Diario de las artes

Para saber a qué atenerse

Una de las obras expuestas en la Fundación Valentín de Madariaga de Sevilla.

Una de las obras expuestas en la Fundación Valentín de Madariaga de Sevilla.

La pintura sevillana de los últimos tiempos ha sido tremendamente importante; tanto como lo fue en otros momentos cuando era el centro neurálgico del arte que se hacía en España para el bien del mundo entero. Sí, con esto no se está adoptando insustanciales hipérboles con impropias y epatantes exuberancias. El número y la calidad existente, así, lo atestigua.

Somos demasiado proclives a la desmesura exagerada cuando se trata de valorizar nuestras cosas. Pero, en honor a la verdad, desde un tiempo hasta ahora, se constata que la pintura sevillana está en un momento de manifiesta dulzura y cuando la conquista de la Modernidad fue un hecho, la ciudad vio cómo, sin solución de continuidad, aparecían pintores que han dado y lo siguen haciendo mucho lustre a la realidad artística que tiene lugar en la capital de Andalucía. Sevilla es Sevilla y, a pesar de todo, es crisol donde se funde una realidad aplastante y de suma trascendencia.

Pintores de Sevilla, esa extensa exposición que, con carácter benéfico, se presenta en los espacios de la Fundación Valentín de Madariaga, nos puede servir, precisamente, para realizar una reflexión sobre la pintura que tiene lugar en Sevilla y, por extensión, a los muchísimos pintores -casi legión- que se relacionan con la ciudad; bien por ser sevillanos, por haber estudiado en su Facultad, por haberse quedado atrapados en sus particularísimos ámbitos o porque, de una manera u otra, tienen a la vieja ciudad como emblemático escenario de sus actuaciones.

Cartel de la muestra Pintores de Sevilla. Cartel de la muestra Pintores de Sevilla.

Cartel de la muestra Pintores de Sevilla.

Partamos de la base de que no es plaza fácil, ni en la vida misma ni en la creación artística; que ejerce muchas veces de madrastra más que de madre amantísima; que impone potestades, a veces, de espurias circunstancias; que es recelosa y poco proclive a ver la mínima paja de los demás y a comulgar con ruedas de molino por los que ella bebe los vientos. Es cainita pero generosa con quien quiere; abraza de primeras, pero da las espaladas con mucha facilidad. Es Sevilla para lo bueno y para lo malo.

Los que tenemos unos añitos y llevamos mucho tiempo en esto hemos sido partícipes de todo ello. ¿Verdad Fernando Martín? Más de cuarenta años trabajando por el arte y los artistas de Sevilla y tantas veces se nos ha considerado extraños y cerradas las puertas de muchos sitios. Pero -pelillos a la mar- no se puede dejar de considerar la importancia de Sevilla para acoger y dar calor a sus pintores y a los de fuera que, muy pronto, se han hecho suyos para constituir un voluminoso compendio de importantísima pintura actuante.

No hay nada más que ver la gran nómina de autores que, desde la Pasarela de Enrique Roldán; la gran Juana, la de Canalejas primero y la de Zaragoza después; la Máquina Española de Pepe Cobo; La Carbonería de Pisco Lira; Magdalena Haurie, Rafael Ortiz, Marta Moore, Niel.lo, Isabel Ignacio, Fausto Velázquez, Concha Pedrosa; La Ventana Abierta de Calle Harinas precedente de la fundamental Birimbao o Fernando Roldán y su Cavecanem, para desembocar en ese ramillete de buenas galerías de ahora -Alarcón Criado, Berlín, Di Gallery, Zunino- que asumen la poderosísima realidad de la pintura sevillana y de sus importantes y esclarecedores artistas, canalizando un compendio maravilloso de lo mejor que tiene lugar en el panorama artístico español.

La exposición de la Fundación Valentín de Madariaga da para muchísimo. Aparte, ya, de su importancia como ejercicio benéfico -siempre los artistas dispuestos para lo que haga falta en favor de los más necesitados-, la muestra constituye todo un vademécum de pintura sevillana; relación absoluta de esa pintura que se ha hecho en Sevilla en muchas décadas y que acoge artistas que integran un abanico extensísimo de acciones pictóricas; artistas de aquí y de allí; sevillanos de nacimiento y sevillanos de adopción artística; trabajadores en Sevilla y ejercientes, de verdad, como artistas de la ciudad. Porque cada uno es del lugar que quiera ser y la capital del Guadalquivir atrapa, sin complejos, a todos; los acoge y los amamanta con sus pechos.

Otra de las obras de la exposición. Otra de las obras de la exposición.

Otra de las obras de la exposición.

El cartel es de los de relumbrón. Primerísimos espadas que compartan la sabiduría que da el tiempo y la experiencia -Luis Gordillo, José María Bermejo, Juan Suárez, Gerardo Delgado, Pepe Barragán, Ignacio Tovar, Juan F. Lacomba, Manolo Cuervo o Concha Ybarra-; la sensatez pictórica activa de Patricio Cabrera, Ricardo Cadenas, Federico Guzmán, Alonso Gil, Salustiano, Norberto Gil, Paco Pérez Valencia, Daniel Bilbao, Miguel Gómez Losada, o Magdalena Bachiller; los supremos gestos de una pintura comprometida con lo mejor de lo mejor -Rubén Guerrero, Miki Leal, Simón Arrebola, Gloria Martín Montaño, Ángel Alen, Ruth Morán, José Miguel Pereñíguez, Fernando Clemente, Irene Infantes, Ana Barriga, Cristina Lama, María José Gallardo, David López Panea, Sofía González, Ramón David Morales, los Mp Rosado o Mar García Ranedo-; los activos rigurosos de una pintura en abierta expansión -María Ortega Estepa, Federico Jaime, Pablo Merchante, Armando Rabadán, Rosa Aguilar, entre otros-. Con ellos muchos más.

La exposición nos sirve, de primera mano, para adentrarnos en la realidad del arte sevillano de casi los últimos cuarenta años. Es, por tanto, una muestra importante porque lo es la pintura de Sevilla de los últimos tiempos; lo es porque bastantes de estos autores están en la pomada más significativa de la pintura española; lo es porque, asimismo, aglutina actuantes de mucha tendencias, de muchos registros y de muchas condiciones plásticas y estéticas; y lo es porque todos marcan las directrices de un arte hacia adelante; aunque, en muchas ocasiones, los embaucadores y cenizos de lo artístico, abanderados de la nada, argumenten planteamientos equivocados que sólo interesan a sus pobres conciencias de autores sin arte.

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