Jerez

Miguel Ángel Borrego Soto

Recuperan el nombre del último señor musulmán de Jerez

Ignorado por la historiografía, y apenas aparece en los manuales, entre agosto de 1264 y julio de 1267, Jerez fue gobernada por el noble magrebí, ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Haqq, Abū Ṯābit

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Lápida meriní hallada en la iglesia de San Dionisio de Jerez y que se expone en el Museo Arqueológico Municipal de la ciudad (n.º inventario: IG. 0837).
Lápida meriní hallada en la iglesia de San Dionisio de Jerez y que se expone en el Museo Arqueológico Municipal de la ciudad (n.º inventario: IG. 0837).

10 de julio 2025 - 12:01

Entre los muchos episodios desconocidos de la historia de Jerez, hay uno que destaca por su precisión, y por su olvido. Lo narra alguna fuente árabe con todo lujo de detalles, pero ha sido ignorado por la historiografía y apenas aparece en los manuales: entre agosto de 1264 y julio de 1267, Jerez fue gobernada por el noble magrebí, ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Haqq, Abū Ṯābit, capitán de las tropas de voluntarios de la fe meriníes que habían cruzado el Estrecho para apoyar la gran revuelta mudéjar.

Este personaje, desconocido para la mayoría de los jerezanos, fue durante tres años —menos veintidós días, como precisa una de las crónicas árabes— el señor de Šarīš, como se llamaba entonces la ciudad de Jerez. Su presencia no fue anecdótica: controló la alcazaba, organizó la defensa de la ciudad y fue pieza clave en la alianza militar entre el sultanato nazarí de Granada y los meriníes de Marruecos contra la ofensiva castellana.

La revuelta mudéjar: una insurrección bien planificada

A comienzos de los años 60 del siglo XIII, los equilibrios de poder entre cristianos y musulmanes en la Península estaban cambiando. Alfonso X, el rey Sabio, había consolidado su dominio sobre buena parte de Andalucía occidental, incluida Jerez, sometida en 1261. Pero el rey nazarí Muḥammad I, fundador del reino de Granada, no se resignaba a perder más territorio.

Desde la corte de la Alhambra, y con la complicidad del sultán meriní Abū Yūsuf de Fez, se promovió una revuelta general de la población mudéjar, es decir, los musulmanes que seguían viviendo en tierras conquistadas por los cristianos. El objetivo era claro: provocar un levantamiento simultáneo en ciudades como Jerez, Murcia, Sevilla o Niebla, mientras las tropas del norte de África acudían en su auxilio.

Y así sucedió. Según el historiador Ibn Abī Zarʽ, las primeras tropas meriníes cruzaron a al-Andalus hacia el año 662 de la hégira (1263-1264). Al frente de ellas estaban dos hermanos, ʽĀmir y Muḥammad b. Idrīs, miembros de la dinastía meriní o benimerín, que serían acogidos por el rey granadino en Málaga. Desde allí, lanzaron sus primeras incursiones hacia la campiña jerezana.

Jerez, entre dos mundos

Como relatan tanto las crónicas árabes como la Cantiga 345 de Alfonso X, la ciudad se convirtió en uno de los principales escenarios del levantamiento. La guarnición cristiana resistió en el alcázar durante semanas, asediada por los musulmanes, que llegaron incluso a levantar un muro separando la fortaleza del resto de la villa.

La situación se volvió insostenible. Don Nuño González de Lara, al mando del alcázar, pidió ayuda al rey, pero acabó huyendo ante el empuje de los aliados andalusíes y magrebíes. Fue entonces, el viernes 13 de šawwāl del año 662 (8 de agosto de 1264), cuando ʽĀmir b. Idrīs entró en la fortaleza y se enseñoreó en ella. Así lo cuenta con precisión la Ḏajīra al-sanīya, una crónica magrebí que conserva ese dato único: el nombre del señor musulmán de Jerez y la duración exacta de su gobierno: “tres años menos veintidós días”.

Durante ese tiempo, la ciudad formó parte de la red de territorios que escaparon al control cristiano y quedaron en manos de contingentes norteafricanos y tropas leales al rey nazarí. El propio ʽĀmir b. Idrīs actuaba como gobernador de facto, en una posición ambigua entre el poder militar, la lealtad a Granada y la autonomía política.

El fin del dominio musulmán

La suerte de ʽĀmir b. Idrīs y la de Jerez estaba ligada a la gran guerra de frontera entre Castilla y Granada. Las alianzas cambiaban constantemente, y las tensiones internas entre las distintas familias andalusíes y meriníes también jugaban su papel. Finalmente, el tratado de paz firmado en Alcalá de Benzaide en junio de 1267 selló la entrega de múltiples fortalezas al rey Alfonso X. Entre ellas, figuraba Jerez.

Poco después, en el mes de julio, ʽĀmir b. Idrīs abandonó la ciudad, probablemente ante la falta de refuerzos y el cambio de rumbo político en la alianza entre Granada y Castilla. Alfonso X volvió a poner sitio a Jerez y, tras una breve campaña, la ciudad fue definitivamente incorporada a la Corona en octubre de 1267.

Un hueco en la historia que merece nombre

Hoy, siglos después, la figura de ʽĀmir b. Idrīs permanece ausente del relato histórico oficial, pese a ser el último señor musulmán de Jerez. Su nombre, rescatado de las fuentes árabes, no es sólo una curiosidad erudita, sino también una pieza clave para comprender la complejidad del siglo XIII andaluz, donde fronteras, lenguas y religiones se cruzaban, se aliaban y se traicionaban a diario.

Reconocerlo y recordarlo es también una forma de dar voz a una parte desconocida de nuestro pasado, y de devolver su lugar en la historia a quien, durante tres intensos años, gobernó la Šarīš andalusí.

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