La espiritualidad en la práctica
Educación | Psicología
Al igual que a lo largo de la evolución la especie humana ha mantenido ciertas emociones por su valor adaptativo, también ha mantenido ciertos valores espirituales que, dada su permanencia a lo largo del tiempo, deben haber resultado de mucha utilidad. Estos valores han sido considerados y estudiados tanto por las diversas religiones como por la filosofía y las distintas ramas de la ciencia. Para la religión católica, por ejemplo, la virtud se consigue adquiriendo ciertas fortalezas fundamentales prudencia, justicia, templanza y fortaleza (Diez Canseco, 2011). Otras religiones del mundo, sin embargo, priorizan diferentes valores que posiblemente han sido más necesarios para la supervivencia de la población en la que se desarrollan. En cualquier caso, aunque las distintas religiones han pretendido siempre ayudar a quienes las practican, como mencionaba Platón “algunas opiniones son mejores que otras, aunque ninguna es más verdadera” (Platón, Teeto 167 b).
Por este motivo, los tiempos de Cuaresma y de Semana Santa en nuestra sociedad, son fechas en las que gracias al ejemplo de la historia de Jesucristo se trata de reivindicar algunas de esas fortalezas que han demostrado ayudar a los seres humanos a vivir con mayor plenitud y niveles de bienestar.
Probablemente de aquí venga el concepto de espiritualidad, que viene a definir esa idea de luchar por esos valores o fortalezas, que desdeñando los bienes materiales, nos conducen a un sentimiento de orgullo y bienestar.
Para sacar estas ideas del ámbito de las creencias u opiniones, desde hace años, de una forma científica se han estudiado estas relaciones entre actitudes espirituales y el bienestar. De hecho una rama de la Psicología conocida como Psicología Positiva ha estudiado qué fortalezas son las que más ayudan al ser humano a desarrollar una vida plena y feliz. En este sentido, Marting Seligman (2000) ha encontrado a lo largo de años de investigaciones ciertas fortalezas que contribuyen claramente a la espiritualidad o bienestar emocional, que pueden ser tratadas y potenciadas mediante el aprendizaje. Se trata de una lista de fortalezas que se corresponden con seis virtudes fundamentales: el conocimiento, el humanitarismo, el valor, la templanza, la justicia y la espiritualidad.
Por ello, una parte importante de la atención que realizamos en la actualidad los psicólogos va dirigida a la prevención y a la mejora de estos valores y actitudes. Afortunadamente, lejos ya, de intervenir sólo y exclusivamente con aquellas personas que llegaban a un nivel de sufrimiento insoportable, cada vez más se solicitan nuestros servicios con el ánimo de optar a ser mejores personas y conseguir mejores niveles de satisfacción.
Ya, desde las escuelas, los programas para mejorar la empatía y la conducta pro social han demostrado que mejorar en estas habilidades es posible. Así, a lo largo de un camino vital en el que encontramos una gran variedad de dificultades resultará más fácil seguir siendo justos, equilibrados, sinceros y bondadosos.
También te puede interesar
Lo último