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Los corrales de comedias jerezanos del siglo XVI al XIX

Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Los más importantes corrales de comedias que tuvo Jerez fueron el de la Ciudad, en la calle Santa Isabel (antiguo callejón de las Vacas); el de la calle de la Princesa (hoy calle José Luis Díez); y el de San Juan de Dios, a espaldas del Hospital de la Candelaria, en la Alameda Cristina.

Juan De La Plata

08 de agosto 2011 - 08:43

Es indudable la gran afición al teatro que, tradicionalmente, han tenido siempre los jerezanos. Y hoy queremos hacer un poco de historia de los más antiguos escenarios que nuestra ciudad pudo disfrutar, asistiendo a las comedias, desde el siglo XVI al XIX, según las fuentes en las que bebimos para escribir, en 1996, nuestra historia de “Cinco siglos de teatro en Jerez”.

El corral o casa de comedias más antigua, de que se tiene noticia en Jerez, estuvo ubicado en la calle de la Princesa, número 12 de la actual calle José Luis Díez, también conocida hasta el XIX, como Bajada de la Cárcel, por haber estado en dicho lugar la Cárcel Real; y prácticamente, aunque ya había perdido su primitivo destino teatral, estuvo en pie, primero en los años veinte, como colegio ”San Francisco” del profesor don José María de Aranda y Durán, y posteriormente, como casa de vecinos, pero conservando su patio todo el viejo sabor de una casa-teatro, hasta mediados del pasado siglo XX, en que se derribara, para levantar sobre su solar el edificio del Ambulatorio de la Seguridad Social.

Otros corrales de comedias que muy de pasada cita el historiador, Agustín Muñoz, en su obra sobre las calles de Jerez, podrían localizarse en la calle Francos; en la de Caballeros – que era más bien un teatro de ópera, pues como tal se construyó – y otro que hubo en la antigua calle de las Vacas, hoy de Santa Isabel, cerrado en 1780 y vendido al escultor, tallista, escenógrafo, decorador y arquitecto genovés, Jácome Báccaro; pero cuya fachada de entrada aún se conserva, en el siglo XXI, a pesar de los dos largos siglos transcurridos.

Este corral de comedias de la calle Santa Isabel – llamada anteriormente de las Vacas, no por dichas reses, sino por ser el apellido de un destacado vecino de la misma, que tuvo su morada en el mismo lugar que el corral – se terminó de construir el 21 de junio de 1621, para teatro titular de la ciudad. Y en ella ocurrió un grave suceso, protagonizado por dos individuos que ofendieron de palabra y obra al alcalde mayor, don Antonio Cabero, arrojándole por las escaleras. Ambos autores de tales ofensas, fueron declarados culpables y condenados a morir degollados, en la plaza pública, así como a otras penas varios de sus cómplices.

Este corral de comedias de los propios de la ciudad tenía aposentos reservados a los dos cabildos, el municipal y el eclesiástico; pues los clérigos, después de dudarlo mucho, optaron por asistir a dichas funciones, teniendo sus propias banquetas, junto a las de las autoridades civiles. Aún cuando prevalecían numerosas quejas de actores y autores, acerca de la férrea censura que la Iglesia ejercía sobre los libretos de las obras que se representaban.

La Casa de Comedias sufrió toda suerte de avatares, hasta llegar a convertirse “en guarida de canalla”, como se dijo en el Cabildo, al verse ocupadas sus instalaciones por “gente de mal vivir y esclavos, con muchas tablas de juegos, de naipes, dados y otros”; lo que hizo que el corregidor dictara orden de que “se les quitasen las llaves a las personas que las tienen”. Al ser declarada en ruina dicha casa, la misma se convirtió en cuartel de tropas en tránsito.

Como decía el cronista de la ciudad, Martín Ferrador, “en 1703 dicha casa estaba en casi total ruina y a pedido del alférez mayor don Francisco de la Cueva y Córdoba, se acordó repararla, de suerte que pueda servir para cuartel de los soldados que por esta ciudad transiten”. Más tarde se vendería a Jácome Báccaro.

Pero el corral de comedias más importante que tuvo Jerez, fue el llamado de San Juan de Dios, por estar vinculado al hospital de la Candelaria, fundado por Juan Pecador, en la alameda Cristina; aunque la entrada la tuvo dicho corral por su parte trasera, donde se levantó un gran escenario, en terrenos baldíos allí existentes, a petición del prior de la orden hospitalaria, fray Andrés Brión, que previamente había obtenido autorización de sus superiores y del arzobispo de Sevilla, para ofrecer representaciones públicas, con cuyos ingresos poder beneficiar a los enfermos acogidos en su hospital y ayudar a la construcción de su iglesia. Las peticiones al Cabildo se hicieron durante varios años, sin que encontraran eco, hasta que en 1742, se consiguió el correspondiente permiso, ya que, por otro lado, el hospital no recibía la ayuda legal que le correspondía de las demás funciones de los distintos corrales y casas de comedias. En el año 1763, era frecuente la celebración de comedias en dicho corral de San Juan de Dios, con fines benéficos para sus enfermos y mejora de sus instalaciones, así como de la capilla que levantó a expensas de tales funciones.

Y para quienes no tengan idea de cómo era un corral de comedias, digamos para finalizar que, como afirmaba el experto J. Deleito Piñuela, “el corral era un local descubierto, con ligeras construcciones ad hoc. De sus cabeceras, la una ocupaba el escenario, que era un tablado adosado al muro y cubierto por pintarrajeada cortina – algunos no tenían ni cortina – y la de enfrente, algo curva, destinábase a la localidad de las mujeres, llamada cazuela. A uno y a otro lado estaban las gradas o anfiteatro distinguido para hombres. Solo estos tres lugares veíanse amparados de la intemperie por tejadillos; si bien, para preservar del sol, en el verano, las restante localidades se extendía un toldo de lienzo basto, en la parte superior del local, sujeto con cuerdas y argollas, que no libraba de la lluvia, si esta se producía, por lo que si el aguacero era grande había que suspender la función.

“El piso del corral era de piedra con algún declive y un sumidero en la parte central, a fin de recoger las aguas. Los costados formábanse con las paredes de las casas inmediatas, cuyos dueños podían abrir ventanas para presenciar las representaciones (…) Estas localidades se llamaban rejas, y era el sitio predilecto para las personas reservadas (…) Debajo de las mismas estaban los aposentos que se alquilaban para familias, equivalentes a los actuales palcos, los que cada uno costaban 17 reales. En la parte superior del corral se abrían unos compartimientos angostos y oscuros, llamados aposentillos o desvanes, y con más frecuencia tertulias”.

La parte baja y central, donde se sentaban los dos cabildos y personas de más relieve llamábase patio, porque lo era realmente, y el lugar delantero del mismo, más próximo al escenario, lo ocupaban los bancos, que eran de madera, para seis espectadores, y en los que se sentaba el público, reservándose siempre las primeras filas para las autoridades y el clero. Aún hoy, en cualquier punto de España, el público de teatro sigue llamando patio de butacas a la planta baja de los actuales coliseos, en recuerdo de los viejos y auténticos patios de las antiguas casas y corrales de comedias.

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