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Cuando el baile es herencia

  • Hablamos con Tía Curra, Juana Carrasco y Enrique Remache, abuela, madre y nieto, tres generaciones que conservan la tradición selecta del arte de Jerez

Tía Curra, en primer plano, Juana Carrasco y Enrique Remache.

Tía Curra, en primer plano, Juana Carrasco y Enrique Remache. / Miguel Ángel González

"Yo nací bailando, como el que dice. Porque mi mare La Tita cuando estaba embarazada bailaba, o sea que yo bailaba ya en la barriga de mi mare (risas). No dicen que los niños escuchan las cosas madres, pues eso será".

Habla Francisca Soto Monge 'La Currita'. A punto de cumplir ochenta años, Tía Curra es uno de los últimos estandartes del baile de Jerez, ese del que dicen se hace en el sitio. Por sus venas corre el linaje de los Terremoto, de los Sordera y Paco La Luz, y es heredera de una forma distinta y única de concebir el baile, porque hay algo que deja claro cuando conversas con ella: "A mí no me ha enseñado nadie".

No se considera artista, pero sí admite que "he actuado mucho", hasta el punto, como afirma, de haber "recorrido el mundo dos veces", cuenta.

Manuel Morao tiró de ella hace más de veinte años para formar parte de su compañía, algo que ha repetido en los últimas décadas con artistas de la talla de Manuela Carrasco, Moraíto o Diego Carrasco.

Hablar con La Currita es descubrir aquel barrio de Santiago de antaño. "No había hambre...", recuerda, aquel Jerez de las gañanías, cuando las fiestas eran "casi diarias, como teníamos jamindé... Ea, a bailar y cantar".

Su historia tiene también parte de esa realidad con la que se encuentran los investigadores flamencos a la hora de reescribir lo anterior. "Yo me llamo Soto Monge, pero en realidad me debería llamar Soto Fernández, lo que pasa es que mi mare La Tita, que era hermana de Terremoto,trabajaba en el campo y cuando vinieron para inscribirme, me puso sus mismos apellidos".

"Mi abuela, la madre de ella, tiene los apellidos de su padre, porque le cogió trabajando en el campo y no vino a registrarse. Entonces, su madre, dijo el mismo nombre, por eso no tiene los apellidos de mi tío Fernando, siendo hermana", interrumpe su hija Juana Carrasco.

"Yo podría ser Soto Fernández de sangre, pero como nos íbamos al campo tres o cuatro meses a trabajar y estábamos to el invierno y to el verano, eso no se tenía en cuenta. Mi madre, pa arreglar los papeles de esa paguita que dejó Franco, se tuvo que apuntar de nuevo", vuelve a intervenir Curra.

La matriarca recuerda aquellos años en la calle Nueva, "en el número treinta vivíamos nosotros con mi abuela Luisa, la madre de Terremoto, porque mi padre se murió cuando yo apenas tenía cinco meses. A mí me criaron mi mare y mi abuela".

"Ellas vendían en la puerta de la Plaza. Cebollas, ajos limones.... Como también lo hacían mi tía Juana la del Pipa, mi tía La Monje, mi tía Rafaela..., todas se dedicaban a lo mismo".

"Hambre pasábamos, la verdad, por eso cuando mi mare iba la Feria de Sevilla o a alguna fiesta con mi tía Juana, mi tía María Soleá o Luisa La Torrán, le decía a mi abuela: 'Anda mare, que mañana vamos a poner un puchero....Ya tenéis alimentito pa toa la semana, por si no comemos más'".

Su infancia y la adolescencia tuvo como epicentro aquellos cortijos jerezanos, donde muchas familias de Santiago se ganaban la vida trabajando en el campo durante meses. "Antes se pasaban muchas fatigas porque no había dinero. Nos íbamos al campo a trabajar, a aquellas gañanías grandes, y allí dormíamos todos juntos. Los colchones los llenábamos de paja en el pajar cuando llegábamos por la tarde. Pero entonces teníamos fuerza pa, nos llevábamos to el día trabajando y encima por la noche, fiesta. Y ya se sabe, allí nos daban las tantas, porque salía uno, salía otro, salía otro. Nos liábamos a hacer pataítas a porfía, ese era el juego de nosotros, bailar. Aunque yo he jugado hasta el bolindre....(risas)".

Y llegó el amor, casándose con Vicente Carrasco 'El Jirigaña'. "He tenido nueve hijos, y a todos los ha criado yo con la tetita, que ahora no quieren dársela. Con lo bien que se crían los niños con el pecho....", asegura mientras su hija Juana y su nieto Enrique sonríen.

Pero hablemos del baile. Tía Curra se subió por primera vez a un escenario cuando tenía ya 57 años "porque después de casarme mi marío no me dejaba bailar". "Con 57 años me llamó Manuel Morao, y trabajé con él varias veces, también he trabajado con Manuela Carrasco, con la que hice una turné grande, Diego Carrasco y con Moraíto Chico. Con él me encantaba ir, porque era buenísimo, nos trataba muy bien y era el mejor que pagaba", recuerda entre risas. "La verdad es que sin dedicarme a he andao mucho por ahí".

¿Y cómo es su baile? "A mí me gusta bailar en una losa", afirma tajante. "Pero claro, como ahora lo que se hace son los zapateos...Lo que vale es lo de las manos y el cuerpo (bracea con arte sentada en la silla). Los pataleos son enseñaos. To el que no te tira el pellizquito y no se levanta el vellito, di tú, . No es que no valga , pero es uno más. Que aprende, que sabe, pero...".

"El baile de mi mare es diferente al de mi abuela, por ejemplo, el de mi mare es más arte, otro braceo y el de mi abuela Tita era distinto. Ahora quizás, de más mayor, se está pareciendo más. Ella tiene el baile de mi tío el Nene, que hace así con las manos", interrumpe su hija Juana.

Prosigue Enrique Remache, presente en la conversación: "El baile de mi abuela Curra es de ella. Yo recuerdo que cuando fui a grabar los coros para un disco de Alejandro Sanz en Madrid, me preguntaba por eso (se palmea la barriga a compás). También Joaquín Cortés, en su espectáculo Live, hace esto, y además, ha reconocido que era de la Curra. Es un baile muy personal".

"Eso es un don que Dios da, o se tiene o no se tiene, -continúa Juana-. Remache, por ejemplo, era un borrachito...Y cuando había una boda todo el mundo le decía, 'Remache no te emborraches', que te queremos escuchar. Y él se ponía con la cabeza hacia atrás, y cuando cantaba por soleá y seguiriyas to el mundo salía llorando. No ha sido nadie, y sin embargo, aquí en Jerez ha quedado en algo como exclusivo, algo que no se ha escuchado nunca cantar. Porque hasta mi tío Fernando Terremoto se moría con él cuando lo oía cantar".

Juana echa la vista atrás para retrotrarse hasta los años 70, en aquella Fiesta de la Bulería a la que acudió Faíco, premiado por la Cátedra. "Cuando llegaba la Fiesta de la Bulería, mi padre se intentaba traer a todos los artistas que podía porque la mayoría eran familia. Se traía a Turronero, El Lebrijano...y allí se formaban unas fiestas...Nosotros éramos pequeñas y nos poníamos a verlo desde arriba", relata.

"Me acuerdo que un año vino con Faíco y empezó a bailar mi abuela la Tita. Cuando ese gitano la vio bailar, con lo chiquitita que era y lo que se hacía con el delantal recogío..Le pegó un bocao al vaso de whisky que tenía en la mano, que lo rompió, y luego se partió la camisa. Cómo bailaría mi abuela para que aquel gitano hiciera eso...".

"Era impresionante ver bailar a mi abuela la Tita con ese cuerpo tan chico. Yo no he visto bailar a nadie como a mi abuela, porque hacía unas cosas así con las manos pa dentro, se arremetía...¡Con lo difícil que es hacer eso a compás! Se le asemeja algo Luisa de Terremoto, que hace una cosa con el baile, pero un poco, ya digo".

Hablamos ahora de la figura de Juana, llamada a ser la heredera del baile de la familia, aunque como incide su hijo Enrique (Remache) "mi gente baila muy bien, porque tanto ellas como mis tías y mis tíos, bailan. Mi tío Diego y mi tío Vicente bailan que no veas, y mi tía Luisa que es la más chica....".

"Ella ha empezado a bailar ahora, pero ella bailaba desde que era chiquitita", recuerda Curra.

"Yo no he sido bailaora por eso, porque mi padre nunca me ha dejado", recalca Juana. "No me dejaba ni que me apuntara en una academia. Y eso que trabajábamos en un bar que tenía mi padre en Icovesa (el Yuki), y enfrente tenía la academia Ana María López. Yo le llevaba los cafés y me quedaba en la ventana mirando, pero mi padre nunca lo consintió. A mi mare la dejó porque ya con ella no podía (risas)".

Sin embargo, hace dos años David Lagos lo cambió todo. "Yo no pensaba bailar, porque ya mi tren pasó. Ya tan mayor...Un día, David Lagos, que me había visto bailar una fiesta, le dijo a mi Enrique que fuera a la presentación del disco que grabaron ellos. Le dije que sí y lo hice, sobre todo por mi hijo. Y ahora en la Fiesta de la Bulería, igual. Pasé muchos nervios, porque artista no es to er mundo, y eso impresiona mucho. Pero bueno, para mí ha sido un sueño, le estoy muy agradecida a David. Él dice que le encanta mi braceo, y mi mare dice que eso es de su abuela Luisa, la madre de Terremoto, que dicen que sentada ya viejecita, la gente iba a verla porque movía los brazos con un empaque...".

La conversación es amena, y el olor a volaores cada vez es más intenso. "Me encanta la cocina", dice Juana. "Me ha superado a mí", contesta Curra. Al hablar de baile, Tía Curra ensalza la figura de Manuela Carrasco. "La estampa que yo le he visto, no se la he visto a nadie". Aunque no oculta que "también me gusta mucho esta chiquilla que ha salido ahora, Gema Moneo".

"Manuela es como Paula, que sólo verle en el paseillo valía la pena, aunque luego no hiciera na", comenta Juana. "De hombres a mí me gustaba mucho Moraíto Chico, ese quitaba el sentío", prosigue. "El Mono también bailaba que no veas...", clama Tía Curra.

De pronto, vuelta al pasado. "Mira, yo tenía una tía que era hermana de mi tía Juana la del Pipa, Tía Curra, y se cogía el pico del delantal y hacía con el brazo así (lo mueve de abajo a arriba), eso era una estampa. Con eso se nace".

Pero para bailar, y así se recoge en el particular decálogo de Tía Curra, es imprescindible el momento y el cante. "El baile no siempre te coge igual, porque yo cuando he tenido que actuar en algún sitio, he intentado ensayar en mi casa, y no, al final hago lo que me sale. También te digo una cosa, es importante el cante, cuando el cante te motiva y te levanta un poquito, lo haces mejor. Ahora, si el cante no te llena, bailas pero no es igual. A mí me cantó una vez El Torta en la Nochebuena, en Villamarta, y todavía me acuerdo", insiste.

"Ahora lo que pasa es que las piernas ya no van igual, con esto del azúcar", dice. "Yo por último en la peña he bailado sentá (risas). Ahora como escuche un cante bueno...", concluye.

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