"No soy bailaor, lo que hago me sale de dentro"

pepe 'el zorri'

Sus populares pataítas, rescoldo de aquel baile de La Plazuela de hace años, son conocidas ya en medio mundo. Tras su último éxito en Holanda, hablamos con él.

El Zorri, en la peña Los Cernícalos
El Zorri, en la peña Los Cernícalos / Miguel Ángel González
Fran Pereira

05 de febrero 2017 - 10:01

Jerez/Acaba de llegar a Los Cernícalos y no para de saludar a gente. Detrás de su flamenco pañuelo de lunares negros y su mascota azul encontramos a José Domínguez Garrido 'El Zorri' (Jerez, 1935). No se considera bailaor pero sus pataítas son conocidas ya en medio mundo.

-¿Quién es Pepe 'El Zorri'?

-Una persona sencilla, a la que no le gustan los jaleos y muy buena gente, al menos eso es lo que lo me dicen porque tengo amigos en todos sitios.

-Y ¿de dónde le viene eso de 'El Zorri'?

-Mira, a mí de pequeño decían 'El zorrilla' porque hace muchos años, por la vía del tren pasaba una máquina que le decían la zorrilla. Yo tendría diez o doce años, y con otros niños de la zona íbamos a ver pasar la zorrilla por San Telmo. Entonces, uno decía 'la madre del último que llegue a la zorrilla', y yo, que era muy ligero de piernas, llegaba antes que todos. Al cabo del tiempo todo el mundo me llamaba 'El zorrilla' hasta que, como pasa por aquí, me recortaron el apodo hasta dejarlo en 'El zorri'. Al final, la gente me conoce más por 'El Zorri' que por Pepe.

-Viéndole, yo diría que su DNI no está correcto...

-(Risas) El 17 de julio cumpliré 82 años pero claro, la edad mía la tengo yo en la mente, y soy una persona que tiene la mente joven.

-¿Qué hace para que todo el mundo le quiera?

-No lo sé, es algo que va conmigo. Yo soy una persona que me entrego y la gente se da cuenta. Aquí llegan las japonesas y a los tres días ya es amiga mía. ¿Por qué? Porque captan mi forma de ser. Eso a mí me da vida y lo noto en mi cuerpo.

-¿En su familia ha habido artistas?

-Sí. Yo soy primo de La Paquera, mi madre era hermana de su madre. También soy familia de Diego de la Margara, de su madre Luisa Torrán. Vengo de una familia cantaora y bailaora.

-O sea que por algún lado le tenía que salir la rama artística...

-Hombre, me he criado con los Méndez y los Garrido, y eso, haber nacido en Jerez y traerlo dentro....Supongo que será por eso que tengo esas cualidades.

-Y esa manera tan personal que tiene de bailar, ¿de dónde la ha aprendido?

-Yo siempre digo que traigo el compás en mi cuerpo, interiormente. No he aprendido nunca de nadie, y todo lo que sé es mío, por eso cuando bailo por bulerías lo hago a mi aire, de una manera especial que tengo, pero a compás. Para cantar o bailar hace falta compás y eso en mi caso lo traigo desde chiquitito.

-Pero usted no se ha dedicado nunca a esto hasta hace poco...

-Es cierto, yo me quedé viudo hace cuatro años. He estado sesenta y cinco años con mi mujer y estuve con ella hasta el último día. Tenía alzheimer y estuve cuatro años con ella en un carrito. Cuando murió empecé a bailar otra vez porque esto es ley de vida.

-O sea que hasta entonces no se había subido a un escenario...

-Bueno, no exactamente. Hubo un tiempo en el que fui con mi prima Paquera, pero fue hace mucho. Yo acababa de terminar la mili, con 23 años, y mi prima me llamó porque le hacía falta un bailaor. Yo entonces vendía en la puerta de la plaza hilo, encajes...siempre para ayudar a mi padre. Me fui con ella en una gira por toda Andalucía. Fíjate los que iban en el espectáculo: Cantaba Chocolate, Paco Toronjo, Curro de Utrera, El Talegón y El Lebrijano, bailaba Pepe Ríos, un bailaor de Sevilla que se casó con una hija de Manuel Torre, y Farruco, y tocaba la guitarra Paco Cepero. Con ellos estuve tres meses, porque te digo una cosa, yo entonces hacía unas hechuras de patas...Ahora es que no puedo.

-¿Y por qué no siguió dedicándose a ello?

-Porque cuando volví, me traje un buen dinero. Yo le hablaba a mi novia desde hacía ocho años y cuando puse los billetes encima de la mesa, me dijo, 'escucha Pepe, ahora tenemos que casarnos'. Y me casé, monté un puesto de bragas en la plaza de abastos y allí he estado durante sesenta años hasta que se lo he dejado a mis dos hijas.

-¿A partir de entonces no volvió a bailar de una manera profesional?

-No, ya hasta que se murió mi mujer. Sólo he bailado en mis peñas cuando en el fin de fiesta se encarta, más que nada porque disfruto. Yo soy socio de la Peña La Bulería, de la Peña Los Cernícalos y de la Peña Colchonera, en eso me gasto el dinero, en lo que me gusta.

-¿Se arrepiente de no haber seguido por el camino artístico?

-Yo no, he sido muy feliz. Tengo tres niños y ocho nietos, no me arrepiento de nada. Eso sí, he sido una persona que ha vivido al día, no me he preocupado de juntar dinero, nunca. ¿Por qué? Porque estaba en la calle y como siempre llevaba dinero, he vivido momentos inolvidables. Es más, ahora de mayor me alegro de haberlo hecho. A mí el dinero no me importa, el dinero me vale para vivir y como cobro una paguita, con eso junto algo, pero por si me voy este verano a Barcelona un mes (risas).

-Esas pataítas que hace, ¿las ensaya o son pura intuición?

-Hombre, cuando voy a algún sitio ensayo un poquito, pero vamos que sólo para ver por dónde tiro, porque por ejemplo, si voy a un teatro ahí sé que tengo que dar la cara. Yo soy de inspiración más que de pizarra. Tengo un repertorio de cinco o seis patas, pero hago las que sé que le gusta al público, y para qué te voy a engañar, las que a mí me gustan. Al final, sólo hago dos patas casi siempre. A lo mejor en las fiestas lo dejo más a la inspiración.

-¿Se considera bailaor?

-Yo no. Para ser bailaor hay que saber bailar por lo menos cinco o seis palos y yo sólo bailo por bulerías. Lo que pasa es que mi baile es muy particular.

-Un baile que ya no hay...

-Ese es el mérito a lo mejor, digo yo. Yo hago dos llamadas, dos recortes, el baile de Jerez.

-¿En qué se fija cuando ve a un bailaor?

-Yo me fijo de las piernas para abajo. Me gustan las manos, pero las piernas más. Yo he estado con Farruco y no veas cómo bailaba. También me gusta mucho ver a Rafael El Negro, cada vez que voy al Centro Andaluz de Flamenco me pongo sus vídeos porque hacía unas patas y unas cosas...Yo eso lo voy enganchando a mi forma. Como tengo mucho compás y habilidad en las piernas le meto cositas mías (sentado y todo se recoge y simula una de sus pataítas).

-¿Y de los de ahora, le gusta alguno en especial?

-De los de ahora, con respeto para todos, me gusta mucho el Grilo, es un bicho y hace lo que quiere. Eso es lo que a mí me gusta, la habilidad con los pies. Lo mío es meter patita, bailar parao, por ejemplo no es lo mío, no tengo la habilidad de mi primo Diego (de la Margara) que es el mejor braceando. Él tiene mucho arte, igual que la madre, Luisa de Torrán, que para mí ha sido una de las mejores bailando, porque bailaba distinta a todas las mujeres. Ella hacía unas cosas que no se las he visto a nadie, y en Jerez ha habido buenas bailaoras.

-Y bailaores...

-A mí me encantaba Juanele, el padre de Ali y Luis de la Tota, que era compare mío. Recuerdo que Curro de la Morena le decía, después de salir yo a hacer una patita, 'anda, Juanele, ahí lo llevas'. Y no veas cómo bailaba, con qué arte. También recuerdo a El Güiza, ese hacía patas de todos colores. Por bulerías no había quien lo cogiera. Otros que me gustaban mucho, aunque no eran de Jerez, eran Anzonini de El Puerto, que bailaba muy flamenco, y Paco Valdepeñas, que tenía un compás y un arte...

-Y en el cante, ¿a quién prefiere?

-A mí me encanta Agujetas, Terremoto, El Borrico o la Fernanda de Utrera por soleá, los que llegan y transmiten. Antes había mejores cantaores que ahora, y algunos no eran profesionales, como El Pastilla, Alfonso Berengeno o el padre de Rubichi, Domingo, a esos los he visto y doy fe.

-Y de La Paquera, ¿qué opina?

-Eso es otro mundo. Mi prima estaba tocada por Dios, no se puede cantar mejor, y por bulerías ha sido la más grande. Los Méndez tienen algo especial, José Méndez, Jesús Méndez...hasta El Chusco tiene algo que cuando tira parriba...

-Volvamos al presente. Su última aparición ha sido en Holanda y según las crónicas puso usted el teatro en pie....

-(Risas) Sí, estuvimos la semana pasada con David Lagos. Me llamó y me dijo 'Pepe, yo quiero que hagas una pincelada'. Po mira, el teatro estaba lleno y yo hice dos cosas, una al principio y una al final. Salí el último y a la gente le gustó mucho. Fue muy bonito.

-Quién le iba a decir a usted que a sus 82 años iba a salir ovacionado en un teatro...

-Pues sí, lo pienso y no me lo creo. Para mí lo de Holanda fue algo especial porque yo no estoy acostumbrado a bailar en un teatro, yo hago mis peñitas y mis cosas, pero ya está. También he estado en la Bienal y en Japón, que fíjate dónde está.

-Allí fue el año pasado, ¿no?

-Sí, con Ana María López, otra bailaora de lo que no hay, y no veas cómo lo pasamos. Me hice por los menos cincuenta mil fotos, sin exagerarte. Allí te respetan mucho, y tienen mucha educación, y eso a mí me encanta.

-Y sin tener una trayectoria como usted mismo reconoce, ¿no le causa respeto cuando sale a actuar a un escenario grande como puede ser un teatro?

-Sinceramente no. Yo soy muy tranquilo. Cuando voy a esos sitios no me pongo nervioso. ¿Por qué? Porque sé que lo que haga, lo voy a hacer bien. No me voy a equivocar porque lo traigo, yo bailo fácil.

-¿Es ese el secreto de Pepe 'El Zorri', la tranquilidad?

-Puede ser. Mira, a mí me ha dicho mucha gente: 'Zorri, tú a mí me transmites energía. Tu cuerpo hace cosas...'. Eso, cuando voy por ahí me lo dicen. Incluso una vez, una amiga mía japonesa vino a verme con su madre, que no sabía nada de español. Cuando terminé de bailar, me dijo que su madre le había dicho que yo le había transmitido una energía increíble.

-¿Cuántas veces le dicen que le enseñe sus pataítas?

-Uff, una jartá, lo que pasa es que yo no sirvo para maestro. A mí me salen las cosas de dentro.

-Y después de Holanda...

-Ahora voy a Barcelona el día 16 y voy con Ali de la Tota. Nos han invitado la dueña de un tablao. Me conoció porque fui a ver a mi nieta, Saray García, que es bailaora y pronto se hará notar, y no es porque sea su abuelo.

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