Salvador Aguilera López | Sacerdote andaluz en el Vaticano

"La tarea evangelizadora de las Hermandades, con y por la Iglesia, es apasionante"

  • Desde el año 2013 desempeña su ministerio pastoral en el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la Santa Sede

El sacerdote Salvador Aguilera López saludando al Papa Francisco.

El sacerdote Salvador Aguilera López saludando al Papa Francisco. / © Vatican Media

Salvador Aguilera López, nacido en Ronda en 1982 y ordenado sacerdote en 2007 en la Archidiócesis de Toledo, es licenciado en «Teología Litúrgica» por la Universidad Eclesiástica san Dámaso de Madrid y licenciado en «Liturgias Orientales» por el Pontificio Instituto Oriental de Roma. Especialista en Liturgia Romana, Hispano-Mozárabe y Bizantina, es profesor en el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona. Además de haber realizado cursos de especialización en arqueología cristiana y en causas de canonización, cuenta con un amplísimo curriculum lingüístico compuesto tanto por lenguas antiguas como modernas. Desde el año 2013 desempeña su ministerio pastoral en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. 

—Un rondeño en la Santa Sede, ¿cómo fue el iter hasta llegar al Vaticano? 

—En el año 2012, el entonces Arzobispo de Toledo Mons. Braulio Rodríguez Plaza, el terminar mis estudios en Madrid me envió a Roma para especializarme en Liturgias Orientales. Completé la licenciatura en el Pontificio Instituto Oriental, cuya sede está junto a la Basílica de santa María la Mayor, y residí por varios años en el Pontificio Colegio «Russicum», donde tuve la oportunidad de celebrar, cada día, en Rito Bizantino de tradición eslava. Al año siguiente, el Card. Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, pidió a la Archidiócesis Primada que desempeñara mi ministerio pastoral en el Dicasterio Vaticano. 

—Y ¿de qué se encarga este Dicasterio Vaticano? 

—En síntesis podemos decir que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos es el organismo encargado de la promoción y reglamentación de la Liturgia. Entre otras cosas, promueve la acción pastoral en torno a la preparación y celebración de la Misa, de los Sacramentos y Sacramentales. Podemos destacar también la aprobación de los libros litúrgicos, de los Calendarios particulares o de los Propios de las Misas. Por lo que respecta al mundo cofrade, es de interés que dicha Congregación es la encargada en confirmar los patronazgos, conceder en nombre del Sumo Pontífice las Coronaciones Pontificias y otorgar el título de Basílica Menor. 

—Desde el punto de vista cultural, ¿qué puede aportar la visión de un andaluz a la Congregación para el Culto Divino? 

—Yo diría que es más lo que me aporta que viceversa. Roma es el centro de la cristiandad y, por ello, ofrece la oportunidad de conocer personas de diferentes razas y culturas que enriquecen el ángulo de perspectiva. Al confesar nuestra fe en el Credo decimos que la Iglesia es «católica», es decir, universal, y verdaderamente eso se capta de un modo especial en la Ciudad Eterna. En cada persona que encuentro trato de ver el paso de Dios por su historia y su cultura; cada uno de nosotros tiene mucho que compartir, nunca hemos de cerrarnos a la gracia que Dios nos quiere dar en el otro. En este sentido leo mi ministerio en Roma. 

—El Prefecto del Dicasterio es el Cardenal Robert Sarah, ¿qué nos puede contar de él? 

Cuando el Papa Francisco llamó al Cardenal Sarah a dirigir el Dicasterio, lo hizo siendo consciente de que llamaba a alguien que, por su experiencia personal, celebra y hace vida la Liturgia. La historia de su Eminencia es apasionante; es un «pastor con olor a oveja», en expresión del Papa, ya que durante 22 años fue arzobispo de Conakry, capital de su país natal. Justo antes de presidir el actual Dicasterio, fue presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum», organismo vaticano encargado de llevar la caridad del Papa a los lugares más necesitados. Es un gran privilegiado poder trabajar con él y, en algunas ocasiones, viajar con él. En el día a día se puede constatar que hay una unidad intrínseca entre lo que predica, lo que escribe en sus libros y lo que vive; no hay dicotomía. Para conocer a este maestro de vida espiritual recomiendo vivamente la lectura de sus libros, especialmente «Dios o nada». 

—Con motivo de la actual pandemia, la Congregación emitió un Decreto que, en algunos lugares, creo un poco de confusión; especialmente por lo que al tema de las procesiones de Semana Santa respecta… 

—Basta leer el «Decreto: En tiempo de Covid-19», para entender con claridad su contenido. El texto va dirigido a la Iglesia universal, por tanto, a lugares tan distintos y distantes como España,  Madagascar, Puerto Rico o Japón, por tanto, para realidades tan diversas se exponen una serie de indicaciones generales. En cuanto a la cuestión referida, se habla, en primer lugar, de «las expresiones de piedad popular y las procesiones que enriquecen los días de la Semana Santa» que, «a juicio del Obispo diocesano podrán ser trasladadas a otros días más convenientes». No lleva a equivoco: si el Obispo lo ve oportuno se trasladarán las expresiones de piedad popular y las procesiones pero no la Semana Santa, cuyo centro es la celebración del Triduo Pascual. En cuanto al tema de las fechas, el texto propone los días 14 y 15 de septiembre por la relación intrínseca que guardan con el misterio de la Cruz y la Virgen Dolorosa; pero claramente el texto no constriñe a estos dos días. 

El sacerdote Salvador Aguilera López El sacerdote Salvador Aguilera López

El sacerdote Salvador Aguilera López / César Morales Leganés (Jerez)

—¿Le consta alguna iniciativa ya tomada, con respecto a este tema, por parte de algún Prelado? 

—En la Archidiócesis de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, anunció que el segundo fin de semana de septiembre tendrán lugar unas Jornadas organizadas por la Delegación de Cofradías y Hermandades los días del 11 al 13 de septiembre. El primer día, una jornada de oración; el segundo, una procesión de algunos titulares de hermandades hasta la iglesia principal del lugar y, el domingo, una Celebración Eucarística de acción de gracias con una procesión de regreso a las respectivas sedes canónicas. 

—La actual pandemia ha llevado a muchas iniciativas en las redes sociales, ¿cuáles serían las luces y las sombras?  

—Desde el punto de vista positivo hemos de destacar el deseo de Dios que se mostraba en los fieles cristianos al querer participar en la Celebración Eucarística. Es de alabar las innumerables iniciativas, tanto del clero como del laicado, para hacer llegar a Dios a los hogares a través de los medios de comunicación. No obstante, en algunas ocasiones, las normas indicadas en los libros litúrgicos se veían comprometidas por una mal entendida creatividad. Parecería que faltan las virtudes de la obediencia y la humildad para saber que celebramos los Santos Misterios en nombre de la Iglesia y con los libros aprobados por la Autoridad Suprema. El culto que tributamos a Dios es teocéntrico y no egocéntrico. 

—Regresando al tema de piedad popular, según su opinión, ¿qué nexo hay entre evangelización y cofradías? 

—Las Cofradías son evangelio vivo, es decir, buscan plasmar la belleza de Dios, revelada en su Hijo Jesucristo, cuyo Misterio Pascual nos ha redimido del pecado. Ese Misterio ya se ha cumplido en la Virgen María y en los Santos, por eso, veneramos sus imágenes como medio para llegar al fin. Hemos de subrayar que, por el Bautismo, todos estamos llamados a la santidad pero aquellos que formamos parte de Cofradías y Hermandades, nos comprometemos a intensificar ese camino de conversión del corazón; de lo contrario, no habría diferencia entre nosotros y una asociación cultural con matices religiosos. Para ello es necesario más formación del laicado y más participación sacramental, tanto en la confesión como en la Misa Dominical. La renovación del mundo que vive a espaldas de Dios, comienza por forjar familias cristianas de las que broten cristianos comprometidos y, además, sean semilleros de vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, necesarias para que Cristo sea conocido y amado. Por otro lado, también soy consciente que la transformación del mundo cofrade no será una realidad sin la buena voluntad y disposición de los consiliarios o sacerdotes que, en algunas ocasiones, faltamos de celo pastoral para estar junto a las hermandades y, sobretodo, para predicarles el Evangelio de Jesucristo a corazón abierto, sin tapujos. De nosotros y de nuestra fidelidad depende la salvación de muchas almas. 

—Con respecto al Papa Francisco, que podíamos calificar como «el Papa de los gestos sencillos», ¿qué opinión cree que tiene el Pontífice sobre la religiosidad popular? 

—La aportación del papa Francisco a la piedad popular comienza con sus gestos. Cómo no recordar las innumerables ocasiones en las que, ante la imagen de Nuestro Señor o de la bienaventurada Virgen María, se detiene unos instantes en silenciosa oración para, seguidamente, depositar un beso de filial afecto. Él mismo, en la homilía de la Jornada de las Cofradías del 5 de mayo de 2013, calificaba la piedad popular como un tesoro que tiene la Iglesia. El Pontífice, además, mostraba su deseo de que ésta sea un vehículo evangelizador, un puente que haga que muchos conozcan el amor misericordioso de Dios. Y, como es costumbre en él, resumía con tres palabras la correcta orientación de la religiosidad popular: autenticidad evangélica, eclesialidad y ardor misionero».

 —Finalmente, ¿podemos considerar Andalucía como un puente cultural entre Oriente y Occidente?

 —Sin duda así lo considero. La religiosidad popular en Andalucía, a día de hoy, ha hecho que no desaparezca la identidad cristiana de un occidente que quiere renegar de sus raíces, haciéndonos eco del Papa Benedicto XVI. Las virtudes de esta religiosidad, la gran tarea que llevan a cabo las hermandades y cofradías, tanto espiritual como corporalmente, quedaría sin corazón si no fuera una continua llamada a latir por y con la Iglesia. Por eso es importante querer al Papa, a nuestros Obispos y sacerdotes, a la vida religiosa que nos sostiene con la oración y el ejemplo silencioso. Hemos de convertir nuestras hermandades en graneros donde salgan cristianos convencidos y dispuestos a sembrar amor en un mundo lleno de discordia. Esto lo podremos hacer si nos mueve un verdadero deseo de conversión, un verdadero deseo de dejarnos amar por Dios que es capaz de convertir nuestros corazones de piedra en corazones de carne. La tarea evangelizadora de las hermandades y cofradías, hecha con y por la Iglesia, es apasionante.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios