Brindis con historia y glamour
El Rebusco
El jerez, un vino con proyección internacional
Rito universal de celebración
Recuerdos culinarios de Jerez
Pocas bebidas han sabido capturar el alma del tiempo y la elegancia del gesto como el vino de Jerez. En el cine y las series de televisión, levantar una copa de jerez ha sido, muchas veces, más que un simple brindis: un acto de estilo, de sutileza. Desde los salones victorianos hasta los restaurante más elegantes recreados por Hollywood, el vino del Marco ha acompañado a escenas memorables.
El jerez ha sido y es el vino de la sofisticación en la cultura anglosajona. En la Inglaterra, toda dama distinguida tenía un decantador de cristal tallado con sherry en su aparador, y las series británicas más emblemáticas — de Coronation Steet a Call the midwife— no han dejado de recordarlo.
En la televisión contemporánea, el jerez ha vuelto a aparecer como símbolo de autenticidad y tradición. En Downton Abbey, la condesa viuda de Grantham sostiene su copa de dry sherry con gesto impecable, mientras dicta las normas de la etiqueta.
Y más allá de las islas británicas, el jerez se asoma a producciones americanas como Mad Men, donde los ejecutivos de los años sesenta lo eligen para brindar con un toque cosmopolita.
El cine clásico de Hollywood tampoco fue ajeno a su encanto.
Detrás de cada aparición del jerez en la pantalla hay una historia que viaja en barrica: siglos de comercio con Inglaterra, nombres míticos como Harvey’s Bristol Cream, Sandeman o Tío Pepe, y una cultura del brindis que es, en realidad, una celebración del diálogo.
Porque levantar una copa de jerez es levantar la historia misma de un intercambio entre pueblos, de un vino que fue embajador de Andalucía en el mundo y que, aún hoy, brilla entre luces de rodaje.
El jerez sigue siendo en el cine —como en la vida— una metáfora de la elegancia, la memoria y la emoción compartida. Cada vez que una cámara enfoca una copa de sherry, el espectador no solo contempla una bebida: asiste a un brindis con la historia.
Del cine a la televisión
El vino de Jerez, con su abanico de matices, es también un actor con luz propia. Su estética —las botas de roble, las venencias, los patios blancos de las bodegas— ha seducido a cineastas y documentalistas de medio mundo. No son pocas las producciones internacionales que han rodado entre los tabancos y las soleras de la ciudad, fascinadas por ese paisaje donde el tiempo se convierte en arte.
Pero más allá de su valor simbólico, el jerez es una metáfora cinematográfica perfecta: el equilibrio entre lo popular y lo sublime, entre lo cotidiano y lo eterno. Un vino que exige paciencia, que se transforma con la luz y que, al igual que el cine, cuenta historias sin palabras, apelando a los sentidos y a la memoria.
Hoy, en una época donde las imágenes viajan tan rápido, el vino de Jerez sigue siendo sinónimo de autenticidad. Cada vez que una copa se alza en la pantalla —sea en una película británica de época, en un thriller contemporáneo o en un documental sobre la Andalucía profunda—, el gesto es también un homenaje a la cultura que lo vio nacer.
Brindar con vino de Jerez en el cine es celebrar algo más que una bebida: es celebrar una forma de mirar el mundo.
El vino de Jerez ha tenido también su papel en la gran pantalla y en las series de ficción televisivas. Más allá de ser un producto emblemático de Andalucía y una joya enológica de España, el jerez ha sido un signo de distinción, misterio o refinamiento en innumerables guiones. Su presencia, aunque a veces sutil, evoca un universo de elegancia antigua, de sobremesas iluminadas por el sol del sur y de personajes que encuentran en una copa de fino o amontillado el símbolo perfecto de la sofisticación y el placer.
Pocas bebidas han sabido mantener una presencia tan elegante, constante y sugerente en la cultura audiovisual como el vino de Jerez. Nuestro vino ha sido mucho más que un simple acompañamiento en la mesa: ha representado un modo de vida, un símbolo de refinamiento y un guiño a la historia compartida entre España y el mundo anglosajón.
Ya en el Hollywood dorado de los años 40 y 50, el sherry —como lo bautizó el público internacional— aparecía con frecuencia en las copas de los personajes más sofisticados. Actores y actrices de la talla de Bette Davis o Cary Grant pronunciaban su nombre con una naturalidad que lo convertía en sinónimo de distinción. En películas como Lo que el viento se llevó (1939) o El pecado de Cluny Brown (1946), el jerez ocupaba un lugar ritual: se servía antes de la cena, en pequeñas copas de cristal, como símbolo de cortesía y buen gusto.
Su presencia no era casual. El jerez llevaba siglos conquistando paladares en el Reino Unido y en los países de habla inglesa, consolidando una imagen que el cine solo vino a reforzar. Las bodegas del Marco de Jerez encontraron en la gran pantalla un escaparate inesperado.
Con la llegada de la televisión, el vino de Jerez mantuvo su protagonismo, aunque en escenarios más cotidianos. Series británicas como Fawlty Towers o Poirot lo han recuperado como símbolo de un tiempo donde la conversación pausada y el buen gusto eran parte esencial del vivir. En la España televisiva, el jerez también ha tenido sus apariciones discretas pero significativas: bodegas, tabancos y copas de fino o amontillado han sido telón de fondo en producciones ambientadas en Andalucía, mostrando al mundo una identidad que se expresa tanto en el acento como en el vino.
El jerez ha encarnado una narrativa: la de un vino que viaja, que cruza fronteras sin perder su esencia. Cada vez que un personaje de ficción levanta una copa de sherry, lo hace también en honor a una tradición viva, al trabajo de las bodegas centenarias y al paisaje luminoso del Marco de Jerez.
Hoy, en plena era de las plataformas digitales, el jerez continúa apareciendo en documentales gastronómicos, series de época y producciones internacionales. Su nombre sigue resonando con la misma cadencia de antaño: un eco de historia, arte y hospitalidad. Porque si el cine y la televisión son reflejo de la vida, el vino de Jerez es su brindis más perdurable.
Un vino con alma de personaje
Pocas bebidas han sido tan cinematográficas como el jerez. Su sola mención despierta imágenes cargadas de exotismo, cultura y tradición. Desde el siglo XIX, escritores y dramaturgos ingleses lo convirtieron en un símbolo de gusto refinado —recordemos las referencias constantes de Shakespeare al “sack”, antepasado directo del jerez—, y esa connotación pasó con naturalidad al lenguaje del cine.
En las producciones de Hollywood del siglo XX, el jerez aparecía en escenas de salones elegantes, servido en copas de cristal tallado mientras los protagonistas conversaban con calma y porte distinguido, el jerez era la bebida de los anfitriones cultos, de los clérigos y las damas de alta sociedad. El gesto de ofrecer “a glass of sherry” era casi un ritual de cortesía británica, un código de hospitalidad y buen gusto que el espectador comprendía sin palabras.
En el cine español, su presencia fue igualmente simbólica, pero con matices más identitarios. En títulos como La Lola se va a los puertos (1947) o Carmen la de Triana (1938), el jerez aparece como emblema de la tierra, del arte y del duende andaluz.
Del misterio al refinamiento
El jerez no solo ha sido sinónimo de elegancia; también ha jugado papeles más oscuros o sugerentes. En la célebre historia The Cask of Amontillado, basada en el relato de Edgar Allan Poe y llevada al cine por Roger Corman en Tales of Terror (1962), el vino de Jerez se convierte en símbolo de tentación y perdición. La promesa de probar un raro amontillado desencadena un relato de venganza macabra, donde la pasión por el vino se entrelaza con el deseo y la locura.
Películas británicas y estadounidenses de época han continuado utilizando el jerez como marca de autenticidad histórica. En series como Downton Abbey, Brideshead Revisited o Upstairs, Downstairs, el jerez aparece en las recepciones, cenas formales o momentos de confidencia, reafirmando su papel como vino de etiqueta y como testigo silencioso de las intrigas domésticas y políticas.
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