El jerez en la pintura moderna
El rebusco
Grandes artistas lo representaron en sus obrasl Un clásico visto por la vanguardia
Sí en un anterior artículo, de esta misma sección, dedicamos nuestra atención al jerez en la pintura del XIX, esta vez lo haremos a través de la mirada de los artistas modernos, con especial atención a los cubistas. El arte, un siglo después, seguía mostrando su particular visión de los vinos de la tierra. Dos "capítulos" de esta historia singularizados con los vinos del Marco del jerez.
En su trabajo, Las artes y el vino. Un viejo maridaje, el profesor, y académico, Bernardo Palomo, reflexionaba sobre relación entre la pintura y el vino. Del mismo entresacamos estas líneas: "La conjunción de ambos estamentos ha posibilitado la historia de importantísimas páginas con esclarecedores capítulos...".
Y aunque poco, o más bien nada, se ha escrito sobre este asunto, el jerez en la pintura, intentaremos aportar algo de luz en este punto.
Los primeros, los españoles
Para iniciar esta relación que mejor que dos de los grandes del cubismo, dos españoles, Juan Gris y Pablo Picasso.
El primero, con su celebre bodegón The Sherry Bottle, pintado en 1912, también conocido como El reloj, descompone los objetos en una red de líneas que al desplazarse permite una multiplicidad de puntos de vista. La etiqueta de la botella, que da nombre al cuadro y que ocupa un lugar destacado en la composición, deja bien claro el origen del vino: "Jerez de la Frontera". Toda una declaración del artista.
En el verano de ese mismo año, en su estudio parisino, Picasso realizó una de sus obras emblemáticas, la conocida como L´Aficionado o El toreo. En el conjunto, distorsionado de elementos, el artista malagueño sitúa en el ángulo inferior derecho una botella de la que deja entrever parte de la etiqueta y las letras MANZ. Explícita alusión al famoso vino sanluqueño.
En la actualidad L´Aficionado puede contemplarse en el Kunstmuseum de Basilea.
Sin la proyección internacional de los dos anteriores, pero considerados figuras claves de la pintura moderna española, los tres encuadrados en la misma generación, y compartiendo vivencias parisinas en sus periodos formativos. Y los tres, a su manera, expresaron su homenaje al vino de Jerez.
En esta relación estaría el también andaluz Ismael de la Serna, con su naturaleza muerta con botella de jerez, fechada en los años `20 del siglo pasado.
Por su parte, el polifacético Luis Quintanilla, ya en la década de los `50 nos presenta una colorista composición de ambiente marino netamente andaluz que queda patente en la botella de manzanilla que domina la escena.
Finalmente, destacar el cuadro de estilo neocubista, fechado en 1925, Bodegón con botella de Jerez, obra del madrileño Francisco Borés. El pintor además de añadir en la etiqueta la mención al origen del vino representado deja entrever el nombre de la bodega, en este caso González Byass.
Como haría, años más tarde, Eduardo Arroyo con su cuadro Esperanza y desesperanza de Ganivet, obra fechada en 1977, que se encuentra en el Musée d´Art Moderne de la Ville de París.
Un botella de Tío Pepe, adornada con su distintiva chaquetilla roja, da un toque de color al conjunto de desolada impresión.
La mirada extranjera
Los artistas extranjeros tampoco pudieron resistirse a al inspiración embriagadora que emana de un buen jerez. Dos de ellos serían un francés y un italiano.
Muy posiblemente, Georges Braque recibiría de su amigo Picasso más de un tipo de influencia, compartiendo pasiones, entre ellas el vino. Con su obra L´ Patience, también conocido como El solitario, Braque se sumerge en su último periodo, el que el escritor Vintila Horia califica de "naufragio cubista".
En la escena que muestra el cuadro, pintado en su estudio parisino en 1942, la angustiada joven de alargados y extraños brazos, según Braque, está en una recargada habitación intentando conocer su futuro en las cartas, pero la mirada del espectador es dirigida a una inquietante botella de vino en la que puede leerse el texto: "Xeres Wine Spirit Extra".
Al año siguiente de haberlo pintado fue expuesto por primera vez en el Salón D´Automne, en Paris. Actualmente forma parte de la colección Goulandris, en Lausanne.
El italiano Ardengo Soffici, que se formó en el París de entresiglos dominado por la figura de Picasso, pintaría en 1913 su Natura Mota o Picola velocitá. Trabajo que se conserva en el Museo del Novecento, de Milán.
Su collage representa un bodegón donde destacan recortes de prensa, una elegante copa y dos botellas, en una de las cuales sobresale una etiqueta, incompleta, en la que se intuye la palabra sherry.
Sabor local
Más a mano tenemos al jerezano Juan Manuel Gutiérrez Montiel, que con su pintura Palomas para el vino nuevo recrea el instante del nacimiento del nuevo vino ante la catedral durante la Fiesta de la Vendimia.
Con el nombre artístico de Costus, Enrique Naya y Juan Carrero, alcanzarían notoriedad en los años `80. Su abigarraddo retrato de Lola Flores, con Yul Brinner de acompañante, incluye en un primer plano botellas de La Ina y Dry Sack .
Sin olvidar, por supuesto, al portuense Rafael Alberti, que también se distinguía por sus habilidades con el pincel además de con la pluma. El Museo Gregorio Prieto, en Valdepeñas, cuelga en sus paredes un dibujo al gouache fechado a principio de los años `20, donde el texto indica: "Coñac Osborne Tres Ceros El Puerto de Santa María".
Todo lo expuesto, sin ser exhaustivo, demuestra el impacto que nuestro vino ha tenido, y tiene, en el imaginario cultural de Occidente como un elemento civilizador que otorga distinción social, y que los artistas han elevado a la categoría de sublime.
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