El diálogo como camino

Educación | Cerebros en toneles

El diálogo como camino.
El diálogo como camino. / Luis Miguel MOGA
Juan Carlos González García

10 de junio 2025 - 04:17

Nunca se había hablado tanto como ahora. El desarrollo de las democracias, la extensión de los medios de comunicación de masas y las nuevas tecnologías han dado lugar a una sociedad en la que se habla de forma continua, sin pausa. Los nuevos dispositivos generan un intercambio constante de palabras. Los usuarios viven sumergidos en una conversación infinita. Se habla mucho, pero se dialoga poco.

Las maquinarias ideológicas de los partidos políticos producen ideas, argumentos y teorías. Cada bando lleva su discurso prefabricado. Cada maquinaria ya conoce la verdad… No necesita al otro para elaborarla. En el parlamento se ignora lo que dice el otro.

La vida de los dispositivos y las redes es lingüística, pero fragmentaria. Me viene a la cabeza la imagen de una trituradora de documentos. Algo así son las redes. Trituran la comunicación: es difícil seguir un hilo argumentativo. Solo hay flecos inconexos. Y cualquiera sabe que los intercambios de datos con la IA no son diálogos.

El verdadero diálogo tiene que ver con el deseo de buscar la verdad con otras personas, tanto en el terreno práctico como en el teórico. Desde los inicios de la filosofía, el diálogo tiene una relación esencial con la amistad. Dialogar es compartir mucho más que ideas. “Se puede vivir sin amigos. Y entonces uno habla consigo mismo. O vivir con algunos amigos, pocos, y mantener conversaciones tête-à-tête, donde no solo se intercambian palabras, sino también sentidos del vivir”, dice el filósofo José María Tello. Dialogar es compartir formas de existir, cara a cara.

Desde Sócrates y Platón hasta Gadamer y Habermas, el diálogo ha sido considerado el camino natural del pensamiento. A través del logos, de la razón, de la palabra, vamos planteando preguntas. A través del logos, ofrecemos respuestas, ideas. Queremos definir qué es el bien o la virtud. Y necesitamos interpretar, aclarar, qué significa un concepto o un texto. La dialéctica desemboca en la hermenéutica y en la ética. Hay que descubrir el sentido, el significado de los conceptos, para llegar a acuerdos. Discutimos para convencer y demostrar. Por eso el diálogo ha de ser infinito.

El diálogo es uno de los géneros filosóficos, una forma de escritura que inauguraron los griegos. Pero no se trata del género más frecuentado por los filósofos de hoy. La mayor parte de los textos filosóficos acuden al ensayo y el artículo. Por eso nos alegramos cuando algún escritor se atreve a romper la monotonía editorial y nos muestra otra escritura.

El filósofo Francisco J. Fernández acaba de publicar El Banquete de los Atrabiliarios, en la editorial Plaza y Valdés. Gracias a las nuevas tecnologías, hemos podido conversar con el autor. Su intención ha sido recuperar una tradición que hoy está de capa caída. Nos recuerda que hay excepciones recientes en el panorama filosófico español. Este libro sigue la estela de García Calvo o Gómez Pin, que escribieron diálogos para tratar temas de gramática o de matemáticas.

El diálogo ha sido utilizado por muchos filósofos como un recurso didáctico, para exponer ideas y teorías ya elaboradas con antelación. Francisco J. Fernández no ha seguido esa línea. Para él, el diálogo es pensamiento vivo. Es lo que ha querido reflejar en el libro. “No tengo las ideas preconcebidas. Quiero dar cuenta de cómo se van construyendo en el diálogo”. Las ideas se mueven. Quizás sea un error pretender fijarlas o detenerlas. Le interesa la dimensión objetiva de la dialéctica, ese entrelazamiento de ideas que surge a lo largo del diálogo, con independencia de las intenciones subjetivas de los participantes.

Para captar ese pensamiento vivo y evitar el didactismo exagerado, ha tenido que realizar un esfuerzo narrativo, literario, y dar vida a los personajes que intervienen, nos explica el autor. Una de las grandes ventajas del diálogo es que no desaparece el sujeto de carne y hueso que habla y piensa. Frente al gélido objetivismo del ensayo, frente a la moda cientificista imperante, frente a la tiranía de los dispositivos: acudamos al banquete de los que desean pensar.

stats