Jerez

Un brindis con el jerez de los zares

  • Putin y Berlusconi descorcharon en Crimea una botella del jerez más caro del mundo y que perteneció al zar Nicolás II. El Marco se pregunta por el origen jerezano del sherry de la polémica.

La casa de subastas británica Sotherby's adjudicó en el año 2001 un jerez de 1775 por 44.000 euros, entre los precios más elevados pagados hasta la fecha por un vino y el más alto jamás abonado por un vino fortificado, si bien se estima que su valor actual oscila entre 80.000 y 130.000 euros. El jerez más caro del mundo formaba parte de la colección de Massandra, histórica bodega de Crimea que cuenta con la mayor colección de vinos según el libro Guinness de los récord -la forman más de un millón de botellas-.

Un jerez de la misma añada, que reza además como la más antigua de la colección, se ha convertido en foco de atención internacional por el conflicto diplomático desatado entre Rusia y Ucrania tras conocerse que el presidente ruso Vladimir Putin y el ex mandatario italiano Silvio Berlusconi descorcharon una de estas botellas para brindar durante una visita reciente a la bodega, ubicada en la Península anexionada a Rusia en 2014.

Se desconoce si Putin, al que la Fiscalía de Crimea ha abierto causa penal por apropiarse del legado patrimonial de Ucrania,  y Berlusconi, declarado persona non grata-, llegaron a probar un vino al que nadie en el Marco es capaz de poner origen y del que, al margen del precio estratosférico alcanzado en la subasta de Sotherby's, poco más se sabe. La noticia ha tenido amplia repercusión en el sector, en el que se especula que por la época posiblemente se trate de un vino dulce, aunque es difícil de precisar al no tenerse constancia de la bodega de la que pudo salir esta reliquia.

La bodega crimea asegura en su web que todos los vinos de la colección, además de su indudable valor histórico, se conservan en perfectas condiciones. En este sentido, el presidente del Consejo Regulador del jerez, Beltrán Domecq, defiende que de ser así, y aunque la añada date de hace casi dos siglos y medios, el vino puede ser apto para su consumo. Es más, añade, "puede ser un vino fantástico".

Domecq prefiere no aventurarse a dar nombres de bodegas en de las que puede ser originario este vino, pues aunque la inmensa mayoría de las casas del jerez se fundaron con posterioridad, ya en el siglo XIX, algunas de estas firmas tienen su origen en otras nacidas en la primera mitad del siglo XVIII.

El director comercial de Sánchez Romate, Marcelino Piquero, coincide en la dificultad de conocer la casa de origen de este jerez de 1775, época en la que España mantenía su alianza con Francia contra el imperio británico, apoyado, entre otros países, por Rusia. Según Piquero, los británicos no volvieron a Jerez y al negocio bodeguero hasta después de su victoria en la batalla de Trafalgar (1805) y entre las pocas firmas que subsisten del siglo XVIII con apellidos extranjeros cita Gordon-Duff -de origen británico y embrión de Osborne- y Hauríes -apellido francés y precedente de Domecq-. El resto eran pequeñas bodegas de familias jerezanas y almacenistas.

El responsable comercial de Romate tiene serias dudas de que el vino se conserve en condiciones para su consumo, si bien el presidente del Consejo Regulador apunta que el jerez de la época se fortificaban mucho, ya que eran vinos destinados a la exportación y se les añadía abundante alcohol para que no se echaran a perder en el viaje.

Ciertamente, hasta el siglo XVIII no se implantó en Jerez la exportación de vinos embotellados. Hasta entonces, lo que salía de las bodegas jerezanas hacia el exterior eran mostos jóvenes fuertemente fortificados -el añadido de alcohol los preservaba del viaje- que posteriormente envejecían y eran embotellados en sus lugares de destino. 

Es posible que las botellas de Massandra se embotellaran en Crimea, pues ni la bodega ni la casa de subastas Sotherby's ofrecieron más detalles sobre estos vinos, de cuyas etiquetas poco se conserva.

Se piensa que los jereces de 1775 de esta colección fueron adquiridas a mediados del siglo XVIII por el aristócrata ruso Mijaíl Vorotsov, un apasionado de los grandes vinos europeos de la época como el jerez, el oporto, los sauternes o el tokaj. La colección pasó tras su muerte a formar parte de la bodega crimea, mandada construir en 1894 por Nicolás II en la zona de residencia de verano de los zares rusos.

En la bodega, cuya histórica colección de añadas salió indemne tras la revolución rusa por decisión de Stalin de preservarla dada la calidad de los vinos y que fue puesta a buen recaudo durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, se siguen elaborando vinos dulces y fortificados al estilo de los vinos de Jerez, Oporto, Tokaj...

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