo de la investigación y la ciencia, aunque pone el foco en que hasta ahora, la mayoría de los los líderes de grupos son hombres. “Estamos empezando a despuntar, pero todavía hace falta que se jubile una generación para que podamos estar más en igualdad de condiciones”.

Desde el punto de vista de la astrofísica Josefa Masegoga, la sociedad en la que vivimos es un poco androcentrista por lo que todavía sorprende encontrar cara de mujeres en la ciencia. “La mujer se siente a veces un poco excluida de un club al que no pertenecen”, asegura. En varias entrevistas ha narrado el episodio de su vida en el que asistió a su primer congreso en 1985. “Había dos maneras de enfrentar esto: podías masculinizarte, que era una posibilidad, para que te prestaran atención y encontrabas en los congresos a mujeres asexuadas”. Muy poco a poco la sociedad avanza en este sentido. Sin embargo, algunas profesionales se plantean que están en esos actos para cubrir una cuota a pesar del bagaje. “Siempre digo que no me siento dañada porque me digan ‘mujer cuota’. Lo defiendo, porque cuando hay una injusticia hay que usar cuotas”, defiende la cofundadora de AMIT.

Precisamente esta asociación fundada en 2012 tuvo muy buena acogida por parte de las científicas y aglutina a un centenar. La asociación se ha convertido en un espacio para visibilizar y trabajar en red los problemas de las mujeres que provienen de diferentes ámbitos de conocimientos: investigadoras de sociología, hasta temas de ingeniería, física, matemáticas… en general, comparten los problemas, por supuesto, los éxitos, y las reivindicaciones. “Aún queda que haya mujeres premiadas en los 'Maimónides' que otorga la Junta, creo que no ha habido. Hay mujeres muy talentosas y pueden aspirar a este tipo de premios”, sentencia la astrofísica.

M. Rosa con su grupo de investigación FQM-201 de la Universidad de Cádiz del cual es la responsable. M. Rosa con su grupo de investigación FQM-201 de la Universidad de Cádiz del cual es la responsable.

M. Rosa con su grupo de investigación FQM-201 de la Universidad de Cádiz del cual es la responsable.

Las científicas del futuro

María Rosa, comenzó como docente en centros educativos antes de iniciar su carrera en la UCA. Desde el colegio no llegaba la información sobre hacer una carrera científica, cómo llegar a la ciencia. “Si hubiera conocido esa información, hubiera empezado con anterioridad y creo que es fundamental que se transmita a las niñas”, incide. En los últimos tiempos, además de ayudar a mejorar el tratamiento de niños con cáncer, ofrece charlas divulgativas en institutos. Según su experiencia, los chicos y chicas aún no han descubierto a qué quieren dedicarse en un futuro. “A través de redes sociales los bombardean y no alcanzan el grado de madurez que teníamos antes. Estamos en un momento muy difícil para despertar la vocación después de los avances tecnológicos y la pandemia. Ojalá la ciencia hubiera avanzado tanto como el desarrollo tecnológico”, apostilla. María Rosa cuenta la importancia de salvar vidas al unir las matemáticas con la medicina. Logra captar la atención del alumnado al relacionarlo con jóvenes ‘influencers’ que han padecido cáncer. Entonces se produce un silencio. “Vivimos muy rápido el día a día y no nos damos cuenta de la realidad que nos rodea. “Ahora las niñas me preguntan qué tienen que hacer para ser científicas, no es un grado, no es una carrera, es un camino en el que no hay directrices de lo que tienes que hacer”. Y concluye: “A pesar de todo hay niñas con inquietudes y hay que fomentarlo porque la ciencia es el futuro”. Ellas son el futuro.

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