José María Contreras Espuny | escritor

"Es el antimanual, es un libro plagado de tropiezos"

  • Con su libro 'Confesiones de un padre sin vocación' huye de la paternidad "edulcorada"

José María Contreras Espuny, días atrás, en la plaza Aladro.

José María Contreras Espuny, días atrás, en la plaza Aladro. / Vanesa Lobo

"Mi libro se lo recomiendo a los padres que creen que lo están haciendo mal, para que vean que aún se puede hacer mucho peor". José María Contreras Espuny habla claro de su paternidad y de cómo "por accidente" al enamorarse de su mujer ha terminado siendo padre de dos niños "sin tener vocación".

Confesiones de un padre sin vocación "intenta ser cómico, humorístico pero partiendo de la realidad. Mi intención es sobre todo que la literatura sea un gozo. Para prevenir a futuros lectores diré que mi libro no es en ningún caso un manual, si acaso, un antimanual. No está plagado de consejos, sino de tropiezos. Como dice la pediatra de mis niños, a la que tengo idolatría, los niños están vivos a pesar de nosotros y no gracias a nosotros".

¿Un padre sin vocación? "Somos nueve hermanos y yo veía que teníamos a mi padre erosionado, desgastado. Esto no era un paseo ameno ni un anuncio de Kinder Bueno. Egoístamente, para disfrutar de la vida lo último que yo quería era ser padre. Y llegué por accidente, por enamorarme de mi mujer y ahora he acabado enamorándome de mis niños –tiene dos hijos menores de 3 años–. Pero de primera no, no los hubiera tenido jamás", confiesa el escritor.

Cuando le surgió este proyecto hizo una búsqueda "y me armé de algunos manuales. Los deseché inmediatamente. Son tan cursis... Dan una visión edulcorada incluso los que intentan ser macarras. Yo quería dar una imagen de la paternidad muy al margen de todo eso".

"Así que aún fascinado con el milagro de la paternidad y redescubriendo esa vocación que yo pensaba que no tenía, soy real con todo lo malo, espinoso y trabajoso que es la paternidad. La paternidad está trufada de algunos momentos muy buenos que compensan todo lo demás", subraya.

Su primer libro, Crónicas coreanas, parte de la no ficción, "y con los niños tenía el miedo de que me fuera imposible escribir. Que fuera incompatible mi vocación de escritor con el destino, que son los niños". Así que pensó en solucionar el problema "por colisión". "¿Los niños me van a impedir escribir? ¡Pues voy a escribir sobre los niños! Y he conseguido que sobreviva mi vocación de esta manera", reconoce.

En los últimos años se han afianzado lo que llaman pedagogía positiva, una educación 'difícil' de seguir para el autor: "No soy muy pedagógico. A veces me levanto y pienso 'voy a empezar a ser moderno', pero me dura muy poco. Estoy tostando el pan y ya se me han quitado las ganas. Este tipo de pedagogías y espíritus rousseaunianos de que el niño es bueno por naturaleza y estas cosas, tienen en parte la culpa de esa visión tan dulce de la paternidad. A Dios gracias me crié en un hogar sin pedagogía y de la mía, al menos por ahora, está desterrada".

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