La condena de un tiempo ligero
Así vivió Pedro Pacheco, el 'enfant terrible' de la política andaluza, las horas que siguieron a la publicación de una sentencia que, a la espera de un recurso, le puede llevar a la cárcel
"¡A la cárcel! LLegó la hora de que los chorizos vayan a chirona", exclama un parroquiano como una trompeta del apocalipsis mientras tintinean las cucharillas en los vasos de café, el pasado miércoles, en un bar de la calle Larga de Jerez. A su alrededor se crea un círculo de silencio. Sobre la barra reposa una foto impresa en la que Pedro Pacheco interrumpe con un rictus su conocida risa de 'estoy enorme'. Le acompaña José López, uno de los dos asesores cuya contratación le ha costado más de cuatro años de prisión.
Se me viene a la cabeza una imagen muy lejana. Correría 1991. Pacheco, alcalde exitoso y omnipresente de Jerez, había declarado que uno de sus concejales era carajote. Estaba enfadado. "Voy a mandar al carajo a medio Jerez", dijo a un periodista. Como no esperaba que esas palabras se vieran recogidas en titulares, al día siguiente montó una rueda de prensa, se quejó del medio de comunicación y defendió su terminología coloquial. A su lado estaba José López, los dos veintitantos años más jóvenes que en esta foto de la barra del bar. "Pepe, ¿cuántas veces te he llamado carajote, cuántas veces te mando al carajo?" "Todos los días", respondió con complicidad López.
Jerez despertó el miércoles con una sensación extraña. Un abogado me detiene por la calle Santo Domingo, charlamos un rato. "Es exagerado lo que le ha caído, con todo lo que hay, pero claro, es malversación. Entonces se hacían las cosas así. Nadie le echaba cuenta, todo el mundo lo hacía en todos los ayuntamientos y diputaciones. Si se hubiera marchado cuando se tenía que marchar..."
La condena que la juez de la Audiencia Provincial firmó contra el que había sido alcalde de Jerez desde 1979 hasta 2003 tiene su origen en una inquina: el odio que Pilar Sánchez, alcaldesa socialista, siente por un hombre que durante su gobierno de coalición la había ninguneado. Gobernaron juntos dos años. Cuando ella tuvo mayoría absoluta, entregó a la fiscalía dos contrataciones, dos enchufes, para ver qué hacía con ellas. La fiscalía construyó sobre ese odio un documentado delito de fondos públicos utilizados para nada. Un testigo favorable a Pedro Pacheco dijo en el juicio que los asesores de Pacheco, López y Manuel Cobacho, sí asesoraban: que lo hacían en las cafeterías. Demoledor. Pero lo cierto es que en el Jerez burbujeante de una riqueza de humo construida sobre la extensión de su suelo todo se hizo en los bares. Jerez es muy de bares, como ese hombre que ha exclamado "¡a la cárcel!" Le conozco. Durante un tiempo trabajó enchufado en el Ayuntamiento, como tantan gente en esta ciudad. Ahora la ciudad y las cafeterías están pobladas de trabajadores despedidos del Ayuntamiento por un ERE aplicado por la alcaldesa popular, María José García Pelayo. El Ayuntamiento de Jerez está ahogado, entre otras cosas, por un océano de nóminas.
Pedro Pacheco pasó la noche de la condena escuchando un disco de Winston Marsalis y Eric Clapton. Tiene una versión imbatible del Layla. El poder hipnótico del jazz ha aliviado horas que han dejado bolsas bajo los ojos del que durante tanto tiempo fue el político martillo de un andalucismo sui generis, de un político construido del granito de la transición. Ahora, en el jardín de su casa ante una cerveza que sorbemos sin entusiasmo, parece agotado, demolido. "Si es que yo tenía potestad para contratar", repite una y otra vez.
Empezó la rueda de prensa del día anterior recordando que es un hombre de 64 años, que sólo cobra el sueldo de su prejubilación de la Caja, que su mujer no trabaja, que su hija ha tenido que emigrar a Francia para trabajar, que su hijo hasta hace muy poco estaba en paro. Los enchufes...
Hace intentos de ser lo que se espera de él. Augura que pronto se sabrán cosas sobre la causa paralela que se instruye contra la culpable de su condena, Pilar Sánchez, igualmente procesada por sus enchufes durante su periodo como alcaldesa. Pero son tecnicismos. Ni siquiera lo dice con demasiada convicción.
Relata cómo ha ido su entrevista matinal en el programa de Carlos Herrera. "Carlos se ha portado bien, ha dicho que era una barbaridad". Sin embargo, tiene dudas acerca de convertirse en el invitado estrella del programa estrella de Tele 5 la noche de los sábados, El Gran Debate. No paran de llamar desde Madrid para confirmar si acudirá o no. "No", insiste Pacheco, al que parece agotarle ser el pimpampúm de las noticias del día; él, que siempre ha sido de mucho pimpampúm. Hay un grupo de amigos que le recuerdan que la memoria de la opinión pública es muy corta, que él es el protagonista sólo durante 24 horas, que a la siguiente semana nadie se acordará de esta condena, que nadie se acordará del hombre de 'la justicia es un cachondeo'. Pero Pacheco parece ensimismado, como si no estuviera pensando en eso.
Su móvil no para de sonar. Al otro lado siempre hay alguien formulando la misma pregunta, que debe de ser cómo estás. Él siempre contesta 'cabreado, muy cabreado'. Pero da la sensación de que no es eso. Reflexiona uno de los asistentes a esta reunión un tanto fúnebre que "es una nueva sociedad juzgando a una sociedad de otro tiempo".
Por esta casa pasaron los principales políticos de la autonomía andaluza. Pacheco, pieza clave de los equilibrios de poder, fue un niño malo, un 'enfant terrible', transformó Jerez. Una pieza de un periódico nacional insiste en la idea de que hubiera sido recordado como un gran alcalde si se hubiera retirado a tiempo.
Pacheco pone Layla. Deja que Marsalis y Clapton hagan mecer el día. Mira a ninguna parte.
También te puede interesar