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Jerez

Una historia de FANTASMAS

  • Una visita al edificio que alberga la Escuela de Música, en donde algunos de sus empleados afirman que ocurren sucesos extraños

No hay ciudad en España que no tenga, al menos, un edificio en el que se diga que hay fantasmas o presencia de sucesos paranormales. En este sentido, en Sevilla son célebres las leyendas que rodean a la Escuela de Bellas Artes o al antiguo hospicio de la calle San Luis. También se habla de fantasmas en el teatro Cervantes de Almería y quién no ha oído hablar de las extrañas caras de Bélmez (Jaén), si bien cada vez son más cuestionadas. En la provincia, más concretamente en la capital, se habló en su día de sucesos extraños en el antiguo cementerio de San José y en la casa Cuna. Jerez no podía ser una excepción.

"¿Fantasmas? Hombre, yo te diría que sí, que aquí hay unos cuantos", bromea con este cronista un profesor de la Escuela Municipal de Música enclavada en el número 15 de la calle Sevilla, en el cual, algunos de sus empleados así como los de la delegación de Participación, Solidaridad y Cooperación, que también se encuentra en el edificio, afirman haber notado "una presencia, algo, no sé si se puede hablar de fantasmas". Fantasmas, espíritus o lo que sea, la cuestión es que en los últimos años se han producido varias situaciones en las que alguien ha tenido que salir corriendo del lugar por los hechos que han vivido o sentido.

Entramos en el edificio, una casa señorial, no muy antigua, levantada en las primeras décadas del siglo pasado y que antes de pasar a manos municipales perteneció a los Garvey. Un amplio recibidor recibe al visitante. Destaca en el lugar una gran escalera de mármol. En una esquina, un piano de cola. Su color negro le da un aire bastante funesto.

Allí preguntamos por estos extraños sucesos, si lo que se cuenta es verdad o mentira. Nos dicen que sí, que hay personas que han "sentido" o "visto" cosas. De hecho, al supuesto fantasma lo han bautizado con el nombre de Loli. Nos remiten a Cristina (su nombre es ficticio, no quiere dar el real "no vaya a ser que me riña el jefe"), la persona que, según dicen, más situaciones extrañas ha vivido entre esas paredes. Lleva trabajando en el edificio 15 años, cuando antiguamente albergaba la delegación de Juventud y Deportes. Encargada de la limpieza, antiguamente trabajaba en el turno de tarde, de tres a diez de la noche. Cristina señala que a menudo ha notado "una presencia, como si tuviera a alguien por detrás". Era tal el convencimiento que tenía de eso que "cuando entraba en el cuarto de baño, ni siquiera me atrevía a mirar al espejo, por si las moscas".

A lo largo de tantos años, señala Cristina que "una ya no sabe si la mente también ha influido en todo esto, lo que pasa es que hay otras cosas que, la verdad, han sido muy raras". Así, recuerda las veces que, estando sola en el edificio, "he escuchado a alguien silbando por las escaleras", o aquella vez que, limpiando con una compañera, ésta afirmaba haberla visto bajar las escaleras cuando realmente no lo había hecho.

También recuerda aquella "tarde lluviosa. Estaba nublado y me puse a ojear un libro. De pronto, delante mía vi como un resplandor. Pensé, 'anda ya Cristina'. Pero al ratito lo vi otra vez. Quiero pensar que fue un rayo de sol que entró de pronto", dice pensativa.

Pero hay otros fenómenos que no tienen tanta explicación y que los recuerda, sobre todo, por el miedo que llegó a pasar. "Estaba en un cuarto limpiando, cuando empezaron a abrirse todas las ventanas. Era cerrar una y abrirse otra, cerrarla otra vez y abrirse la de antes. De la fuerza con la que se abrían se rompieron hasta los bastidores. Lo raro es que no había corriente, de hecho, no salió volando ni un papel de los que había en las mesas. Cuando me di cuenta, me encontré en la calle. Sería del miedo que tenía o lo que fuera, que no me di cuenta ni que bajé las escaleras. Como estaría que me fui al bar de al lado a tomarme dos tilas. Cuando el camarero me vio la cara me empezó a preguntar, pero no sabía ni que decirle".

Otro hecho que no considera lógico fue el que vivió junto a una compañera. Fueron las últimas en salir del edificio. Cerraron la puerta y se quedaron esperando en la calle a que llegara su marido para recogerlas. "Me fijé que se estaba dejando caer, con un pie apoyado en la puerta. No sé por qué, pero le dije: 'Mari, no te apoyes, que he notado como si hubiera aquí otra persona'. Fue decirlo y sonar dos golpes en la puerta, como si llamaran. ¡Anda que no corrimos 'ná'!".

A lo largo de los años, con la intención de esclarecer estos extraños fenómenos, se han llegado a realizar psicofonías, esto es, grabaciones con la intención de captar voces o sonidos del más allá. Y es que, cuando estaba todavía la delegación de Juventud y Deportes en el edificio, una mañana amaneció un despacho con el suelo forrado de folios. "Me dijeron que si había sido yo para gastar una broma, cuando yo para estas cosas soy muy seria. Además, estaban perfectamente colocados, incluso debajo de los muebles".

Cristina, que ahora cubre el turno de la mañana, es la primera en entrar al edificio, a las seis. Reconoce que, a veces, con todo tan oscuro, siente algo de cosquilleo por el estómago. "Un día, al rato de estar en el edificio y de encender todas las luces empezó a sonar la alarma. Tuve que llamar a la policía y tenían más miedo que yo. Mientras que ellos iban con la linterna yo iba abriendo todas las ventanas", recuerda.

Si bien hace ya tiempo que no nota nada extraño, indica que hay otras compañeras que afirman haber visto el espíritu de una niña, o que las sillas se mueven solas, algo que a ella le extraña porque "yo, que llevo aquí 15 años, nunca he visto moverse nada" y también cree que "otras compañeras, aprovechando estas historias han querido asustar a las demás. Ojalá a mí se me movieran las sillas y la fregona. Eso sí que sería un lujo. Estar sentada y dirigirlo todo como una directora de orquesta", bromea.

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