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Jerez

44 históricos

  • Manuel Romero y David Caramazana presentan un completo estudio sobre la sillería de la Cartuja, una desconocida obra del XVI Manuel Romero y David Caramazana presentan un completo estudio sobre la sillería de la Cartuja, una desconocida obra del XVI

Santa Marta pasea al diablo a modo de caniche y aprovecha el momento para estrangularlo. Él saca asfixiado su lengua viperina, ella siente que ha triunfado el bien sobre el mal. La escena, labrada en madera, también ha superado el paso de los siglos. Es la lucha ganada contra los elementos de los 44 sitiales de la sillería de la Cartuja, tan desconocida para el propio jerezano, e incluso para los estudiosos. Por ello, para reivindicar su valor, los historiadores jerezanos Manuel Romero Bejarano y David Caramazana Malia se marcharon a León el pasado mes de mayo para presentar en un congreso sobre sillerías corales -cuyas ponencias se publicarán en breve-, un completo trabajo en el que se detalla la vida de los entalladores, las figuras, la forma de trabajar, "en el que muy pocos han profundizado hasta ahora", asegura Romero.

Una obra 'semioculta' ya que el acceso a ella es muy complicado por la condición de clausura de las Hermanas de Belén, que es la comunidad que habita ahora la Cartuja. "No es una sillería que haya salido en muchas fotos y, sin embargo, es de gran importancia en la historia de la escultura en la zona. No se conoce ni tan siquiera fuera", apunta Caramazana. Y es que hasta el momento en que se hace la sillería, 1547, en Jerez no había escultores, la escultura que había se traía de fuera. Una labor con la que se pasa del gótico directamente al manierismo. "Los cartujos, con gran poder adquisitivo, -añaden- van a Sevilla porque era el puerto desde el que se mandaban las cosas a América. Allí contratan a Cristóbal Voisin y Jerónimo de Valencia, que serán los autores de esta obra de arte, que tiene influencias de la escultura del norte de Europa e italiana. Es decir, eran bastante entendidos".

Tanto las catedrales como los monasterios tienen un coro que es donde los miembros de la comunidad acuden a misa. La sillería tiene un sentido iconográfico pero en Jerez, los sitiales está desordenados por los diferentes traslados que ha sufrido la obra. "La parte baja de la sillería está compuesta por demonios y monstruos. Más arriba se encuentran los instrumentos de la pasión de Cristo, luego vienen los santos, un friso con elementos profanos de la antigüedad clásica y rematan rostros también de dicha época, ya que era muy típico entonces hacer comparaciones entre el cristianismo y el paganismo. Así se solían colocar emperadores como César y al lado la Sibila que anunciaba el nacimiento de Cristo", subraya Romero, que apunta que el labrado en los sitiales es tal que no hay un hueco vacío. Además, hay similitudes entre la sillería y la arquitectura de la época.

En 1835, con la desamortización, el monasterio de la Cartuja se lo queda el Estado, con todos sus bienes muebles e inmuebles. Hay cosas que van a las parroquias, pero la sillería, por ser realmente enorme, con esos 44 sitiales, se queda en la iglesia de la Cartuja, que estaba en muy mal estado. En 1876 se traslada a San Miguel, donde no se llega a montar nunca. Luego se lleva a Santiago, coincidiendo con la restauración de este templo a finales del XIX, y allí sí se monta. Se queda hasta que coincide que los cartujos vuelven en 1948 y Santiago se hunde en 1956. La sillería se restaura por completo y, de hecho, el abuelo de Manuel Romero trabajó en esta recuperación. Con tanto trajín de traslados se pierde un sitial y la sillería se queda coja, de ahí que uno de ellos se ceda al Museo Arqueológico, donde está expuesto en todo su esplendor. Hay que destacar sin embargo que se cree que el coro tenía originariamente 46 sitiales, ya que dos de ellos se queman. El Protocolo de la Cartuja cuenta que un monje, allá por el XVII, salió de su celda para espantar a un gato y se encontró que estaba ardiendo la sacristía. Es aquí cuando se pierden esas dos 'sillas'. "Realmente, que la Cartuja esté como está es un milagro y que se conserven allí estos 42 sitiales... Incluso, en uno de los contratos del monasterio se habla de una silla del prior, que estaba en medio, pero aquí lo que hay es una puerta", detalla Caramazana.

Hubo un momento en que incluso se planteó enviar la obra a la catedral de Santander, que salió ardiendo en 1947. Así que la sillería se ha ido salvando continuamente, como un gato con siete vidas. "De hecho, -cuenta Romero- los franceses estuvieron en la Cartuja y no la destrozaron. Y eso que era una época en la que el concepto de patrimonio era bastante pragmático, es decir, que si algo daba muchos problemas, pues fuera. Y eso pasó con la iglesia de San Agustín, que en 1919 se tiró para solar. Con la sillería hubo un cuidado siempre. Incluso hubo movimiento de los jerezanos en defensa de la Cartuja, algo que no se hacía con otras cosas".

Y mientras la clausura y las visitas a la Cartuja no sean compatibles, el acceso a los jerezanos y turistas para ver la sillería es mínimo. Un monasterio que se funda en 1476 por un señor que tenía mucho dinero llamado Alvar Obertos de Valeto, quien dona casas y tierras a los cartujos. Se va haciendo el monasterio y se parte con un gran patrimonio que se iría incrementando. Y cuando los cartujos querían alguna obra, aunque fueran austeros para lo suyo y buenos administradores, para el arte buscaban lo mejor. "De hecho, los autores de la sillería no eran unos cualquiera", recuerdan los historiadores.

Con la desamortización, algunas obras se reparten por iglesias y catedrales. Pero el Gobierno manda a Jerez a unos intendentes para ver qué obras merecían estar en un museo y cuáles vender. Pero los franceses los sobornan para quedarse con las más valiosas. Cuando se dieron cuenta, los cuadros estaban en París. Después, la Cartuja queda abandonada y hubo para ella proyectos como una fábrica de balines, un convento, un manicomio, misiones... "Las comunidades religiosas estaban dos años y se iban porque no había manera de mantener aquello, así que se decide venderlo. Y la sociedad jerezana, sobre todo, los González (de las bodegas) consiguen que Alfonso XII ponga allí el cuartel de caballos padre, por lo que el edificio queda así más controlado, allá por 1878. Pero una parte sigue quedando vacía. A principios del XX llegan las restauraciones de mano del arquitecto jerezano Francisco Hernández Rubio, gracias a quien la Cartuja está en pie y quien en su correspondencia aseguraba que el causante del mal estado del monasterio es la falta de comunidad religiosa. Al final se consigue que vuelvan los cartujos, en 1948, que se marchan en 2001 por falta de vocación y porque realmente estaban invirtiendo en algo que no era suyo. Y llegaron las Hermanitas de Belén.

Hoy, la Cartuja sigue siendo del Ministerio de Hacienda, un bien que el Estado prefiere tener en otras manos por los gastos que genera el inmenso edificio. Y allí sigue, compartiendo clausura, esta sillería, apartada del exterior, con sus demonios y santos, los únicos que rompen el silencio dentro de aquellos muros.

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