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Jerez

¿A quién le gusta el ruido?

HABLAR de ruido implica considerar aquello que escuchamos como algo molesto. El ruido puede generar efectos, tanto fisiológicos como psicológicos, tremendamente nocivos para la salud de quien lo sufre. Pero, además, estos efectos pueden ser peores cuanto más interfieran en la actividad habitual de una persona o en su descanso.

Las consecuencias que puede provocar un ruido eventual no suelen resultar peligrosas. Sin embargo, soportar ruido de forma continuada puede llegar a provocar importantes niveles de estrés que se han relacionado en multitud de ocasiones con graves alteraciones de la salud. Algunos ejemplos de ello pueden ser las correlaciones encontradas entre el estrés y la hipertensión arterial, los accidentes cerebrovasculares, el asma, el hiper e hipotiroidismo, las cefaleas, las ulceras y las dispepsias gástricas, la diabetes, el deterioro cognitivo o la influencia sobre la longevidad en pacientes con cáncer.

Cuando el ruido, de una forma completamente desconsiderada, viene provocado por los propios servicios de las administraciones, o más concretamente de los ayuntamientos, resulta difícil evitarlos. Pero, afortunadamente, aunque no podamos llegar a conseguir disfrutar de esos desagradables ruidos generados por las máquinas de nuestra ciudad a las siete de la mañana, sí que por lo menos, podremos intentar minimizar su impacto en nuestra salud.

En general, una variable sumamente predictora de los efectos psicológicos asociados a situaciones de estrés, es la actitud que cada persona tiene ante la fuente de dicho estrés. Es decir, una actitud de lucha frente a lo inevitable, es una vía directa al estrés. Por ello, en su lugar, conviene utilizar determinadas estrategias para minimizar sus efectos.

Por ejemplo, cuando consideramos un ruido como innecesario, éste se volverá mucho más estresante y perjudicial, por lo que cualquier estrategia que nos permita centrarnos en la utilidad del mismo, amortiguará sus efectos. Además, pensar que ese ruido inevitablemente nos va a perjudicar es algo que multiplica sus consecuencias fisiológicas y psicológicas negativas, por ello es importante tener en cuenta que es posible regular su efecto. Otra estrategia que nos permite minimizar los efectos del ruido consiste en no asumir la más mínima responsabilidad sobre su eliminación, la mejor forma de incrementar el estrés es empezar a idear alternativas para evitar la fuente ruidosa.

Muchas personas pueden presentar una alta reactividad frente al ruido, porque lo asocian a situaciones traumáticas de su pasado. En estos casos, una de las estrategias que mejores resultados ofrece es la relativización del evento, que consiste en tomar perspectiva sobre la situación para así razonar que se trata de algo que podemos soportar en comparación a otros sucesos más dramáticos.

Para finalizar, el uso de nuestra capacidad de concentración en algún evento agradable, nos permite al mismo tiempo ignorar cualquier otro evento desagradable. Para conseguir mejorar esta capacidad de focalización en los aspectos positivos de una situación, la investigación psicológica ha de mostrado que el entrenamiento en técnicas de relajación o incluso ejercicios relacionados con la meditación, pueden ser altamente efectivos.

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