Tribuna Libre

La infanta Doña Pilar, Ismael Jordi y el geriátrico de San Juan Grande

Ángel Hortas e Ismael Jordi en el concierto benéfico que presidió Doña Pilar de Borbón en el Villamarta el 13 de septiembre de 2002.

Ángel Hortas e Ismael Jordi en el concierto benéfico que presidió Doña Pilar de Borbón en el Villamarta el 13 de septiembre de 2002. / Archivo Diario de Jerez

Leyendo en Diario de Jerez el magnífico artículo que dedica Fran Pereira a la recientemente fallecida doña Pilar de Borbón y sus relaciones con Jerez, me hizo evocar el imborrable recuerdo de esta señora, cuando aprovechando unas de sus viajes a nuestra ciudad con motivo de la celebración de los Juegos Ecuestres Mundiales del año 2002, accedió generosamente a presidir en el Teatro Villamarta una gala benéfica, cuya recaudación estaría destinada sufragar las costosas obras de construcción del que sería el futuro geriátrico que ya tenía proyectado y en marcha, el entonces superior de la Comunidad de Hermanos de San Juan de Dios, en el Hospital San Juan Grande de Jerez, el hermano Francisco Ventosa Esquinaldo.  

Entre los  artistas que generosamente colaboraron en aquella gala benéfica de forma totalmente desinteresada, actuó con un éxito inolvidable, nuestro admirado tenor jerezano Ismael Jordi, que bien puso de manifiesto su generosidad con su portentosa voz, la que estaba llamada a consagrarse como una máxima figura de la lírica mundial.

La Infanta de España que por motivos de su agenda tenía que ausentarse de la gala, no quiso perderse la actuación del tenor jerezano, de tal manera que cuando la acompañamos, sin haber terminado la gala, a recoger su coche que lo tenía aparcado junto al quiosco de prensa de nuestro querido Mario Naranjo, nos sorprendimos, al comprobar que su chófer y los guardaespaldas que les acompañaban habían desaparecido.

Cuantos acompañamos a doña Pilar a la puerta del teatro y comprobamos esta extraña desaparición fuimos presa de los nervios, mientras que la señora, con una gran categoría, nos pidió calma y esperó pacientemente a que uno de los nuestros buscase por los alrededores a las personas de su séquito, chófer incluido.

Estos fueron encontrados en el freidor de la calle Arcos, tomándose unas copas de jerez y unos papelones de pescaíto frito exquisitos.

Cuando los interfectos llegaron corriendo y, ciertamente nerviosos, esperando a que la infanta los reprendiese, ella les diría con enorme elegancia: “Sería imperdonable venir a esta ciudad y no tomar unas copitas de jerez. Nos vamos.”

Era indudable que a doña Pilar le encantaba venir a Jerez.

Descanse en Paz.

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